Durante la Quinta Conferencia de Examen de la Convención contra las armas biológicas, los Estados Unidos lograron hacer adoptar un programa de trabajo que les deja las manos libres para sus propias investigaciones en materia de biotecnología.
«Los Estados Unidos están muy contentos de los resultados obtenidos hoy aquí. Nosotros creemos que la decisión que se viene de adoptar unánimemente en la Conferencia representa un programa de trabajo constructivo y realista en lo que respecta y para los Estados que hacen parte...un resultado realista que permitirá alcanzar con éxito lo que se busca en este foro durante los próximos años a venir.»
De esta manera oficial se ha expresado la superpotencia sobre los trabajos de la Quinta Conferencia de Examen de la Convención contra las Armas Biológicas que se reunió la semana pasada en Ginebra, Suiza.
Si los Estados Unidos están satisfechos, es porque ellos lograron sabotear el Protocolo de Control de la Convención sin perder la cara ni hacer el ridículo, haciendo adoptar además un programa de trabajo que sólo exige medidas voluntarias, esto quiere decir, no verificables.
Sin lugar a dudas, los controles previstos por el Protocolo habrían dado la información necesaria a la sociedad civil sobre lo que se está realmente gestando y convirtiendo en el más grande programa de armas biológicas nunca antes concebido.
Red de verificación
El año pasado, la gran potencia ocasionó desorden en la Conferencia de Examen cuando formuló un llamado para una renunciación del Protocolo (en elaboración desde 1996 y casi concluido). El conjunto de países firmantes decidió suspender la Conferencia durante un año, el tiempo necesario para discutir, consultarse y poder aclarar las cosas entre ellos.
Las ONG (Organizaciones No Gubernamentales), comprendieron rápido con que «pie cojeaba» el asunto, y se comprometieron por su lado crear una red internacional no gubernamental de verificación. Esta red, la «Bioweapons Prevention Project» (Proyecto de Prevención de Armas Biológicas) fue lanzada en Ginebra el 11 de noviembre de este año, día en que las negociaciones de la Conferencia recomenzaron.
Apoyada por once ONG, incluso Pax Christi International, la Oficina de Quarkers ante las Naciones Unidas y los Physicians for Social Responsability (Físicos para una Responsabilidad Social), esta red se propone realizar lo que los gobiernos del mundo no han osado ejecutar: una vigilancia internacional de control sobre el desarrollo de las biotecnologías, vigilancia sobre los gobiernos que manipulan y desarrollan esta materia, transparencia en lo que respecta a la utilización de estos productos de doble finalidad (militar y civil).
Los resultados de la «Bioweapons Prevention Project» serán publicados de manera puntual, su objetivo es sobre todo buscar una mayor ampliación de la red en el mundo, para implicar a un máximo de ONG, de investigadores, de expertos, de ciudadanos y ciudadanas.
Ditta Ciganikova es coordinadora del proyecto en Ginebra, ella explica que las posibilidades de vigilancia son muy grandes y esto a pesar del secreto con que se protege la investigación militar. El profesor Malcolm Dando de la Universidad de Bradford (Reino Unido), reconocido experto mundial en el campo de las armas biológicas, comenta: «Mucho de lo que se realiza en la esfera civil pasa a las manos de los militares y viceversa. Basta con ser vigilantes y saber leer entre las líneas, por así decir, para saber lo que está pasando. También es cierto es que nunca se sabrá con exactitud todos los datos, pero se puede tener bastante información para dibujar con confianza una cuadro bien detallado».
Productos «huérfanos»
Una gran cantidad de armas biológicas son productos farmacéuticos «huérfanos». Esto quiere decir, que dichos productos fueron desarrollados con enormes costos por las sociedades farmacéuticas y que resultaron ser demasiados tóxicos al final de cuentas para ser utilizados como medicamentos. Las empresas farmacéuticas intentan rentabilizar sus inversiones vendiéndolo, pero ahora por sus propiedades ofensivas (tóxicas).
La microbióloga Barbara Hatch Rosenberg quién espantó las crónicas el año pasado cuando designó a un laboratorio militar estadounidense como el origen de la cepa del bacilo del carbunco (Ántrax) que aterrorizó los Estados Unidos, tiene una opinión muy clara de la situación. Ella estima que las investigaciones están mucho más avanzadas de lo que se pueden imaginar cualquier experto y que existe ya una nueva generación de armas biológicas que será, a su punto de vista, experimentada en la futura guerra en Irak.
«Lo que más me impresionó en el caso del teatro de Moscú y la utilización del gas, constata Barbara Hatch, es la rapidez con la cual el tema perdió su actualidad en los medios de comunicación, sin llegar a existir un verdadero debate. La gente se ha tragado la versión que afirma que el gas fue utilizado para proteger a los rehenes y que los 118 muertos y la centena de personas que continúan enfermas en el hospital, no son nada más que daños colaterales. Se teme ahora que los Estados Unidos se sirvan de este ejemplo para legitimar el uso del gas en Irak, para tal vez afirmar que neutralizando a las poblaciones civiles por este medio los ahorra y los aleja de los combates, o sea los protege...»
Este artículo fue publicado por Le Courrier de Ginebra el 21 de noviembre 2002.
Reproducido con su amable autorización y la del autor.
Ningún medio para medir las dosis
Si las armas en cuestión son no-letales, sus efectos pueden ser permanentes y como lo confirma el profesor Wright del Proyecto Omega, una dosis supuestamente inofensiva para un sujeto X puede resultar mortal para un sujeto Y o Z. Sobre todo cuando no existe a final de cuentas ningún medio de medir la dosis administrada a cada uno.
Con razón, Wright menciona en su informe, «la política de la OTAN es muy explicita en este punto, a saber: «No hay que exigir de las armas no-letales una probabilidad cero de muerte o heridas permanentes. Si una certeza total de estos efectos no puede ser garantizada ni esperada, las armas no-letales deberían reducir tales efectos con relación a la utilización de armas convencionales en las mismas circunstancias».
Edward Hammond de la ONG The Sunshine Project (con sede en Austin Texas y Hamburgo, Alemania) denunció recientemente a la National Academies of Sciences de Estados Unidos, porque según él, poseen los documentos de las investigaciones militares no secretas sobre las armas químicas calmantes -para comprender un poco lo que pasó en Moscú- . «Estos documentos, escribe Hammond en un comunicado de prensa, comprenden una monografía sobre las armas a base de opiáceos, como aquella que mató más de cien personas en el teatro.» Estos documentos son la punta del iceberg y remontan al año 1994. El Pentágono, según Hammond, hace callar a la National Academies porque entre los documentos se encontraría un proceso verbal de una conferencia de militares estadounidenses y británicos que tuvo lugar en Inglaterra en 2001 y durante la cual, los militares discutieron operaciones militares con empleo de armas químicas idénticas a la ocurrida en Moscú.
Explica que la presencia de dichos documentos entre las manos de los investigadores de la National Academy como una tentativa de legitimación por parte de los militares. «El Pentágono sabe muy bien dónde va con sus proyectos, explica Hammond. Si los documentos fueron remitidos a la National Academies para un "peritaje", es porque los militares buscan un Imprimatur (visto bueno no militar).»
Conferencia del Comité internacional de la cruz roja (CICR)
Por su lado, Robin Coupland del CICR constata que los fusiles y las armas de fragmentación matan en general solamente entre 20% y 25% de sus victimas, esto quiere decir, más o menos a la misma proporción de personas muertas en el teatro moscovita cuando se utilizó el gas. Así, el CICR realizó una conferencia paralela durante la sesión de la Conferencia de Examen, la semana pasada, para reiterar su llamado «a todas las autoridades políticas y militares» y a la «comunidad científica y medical así que a las industrias farmacéuticas y de biotecnologías» para que contribuyan con su apoyo a un control eficaz de las armas biológicas.
Para Edward Hammond, el programa puesto en marcha por la Conferencia es muy débil para hacer frente a la amenaza. Ésta, según él, se ubica justamente en la frontera decisiva que representa las armas no-letales. «Su utilización podría ser masiva en Irak. Si tal fuese el caso, entonces en 2006, cuando tenga cita la próxima Conferencia de Examen, nos encontremos frente a una verdadera carrera armamentista en armas biológicas y químicas a escala mundial.»
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