El periodista y político israelí Uri Avnery se define como un «postsionista». Fundó el Bloque de la Paz (Gush Shalom) y milita a favor de la «solución de los dos Estados». En una extensa tribuna libre, ampliamente difundida a través del mundo por la prensa de izquierda, acaba de apoyar la intervención de la OTAN en Libia y se confirma como partidario del nuevo dispositivo militar estadounidense-israelí en el Medio Oriente. Veamos la respuesta del filósofo Domenico Losurdo.
Distanciándose ligeramente de su contenido, el diario italiano Il Manifesto dedica integralmente la página 9 de su edición del 2 de noviembre a un artículo de Uri Avnery. El titular sintetiza adecuadamente el contenido de ese trabajo:
No quiero referirme a argumentos que ya he abordado anteriormente en múltiples ocasiones. No vale la pena polemizar con un «demócrata» que, al legitimar incluso la guerra contra Yugoslavia (desencadenada fuera de todo mandato de la ONU), se posiciona de hecho a favor de la dictadura internacional de Estados Unidos y la OTAN.
¿Vale la pena señalar que entre las intervenciones humanitarias consideradas legítimas este autor no incluye aquella que, siguiendo la misma lógica humanitaria, pudiera exigirse contra Israel, responsable del interminable martirio impuesto al pueblo palestino?
Lo que sí resulta imposible es dejar de mencionar una perla de Uri Avnery. Escribe Avnery: «Me opongo a la pena de muerte en todas sus formas. Me repugnan las ejecuciones, ya sea en Texas o en China». Es una lástima que no mencione las ejecuciones extrajudiciales que Estados Unidos e Israel cometen diariamente y que desde hace años tienen como blanco, en especial, a todo palestino sobre el que recaiga la más mínima sospecha de ser «terrorista» o de tener al menos la intención de oponer algún tipo de resistencia a la ocupación. «La pena de muerte en todas sus formas» le parece «repugnante».
En todas sus formas menos la más odiosa, la que se decreta fuera de todo tribunal y de todo juicio legal y que a menudo se acompaña de «daños colaterales» al costar incluso las vidas de parientes y amigos –incluyendo mujeres y niños– de quienes son condenados a muerte sin haber sido procesados.
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