Recordaba Mario Polar, en las sesiones de la Asamblea Constituyente de 1978-79, el aforismo inglés: no taxation without participation, no hay tributación sin participación. Algo así como que contribuir en el sostenimiento vía impuestos del país otorga el derecho inalienable a opinar y decidir sobre su destino. ¿Cuántos son los impuestos que paga la Iglesia Católica para opinar en cuanta materia se le antoje o así lo crea estratégico para “custodiar” la ética de los peruanos?
Cuando Pío XII divagaba alrededor de una mesa con planos topográficos sobre los desplazamientos de tropas y soldados durante la II Guerra Mundial, un cazurro Stalin le preguntó: ¿Y con cuántas divisiones cuenta su Santidad? El papa, como es obvio, se calló en todos los idiomas y hablaba varios, entre ellos notoriamente el del silencio ante el asesinato de millones de judíos por parte de los nazis.
La opinión de los curas es muy respetable pero ni el Perú no es un estado confesional ni tiene que rendir cuentas a la Iglesia Católica ni a ninguna otra. Los prelados pueden decir cuanto les venga en gana, según su convicción en los púlpitos o parroquias, pero ¿a cuento de qué tienen que meterse a temas como el de la píldora del día siguiente?
Otra cosa es que la secta que lidera la Iglesia Católica, el Opus Dei, y que tiene en Cipriani a su máximo abanderado, opine de la mujer, a quien dicen proteger, que NO necesita ser inteligente sino sumisa y obediente y que ello comporte su oposición a la píldora aludida. Esta es una posición ideológica no científica así lo diga el señor Federico Salazar, supuesto comentarista matutino y que impone su punto de vista a los entrevistados y pretenda inducirlos a responder sobre lo que él quiere que opinen. ¿Es esta la libertad de prensa de Canal 4 y su socio Perú21 que reproduce una columna de Salazar en el mismo sentido? Que cada quien afirme lo que mejor le parezca pero que no se propugne un contrabando de fe descarado ante las cámaras.
Alguien ha propuesto un referéndum. Tengo la impresión que el sentido común daría preferencia mayoritaria al uso de la píldora del día siguiente. No sólo se evitarían más abortos y embarazos no deseados entre los que se cuentan los habidos por violación sino que no hay porqué condenar a la desgracia a aquellos que no pidieron venir al mundo en nombre de supuestas defensas de la vida.
Los partidos políticos, cuasi inexistentes, salvo en sus querellas internas en que menudean los asaltos por cargos y las farsas democráticas, no opinan porque simplemente no tienen ideas. Y prima en todos una absoluta cobardía de enfrentarse al poder real que sí ostenta la Iglesia Católica.
El concordato, tratado internacional que JAMÁS ha sido refrendado por ningún Congreso rige desde 1980 y permite que la Iglesia Católica no pague ni siquiera por el agua que consume y que sus más altos representantes vivan con sueldos de ministros sin trabajar. ¡Y esto es una inmoralidad enorme frente a la cual nadie dice nada!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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