“Estos Fabio !Ay dolor! que ves ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa”
Breves antecedentes
Los albores del siglo XX marcan los años primiciales de la descolonización ideológica en el Perú. Frente al poder absoluto de la oligarquía, heredera del encomendero, que mantenía una sociedad sometida, avasallada, era necesaria la expresión de protesta del pueblo para erigir una nación auténticamente libre, justa y soberana. Víctor Raúl Haya de la Torre es el peruano que asume la lucha libertaria contra el poder de esa oligarquía y entrega su vida a la causa del pueblo.
Sus luchas estudiantiles para defender la autonomía universitaria, el derecho de los obreros y campesinos a trabajar solamente ocho horas al día, su prédica a favor de las libertades públicas, el enunciado de una ideología unionista y revolucionaria fueron los caminos que Haya de la Torre transitó durante toda su vida para imponer, en el Perú, la Justicia Social. Para llevar adelante sus ideales, fundó el partido político Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) como un instrumento para realizar los cambios políticos y sociales en el Perú; es decir creó la herramienta civil que tendría que terminar con la injusticia social. Durante más de sesenta años agitó la vida política del Perú. Nunca abandonó su condición de militante. La base partidaria era su núcleo de acción, los servicios sociales su gran preocupación partidaria. El practicó en su vida de luchador social cualidades difíciles de superar: honradez, sinceridad en la acción, total entrega.
Su vida y sus enseñanzas dieron lugar al nacimiento de una mística que hizo del aprismo un apostolado y del militante un hombre digno.
Haya de la Torre murió en 1979 vencido por el tiempo y, seguramente, dijo como los grandes pensadores: Yo he cumplido con mi deber, a ustedes les toca completar la obra
¿Y qué ha ocurrido después de la muerte de Haya de la Torre?
De 1980 a esta parte la dirigencia partidaria no ha sido capaz de mantener en alto los ideales que el Fundador formuló para que el aprismo nos llevara a una sociedad nueva, moderna y justa. Ha primado el criterio personalista, el acomodo. Los ideales apristas, por incapacidad política de los dirigentes, se han puesto de lado para dar paso a la vanidad y a la exaltación de ciertos líderes de menor cuantía.
La auténtica lucha partidaria por el interés social ha sido pulverizada por ambiciones protervas que han terminado en jugosos puestos públicos para los arribistas e incoloros dirigentes. Lo que fue un hermoso movimiento social de esperanza se ha convertido en camino polvoriento de mezquindades y corrupción. El dirigente es muy importante cuando llega a un puesto público, cuando sale fotografiado en las fiestas sociales y sus nombres aparecen en los diarios de gran circulación. Ese dirigente no visita un humilde sector partidario, ese dirigente no tiene amor por el Partido. Ese dirigente ya llegó a su “ideal”.
El aprismo es valorado en el medio político peruano como una fauna hambrienta de mediocres sin valores morales ni intelectuales. Ya no somos la herramienta portadora de la bandera de la Justicia Social, ya no somos el ejemplo de honradez y consecuencia. Atrás, muy atrás queda la historia de sacrificio de miles de militantes que dejaron su juventud en el camino, que dieron su vida por el aprismo no para conseguir un puesto público como premio, sino para abrir caminos de progreso y de felicidad, de honradez. y honestidad.
Es triste, es doloroso, para quienes participamos en esas jornadas heroicas de emoción ciudadana, comprobar que el trabajo genial y visionario de Víctor Raúl, tras el cual seguimos, hoy es solamente un viejo recuerdo histórico abandonado por los llamados dirigentes nacionales.
¿Ha muerto el aprismo?
La respuesta está en el militante de base. Para mantener al aprismo vigente es necesario rebelarse contra esa caterva de inmorales y corruptos enquistados en la dirigencia. A viejos y jóvenes nos toca revivir los principios educadores del aprismo; es decir realizar un trabajo tesonero de divulgación de principios y programas. Hay que sacar en limpio principios apristas vigentes, como El Congreso Económico Nacional; es decir darle nombre a lo que tanto repiten los políticos contemporáneos: “…La solución de la problemática nacional pasa por el diálogo entre el capital, la empresa y el trabajador. Eso es el Congreso Económico Nacional que ni el ex presidente García ha difundido oportunamente. Hay que desarrollar la idea de: “No hay que quitar la riqueza al que la tiene sino crear riqueza para el que no la tiene …”.
Hay que dar confianza al pueblo, hay que dar ejemplos de honradez, hay que luchar sin descanso contra la pobreza, contra la enfermedad, hay que crear servicios sociales, hay que darle esperanza a los niños, hay que vivir por ideales y realizarlos, hay que desterrar la ambición, la corrupción, el oportunismo. Parodiando a Calígula, hagamos que los corruptos del Partido se junten en una sola cabeza para cortarlas de un solo tajo. Hay que hacer higiene política.
Un militante aprista tiene, y está obligado, a ser un hombre honesto, entregado a la lucha social. De otra suerte la historia dirá de nosotros que fuimos un vano intento para realizar la revolución social en el Perú. Las elecciones no son sino una coyuntura histórica, lo importante es unir al Partido, es fortalecerlo. La restructuración del Partido pasa por revivir la vida en los sectores. Los congresos partidarios son reuniones políticas que urden los viejos maniobreros del Partido para trepar a puestos de poder que les permitan, después, acomodarse en puestos públicos de cualquier gobierno y saciar su hambre.
Los gobiernos de Alan García no fueron gobiernos apristas. Sus desaciertos y logros respondieron a sus méritos o deméritos personales. El aprismo como herramienta de gobierno con sus enunciados de justicia social, con su prédica unionista no llegó al poder, sin embargo cargó con todo lo negativo de los gobiernos de García. Esta es la verdad histórica que no podemos negar. García creció como figura política y el Apra está al borde de la muerte como partido político.
¡Qué hacer!
Tenemos que adecuarnos a nuevos tiempos, hacernos competitivos en el campo de la cultura política preparando verdaderos dirigentes que adquieran solvencia técnica en la problemática nacional. Si queremos sobrevivir como herramienta política, tenemos que sacrificarnos en el estudio y practicar una vida limpia, ejemplar y entregada a la grandeza de la Patria. Tenemos que recrear la vida en los sectores, revivir la confianza en el pueblo. Y esto solo es posible con gran esfuerzo de los militantes, con trabajo tesonero, con amor y alegría. De otra manera, la suerte está echada El Apra sucumbirá devorada por el tiempo y el progreso.
Escribo esta opinión a mis 87 años, de estos más de 70 los he dado con amor y alegría al Apra. Fui perseguido, apresado y viví seis años de destierro. Jamás pedí ni tuve un puesto público. Mis opiniones son absolutamente libres y sin resentimientos. Mi generación luchó fervientemente sin apetitos personales. Lo dimos todo a cambio de llegar a una sociedad justa libre de pobreza y dolor. Marx decía que la felicidad estaba en la lucha, tal el camino que elegimos.
Seguramente no escriba una línea más en lo que me queda por vivir, deseo que los apristas que lean esta opinión se eleven por encima de sus carencias y hagan resurgir el gran movimiento fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
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Apra: ¡arribistas pulverizaron lucha partidaria!
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El vuelo del cóndor, libro de Orestes Romero.
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