En fecha de la celebración de la batalla de Arica, sucedida el 7 de junio de 1880, transcribo fragmentos de textos históricos del historiador Gerardo Vargas Hurtado, sobre un hecho poco difundido que precedió a este hecho de armas y que el texto a continuación explicará con más detalle.
Buscando más documentación, agrego un comentario del mismo historiador referente al juramento de los héroes, citado en el drama teatral de su autoría y mismo título “El Juramento de los Héroes, drama histórico en tres actos, un cuadro y una alegoría”, escrita en 1910 y publicada recién en 1932, edición original que guardo en mi biblioteca particular como un importante guión teatral escrito por una persona que ha podido nutrirse de testigos presenciales de esta batalla, ejecutado los guiones ajustándose a la realidad de lo sucedido llevándolo a un lenguaje teatral de época y el haber vivido parte de las consecuencias hasta ser expulsado de Arica junto a los demás peruanos residentes.
“…Debo a informaciones del extinto sargento mayor, señor Fermín Federico Sosa, que desempeñó el cargo de subprefecto de Arica hasta el 7 de junio de 1880, el relato de este conmovedor acto, realizado en la casa que ocupó el coronel Ugarte, sita en la calle “2 de Mayo” de este puerto, frente a la imprenta de “El Morro de Arica”. Esta finca, que se conserva tal como entonces, pertenece a la distinguida señora ariqueña Susana Pescetto de Mongillo…”
El Juramento de los Héroes
(NdR: Fragmento del libro La Batalla de Arica, páginas 75, 76 y 77. 1ra. edición. Imprenta americana 1921)
“No hemos podido averiguar con exactitud el día en que tuvo lugar el episodio en que vamos a ocuparnos y del cual ningún historiador del combate de Arica hace mención, acaso porque no tuvieron noticia de él, o porque no le reconocieron importancia –que la tiene y grande. – Nosotros creemos que fue el día siguiente al en que verificóse el primer consejo de guerra.
Incurriríamos en omisión imperdonable si no lo consignásemos en estas páginas, mucho más cuando tiene él puntos de similitud con aquellas escenas caballerescas medioevales de que nos habla la historia. Por eso lo bautizamos con el título de El Juramento de los Héroes.
El tantas veces recordado sub prefecto Sosa nos instó alguna vez a que narrásemos en “El Morro de Arica” – llenando así vacío de que se resiente la historia – el banquete con el que el coronel Alfonso Ugarte obsequió a los jefes de la guarnición, en su casa particular, sita en la calle “2 de Mayo”, hoy propiedad de la señora Susana Pescetto de Mongillo.
A las 8 de la noche la totalidad de aquellos rodeaban la mesa. El anfitrión y el doctor Sáenz Peña, segundo jefe del batallón “Iquique”, hacían los honores de casa. No fue un banquete, ni mucho menos, el con que Ugarte agasajó a sus compañeros de armas, en vísperas del combate; fue apenas una comida de confianza. Ni podía tampoco tener mayores proporciones, porque después de un bloqueo de cerca de un año, se carecía de todo en Arica.
De más está decir que el coronel Bolognesi ocupaba el asiento de honor, como así mismo que la conversación versó sobre los preparativos que se hacían para que la defensa resultase eficaz.
Llega la hora del brindis y Ugarte pónese en pié para ofrecer la manifestación en frases impregnadas en el aroma delicado de su alma. Dijo de la suerte que se deparaba a las escasas legiones ariqueñas y del pensamiento que animaba a todos y a cada uno en esos momentos supremos en orden a la defensa; y, desnudando su espada gloriosa, tendióla sobre la mesa, invitando a los presente a desenvainar y ratificar el juramento que habían prestado en la junta de guerra, de morir antes que rendirse!
Fue escena imponente, conmovedora; sobre la cruz de sus espadas todos repitieron el juramento propuesto.
El subprefecto Sosa, que se halló entre los presentes, nos decía que la emoción patriótica sacudió, todo su ser.
Bolognesi agradeció el agasajo y las frases pronunciadas en su elogio por el coronel Ugarte. Estuvo inspirado al referirse a las desgracias de la patria en la dura prueba a que el destino la había sometido.
Tanto este discurso como el de Ugarte, fueron entusiastamente aplaudidos.
También hicieron uso de la palabra el comandante La Torre, los viejos coroneles Inclán, Arias y Araguez y Varela; cerrando el acto con llave de oro, para emplear la vieja metáfora, el comandante Sáenz Peña, que pronunció el más brillante discurso que hasta entonces se había escuchado de sus labios.
El verbo arrebatador del noble argentino conmovió visiblemente, como en el consejo de guerra, a los circunstantes; siendo de sentir que la historia no registre pieza oratoria de tan subidos quilates.
Pero nosotros, como al principio, decimos no podemos permitir que uno de los más hermosos sucedidos históricos de los muchos que precedieron a la jornada de Arica, permanezca ignorado.”
Después de varias décadas podemos responderle al señor Vargas Hurtado que esta historia sigue aún vigente en la memoria de las generaciones del siglo XXI gracias a los alcances de la tecnología de las comunicaciones y permanecerá así como un testimonio de gratitud hacia esas personas que defendieron bizarramente el territorio nacional.
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