por Guillermo Olivera Díaz; godgod_1@hotmail.com
24-8-2011
1. El viernes 26 próximo se ha programado la Vista de la Causa ante el solo vocal supremo dirimente. El sexto de la partida. Informarán los abogados de las partes, en el pequeño espacio de tiempo que se estila, aunque a veces los minutos se extienden, según la discreción y magnanimidad del magistrado sin birrete.
Ergo, Antauro se las juega de veras. Aunque el caso es enrevesado por emperifollado, casi kafkiano.
Se sabe que hay 3 votos por una decisión que benigniza la pena impuesta en primera instancia y otros 2 por una aún más benigna. El 3 a 2 no permite que se haya alcanzado el fallo definitivo, pues la ley ordena que sean 4 los votos para resolver.
2. ¿Absolución cambiaría el panorama?.- El dirimente podría apartarse de ambas posturas, absolviendo a Antauro, por ejemplo, de uno de los delitos incriminados: el asesinato, el secuestro o la rebelión; o eliminando la impertinente autoría mediata, pues este caso está muy lejos de ser el horripilante de Fujimori, cuya participación en diversos crímenes encaja perfectamente en el conocido como “hombre de atrás”.
Los “hombre de delante”, son los autores materiales o directos y están confesos, integraban el desalmado Grupo Colina. Los etnocaceristas no son éstos ni por asomo; los separa una miríada de kilómetros.
De ser así se daría la figura del 3 x 2 x 1, con lo cual no habría resolución final. Un sétimo vocal dirimente podría seguir con decisión singular, del mismo modo que el octavo que pretenda dirimir.
Desde mi óptica, la ley procesal penal no pone coto a esta seguidilla singular. Sólo establece que se necesitan cuatro (4) votos para que recién se consiga el esperado fallo final.
3. Hasta sería posible arribar a un 3 x 3x 3, momento en que cualquier grupo de los 3 vocales votantes estaría en la inminencia de alcanzar a ser 4.
Llegado el momento que 4 magistrados supremos decidan la legal discordia en un sentido determinado el Caso Antauro habrá concluido.
Debo confesar que traté, por segunda vez, este asunto con un gentil emisario. Se buscaba mi concurso profesional en mi calidad de abogado, aficionado al campo penal, que muchos llaman penalista no palaciego. Un modesto artesano que estudia los casos con suma responsabilidad, aunque sin el talento de otros.
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