La tendencia general
El film contra el Islam tiene como objetivo sembrar la discordia entre cristianos y musulmanes
El film que injuria el Islam fue el detonador de una serie de hechos y protestas contra los símbolos de la presencia estadounidense en los países de la llamada «primavera árabe», en los que Washington se jactaba de haber logrado restablecer su influencia a través de movimientos islamistas populistas. Puestas nuevamente a flote, esas fuerzas han servido de nuevo marco a la hegemonía occidental. Esto se vio claramente en Egipto, en Túnez, en Libia y en Yemen, países que hoy se encuentran en estado de ebullición después de la difusión a través de YouTube de un video sobre el escandaloso film del israelo-estadounidense «Sam Bacile».
La cofradía de la Hermandad Musulmana y sus ramificaciones están utilizando este escándalo para redorar su imagen ante la opinión, limitándose a declaraciones verbales. La Hermandad Musulmana de Egipto, que había convocado a una manifestación, acabó retractándose. El presidente Mohamed Morsi, proveniente de esa organización, trató de adoptar una imagen de dirigente hostil a las políticas estadounidenses y a las decisiones que impone Washington, cuando en realidad sus posiciones son claramente resultado de las garantías que ha ofrecido a Estados Unidos. En el tema de Siria, Morsi apoya sin ambages la guerra de Occidente contra el último país árabe que todavía es independiente en el plano político. En Gaza, sigue aplicando la política de su predecesor mediante la imposición de un bloqueo a ese territorio palestino. Morsi ha ido incluso más lejos que Hosni Mubarak, destruyendo decenas de túneles a través de los cuales llegaban a ese asediado territorio los productos de primera necesidad.
Libia no se queda atrás. Las nuevas autoridades han dado un gran paso hacia la normalización de las relaciones con Israel y se preparan para dar luz verde a la instalación de bases estadounidenses, so pretexto de la lucha contra el terrorismo.
La situación no es mucho mejor en Yemen y en Túnez. La presencia multiforme de Estados Unidos nunca había alcanzado en esos dos países proporciones tan grandes como las de hoy en día.
En ese panorama aparece, sin embargo, un factor difícil de controlar: la opinión pública en materia de religión, que sigue siendo refractaria a las presiones estadounidenses y que ha dejado estallar su cólera contra Estados Unidos e Israel.
El film que lleva la firma de «Sam Bacile» es una clara ofensa al profeta Mahoma. Su principal objetivo es sembrar la discordia entre cristianos y musulmanes, sobre todo a la luz de las informaciones que circulan sobre la presencia de varios coptos residentes en Estados Unidos entre los productores y financistas del largometraje. La voluntad de provocar enfrentamientos entre musulmanes y cristianos aparece después del fracaso del plan tendiente a encender la discordia entre sunnitas y chiitas, sobre todo en momentos en que los acontecimientos en Siria no marchan en ese sentido a pesar de todo lo que se hace para lograrlo, al igual que en Líbano, donde el fuego de la fitna acaban extinguiéndose cada vez que los provocadores tratan de encenderlo.
La difusión de este film, precisamente en este momento, también busca hacer fracasar la visita del Papa Benedicto XVI al Líbano, cuyo objetivo es promover y fortalecer en el Oriente la idea de la convivencia y la asociación entre cristianos y musulmanes. Un objetivo que, evidentemente, no figura en la lógica de los Estados religiosos (judíos y salafistas) que cuentan con la bendición y el respaldo de Israel, de las petromonarquías del Golfo y de su mentor estadounidense.
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