Todos en Perú saben que se está fletando una candidatura presidencial, tempranera y bajo el erróneo supuesto que siempre estarán en pico alto, desde Palacio y con dinero de la ciudadanía. A nadie escapa que los medios de comunicación, adulones profesionales por escrito, en la televisión y por radioemisoras, son cómplices del arrebato con el pretexto de la “información”. ¿Quién puede yugular las legítimas pretensiones de la señora Nadine Heredia a postularse al sillón que hoy ocupa su esposo, Ollanta Humala? Creo que nadie, no obstante esa verdad de Perogrullo, debiera hacerlo con su dinero y con absoluto divorcio de los amables como ingentes recursos del Estado.
¿Cree alguien que las encuestadoras propalan sus resultados por espontánea y angelical voluntad noticiosa? ¡De ninguna manera! Se trata de estar bien con lo que ellos llaman poder en Palacio que no es otra cosa que la administración nativa de un país llamado Perú que recibe órdenes, encargos, comisiones y dictados de qué hacer, cómo hacerlo y cuándo, desde ultramar y desde donde gobierna el real poder de las transnacionales y sus múltiples alianzas estratégicas. ¿No han estado, desde que comenzó este gobierno, múltiples comitivas de virreyes globales yendo a Palacio y dando instrucciones a troche y moche?
Se trata de estar bien con los inquilinos de Palacio y con la administración que ellos detentan por cinco años o algo más, si hay voluntades reeleccionistas como no ocultan, con desparpajo y toda clase de exhibiciones, sus protagonistas. Por eso las menciones amables, allí nacen las conductas cipayas de ministros, parlamentarios, funcionarios de todo escalafón para con los estropicios de la primera dama. Lo acontecido, semanas atrás, con el avión presidencial no puede sino llenar libros enteros de aberración y servilismo. ¡Hasta un canciller tuvo que “justificar” el mal uso de dicha nave que fue al Brasil llevando a una persona que nadie eligió y de cuya frivolidad no hay la menor duda!
La cortesanía miserable, el agacha-cabezas, el mirar para el costado, la sonrisa cómplice, son parte normal, si normal se considera a las taras que envilecen y degradan a los pueblos, de la historia y política nacionales. En un gobierno que tuvo como lema de campaña, “la gran transformación” (que tiene su precedente lejanísimo en la isla de San Lorenzo, octubre de 1923 en carta de Haya de la Torre desde la prisión), no era sino un expediente para tirar al tacho sin contemplaciones de ninguna especie. Esos signos de hipocresía vernácula han sido parte atávica de la imbecilidad de que estuvo adornada siempre la mayoría de las castas que hicieron del Perú un potrero pestilente y no una nación de ciudadanos. Hoy este cúmulo de defectos ha renacido, insolente y hediondo, sin atenuantes y para el robustecimiento de más historias universales de la infamia.
¿A qué apuntan esas encuestas que dicen que la señora Humala es tan poderosa como su esposo? Muy fácil: a darle carta ciudadana y entidad política. Si hay hombres de Estado, que escasean o no existen en Perú, también hay su contraparte, es decir, mujeres de Estado “capaces” de, primero, candidatear desde la plataforma gratis que da el gobierno, y luego ganar elecciones dentro de 4 años.
Ciertamente buena parte de los cansinos que integran las castas políticas o gubernamentales no alcanzan a otear en su ceguera profesional que a partir de diciembre un suceso captará aquí y en el sur, las atenciones fundamentales: el contencioso a que hemos llevado a Chile en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. ¿Y qué dicen nuestros alfiles frente al suceso? No pueden decir gran cosa porque su ignorancia es no sólo enorme, sino altiva y bruta, profundamente huérfana de cualquier trabazón con la historia, madre y maestra de los tiempos.
Que otros ignoren o pretendan hacerlo con los desmanes que casi a diario nos regalan los medios acerca de qué hace la pretendiente a Palacio y sus planes. Hay que recordar, eso sí, que su intención tiene que poseer el requisito fundamental e inequívoco de su propio dinero. La recaudación de tributos que paga el pueblo NO puede estar enfeudada a ambiciones episódicas y anémicas de quienes no han escrito un solo libro o análisis digno de lectura masiva y aleccionante.
Bien decía el maestro Manuel González Prada en Los honorables, http://www.voltairenet.org/Los-honorables,120681:
“Porque en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino mojiganga”.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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