La política exterior alemana no logra escoger entre los vínculos creados durante el siglo 20 con el ex ocupante estadounidense y sus propios intereses económicos comunes con un socio histórico que no es otro que Rusia.
Gerhard Schroder es la encarnación misma de ese dilema. Este ex canciller atlantista dirige hoy un consorcio ruso. En el plano geopolítico, esa contradicción se concentra actualmente en Lubmin (cerca de Rostock), punto de llegada del gasoducto germano-ruso.
Gerhard Schroeder, ex canciller de la República Federal de Alemania y actual presidente del consorcio energético Nord Stream AG.
La historia de la República Federal de Alemania de posguerra nos muestra que los cancilleres tienden a desaparecer cuando se empeñan en alcanzar objetivos políticos demasiado alejados de la agenda mundial de Washington.
Gerhard Schroder cometió dos «pecados» imperdonables.
El primero fue su abierta oposición a la invasión anglosajona contra Irak, en 2003.
El segundo, y mucho más grave en el plano estratégico, fue negociar con la Rusia de Putin para llevar directamente hasta Alemania el gas natural de Rusia, evitando así el obstáculo que representaba la hostil Polonia de aquel entonces, gracias a un nuevo gran gasoducto.
La primera sección del gasoducto Nord Stream alcanza hoy Lubmin, convirtiendo así esa ciudad costera de Mecklemburgo-Pomerania, en la costa del Báltico, en centro geopolítico de encuentro entre Europa y Rusia.
De hecho, Gerhard Schroder había llegado a convertirse en canciller gracias al apoyo, silencioso pero influyente, del presidente estadounidense Bill Clinton.
Según nuestras fuentes en el seno del [partido social-demócrata] SPD alemán, Bill Clinton exigió que, en caso de ser electo, la coalición Rojo-Verde de Schroeder respaldara la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Serbia, en 1999.
Washington quería poner fin a la era de Helmut Kohl. En 2005, sin embargo, Schroder era demasiado «alemán» para Washington y la administración Bush se empeñó al parecer en buscarle un reemplazo.
Su último acto como canciller fue aprobar la construcción de un gasoducto gigante llamado Nord Stream, desde el puerto ruso de Viborg –cerca de la frontera finlandesa– hasta Lubmin. Cuando dejó el poder, Schroder se convirtió en presidente de Nord Stream AG, una asociación de empresas conformada entre Gazprom, perteneciente al Estado ruso, y las compañías alemanas E.ON-Ruhrgas y BASF-Wintershall.
Schroder arreció además sus críticas públicas contra la política exterior de Estados Unidos, acusando a Georgia de haber comenzado –como satélite estadounidense– la guerra de 2008 contra Osetia del Sur.
En 2006, Radoslaw Sikorski, el neoconservador ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, aliado de Washington, comparó el consorcio Nord Stream con el pacto germano-soviético de 1939. A partir de la debacle de la Unión Soviética, la política de Washington consistió en convertir Polonia en un foso para bloquear toda posibilidad de estrecha cooperación económica y política entre Alemania y Rusia, decidiendo en particular la instalación en Polonia del escudo antimisiles estadounidense y, en este momento, la de los misiles Patriot, que apuntan hacia Rusia.
Este mismo mes, a pesar de la violenta oposición de Polonia y de otros países, al alcanzar el gasoducto la región de Lubmin, exactamente en la fecha prevista, el proyecto Nord Stream de Schroder alcanzó también sus principales objetivos iniciales. Cuando el segundo tramo llegue a tierra posteriormente –también en el transcurso de este mes– y cuando comience a fines de 2011 la explotación del gasoducto, que llevará cada año 55 000 millones de metros cúbicos de gas a toda Europa, será este el mayor gasoducto marino de todo el mundo. Su trayecto marítimo atraviesa exclusivamente las aguas territoriales y zonas económicas de Finlandia, Suecia, Dinamarca y Alemania, evitando los territorios de Polonia y los Estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania.
Desde Lubmin, que será una estación de transferencia, el gasoducto OPAL atravesará Sajonia hasta la frontera checa, a 470 kilómetros. Las otras líneas de gasoductos occidentales conducirán el gas ruso gracias a tramos existentes en Holanda, Francia y en el Reino Unido, fortaleciendo así considerablemente los vínculos energéticos entre la Unión Europea y Rusia, desarrollo que Washington desaprueba. GDF Suez de France –la antigua Gaz de France– acaba de comprar una participación del 9% en Nord Stream AG, y la compañía holandesa de infraestructura gasífera NV Nederlands Gasunie posee otro 9%, lo que representa una amplia participación de la Unión Europea, y una importante proeza geopolítica para el gobierno Medvedev-Putin a pesar de la fuerte oposición estadounidense.
Nord Stream es ahora un acuerdo de aprovisionamiento de gas a largo plazo para alimentar, además de Alemania, a Dinamarca, el Reino Unido, Francia, Holanda y Bélgica.
Los flujos energéticos Norte y Sur
Gazprom propone también un segundo proyecto de gasoducto de gran envergadura, el South Stream, que llegará posteriormente hasta Italia, transportando el gas por el Mar Negro hasta Bulgaria desde la costa sur de Rusia. El 7 de julio, al cabo de largas negociaciones, el gobierno búlgaro acordó participar en el proyecto South Stream de Gazprom.
El gasoducto South Stream llevará el gas ruso hasta Europa occidental bordeando Ucrania, donde Estados Unidos desplegó en los últimos años esfuerzos considerables por llevar ese país hacia una posición favorable a la OTAN y contraria a Rusia. Como consecuencia de la era soviética, en la que las economías de los dos países operaban como una sola, la mayoría de los gasoductos rusos que van hacia el oeste atraviesan Ucrania. Lo cual dejó a Moscú en una posición muy vulnerable a partir de enero de 2005, cuando una «revolución naranja» apadrinada por Estados Unidos puso en el poder al candidato de Washington, Viktor Yushenko, con un programa favorable a la OTAN y contrario a Rusia.
Las más recientes elecciones atenuaron considerablemente las tensiones entre Moscú y Kiev ya que, aunque mantiene los vínculos con ambas partes, el nuevo presidente, Viktor Yanukovich, puso Ucrania en una posición más neutra en relación con Moscú y la OTAN. La parte submarina del gasoducto South Stream, explotada de forma conjunta por el gigante ruso Gazprom y la compañía italiana ENI, pasará por el Mar Negro desde la parte continental de Rusia hasta la costa búlgara. En el marco del nuevo acuerdo con Bulgaria, los gasoductos que ya existían anteriormente en ese país participarán en el tránsito.
Washington ha ejercido por su parte una fuerte presión sobre los principales países de la Unión Europea y sobre Turquía con la esperanza de favorecer la construcción de Nabucco, una alternativa al gasoducto South Stream que sacaría a Rusia del juego. Pero Nabucco no tiene hasta ahora respaldo en la Unión Europea y ni siquiera dispone de fuentes de gas suficientes como para llenar el gasoducto.
La terminación de South Stream crearía un importante lazo geopolítico entre los países de la Unión Europea, Europa central y Rusia, lo cual representaría una pesadilla geopolítica para Washington.
Desde la Segunda Guerra Mundial, la política estadounidense ha consistido en dominar Europa occidental, primeramente dando lugar a la guerra fría con la Unión Soviética y más tarde –después de 1990– empujando la OTAN a avanzar hacia el este, hasta las fronteras de Rusia.
Una Europa occidental cada vez más independiente, más inclinada hacia el este que hacia el Atlántico, significaría un importante retroceso para el sostenido predominio de la «única superpotencia».
Sin ni siquiera notarlo, el encantador balneario de la ciudad de Lubmin, en el norte de Alemania, se ha convertido así de hecho en eje del drama geopolítico que se está desarrollando entre Washington y Eurasia.
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