El informe sobre medio ambiente dio pie al tipo de interpretaciones que los grandes medios adoran: “el hombre es responsable del deterioro del medio ambiente”. Es decir: usted, yo, nuestra abuela, nuestro sobrino, el pobre de la esquina, el niño que pide dinero en el semáforo, el trabajador sin tierra, la enfermera del hospital público; en fin, los 6 mil millones de la población del mundo.
Nada mejor que desleír las responsabilidades específicas y concentradas, diluyendo todo en la naturaleza humana. Todos somos responsables, los que tiran papeles en la laguna, los que contribuyen a la obturación de los desagües y hasta quienes que contaminan al por mayor con fábricas y camiones pesados. ¿Todos por igual? Nada de eso. Ni en lo que hace a las personas, ni en lo tocante a los países. Los Estados Unidos son los que más contaminan en el mundo, muy por encima de la parte proporcional a su población, y en gran medida, por la responsabilidad de sus empresas. Tanto es así, que Bush arguye que no firma el protocolo de Kyoto para no perjudicar la competitividad de las empresas estadounidenses: confesión clara de que son ellas las que particularmente contaminan.
Tomemos un caso típico. El capitalismo ya no tiene héroes. Entonces, los inventa. Bill Gates tal vez sea la invención superlativa. El mayor donante mundial y la mayor fortuna mundial. ¿Alguna coincidencia en eso?
Los Angeles Times se pregunta: ¿por qué la institución caritativa más rica del mundo es, al mismo tiempo, accionista de empresas que están en el origen de las contaminaciones sanitarias y ecológicas que ella dice combatir? Y cita a la Fundación Gates, que donó 218 millones de dólares para una campaña de vacunación contra la poliomelitis y la rubéola en el mundo entero, incluido el delta del río Níger.
Pero, al mismo tiempo, la Fundación invirtió 423 millones de dólares en las empresas ENI, Royal Dutch Shell, Exxon Mobil y Total, compañías responsables de la mayor parte de las emisiones de gases que contaminan los cielos de aquella región del río Níger, a niveles aún más altos que los tolerados en Estados Unidos y Europa.
Como ocurre con todas las entidades filantrópicas, la Fundación Gates dedica anualmente por lo menos un 5 por ciento de sus ganancias a donaciones para beneficiarse de las desgravaciones fiscales. Subvenciona principalmente acciones de saneamiento, proyectos de mejoras en la educación pública de los Estados Unidos y programas de ayuda social en las región del noroeste del Pacífico.
El 95 por ciento restante va a inversiones. Buscan rentabilidad, sin importar las consecuencias ambientales y sociales de esa búsqueda de lucro. La Fundación es accionista de numerosas empresas que no respetan los derechos ambientales, practican la discriminación, violan el derecho de los trabajadores o están comprometidas en acusaciones de corrupción. Las ramas caritativa y financiera de la empresa están totalmente compartimentadas, una no tiene nada que ver con la otra.
La Fundación da con una mano, pero retira con todas las demás que tiene extendidas por el mundo: y son muchedumbre. Dona dinero, supuestamente para un mundo posiblemente mejor, al tiempo que el 95 por ciento de sus recursos multiplican hasta la exacerbación las condiciones del mundo realmente existente, ayudando a deteriorar sus parámetros ecológicos y sociales.
# Rebelion.org (España)
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