La visita de la señora Merkel a Moscú ha atraído mucha atención de la opinión pública de Rusia ya por la mera razón de ser ella la primera mujer que logró ocupar el sillón de canciller federal en Alemania.

Además, Ángela Merkel es una de los pocos políticos alemanes de primer plano, cuya vida estuvo relacionada con la RDA, Estado conocido “de primera mano” para millones de rusos. Y, por último, las relaciones Rusia – Alemania, que siempre han tenido un carácter decisivo para Europa, últimamente empezaron a desempeñar el papel estabilizador tanto para el continente como para el mundo entero. En tal contexto, el primer contacto oficial de los dirigentes máximos de ambos países no podía menos que tener importancia de principios para el futuro desarrollo de la cooperación ruso-alemana.
Nadie esperaba nada sensacional de esta visita. Merkel desde hace mucho ha confirmado la disposición del Gobierno de la “gran coalición”, encabezado por ella, a proseguir la política de “cooperación estratégica” con Rusia, que empezó a aplicar Gerhard Schroeder. La dimisión de este político, considerado partidario número uno de la cooperación ruso-alemana, alentó bastante a los grupos rusófobos, que por tradición son fuertes en Alemania, los cuales siempre estaban predicando que sólo confrontación con Rusia garantiza la prosperidad de Alemania. En vísperas de partir a la capital rusa, Ángela Merkel recibió un montón de recomendaciones de cómo se podría estropear del modo más rápido y radical las relaciones con Moscú. Pero por algo la primera mujer canciller goza de la reputación de ser una persona pragmática, dotada del sentido común que le permite discernir bien entre qué es útil para su país y qué es dañino. Los encuentros celebrados en Moscú han demostrado que Merkel no admitirá a ser manejada por ningunos titiriteros.
Tampoco se han justificado las especulaciones sobre el tema de que lo corto de su estancia en Moscú (varias horas contra tres días pasados en Washington) refleja el desprecio que ella siente hacia Rusia. Los últimos tiempos, la duración de las visitas de estadistas se ha reducido bastante debido al elevado ritmo de la vida internacional. En particular, los últimos viajes de Vladimir Putin a Alemania, para reunirse con Gerhard Schroeder, tampoco eran duraderos, lo que no se debía, ni mucho menos, al enfriamiento de relaciones ruso-alemanas. Además, para abril de 2006 se planea celebrar en Tomsk una reunión bilateral en la cumbre, en la que van a participar los principales ministros de ambos Gobiernos. En la programación de contactos Alemania – EE.UU. tal reunión no figura. Pero a nadie se le ocurre afirmar en relación con ello que las relaciones entre estos dos países se empeoren.
Tampoco se han justificado las esperanzan de quienes pensaban en Alemania que la intención de Merkel de tocar unos temas “incómodos” para Rusia lleve al empeoramiento de relaciones entre ambos líderes. Desde hace seis años, la política de Rusia tiene un carácter racional, lógico, transparente y comprensible para todo el mundo, por lo que no existen fundamentos para temer desarrollar debates, entre ello en público, respecto a las decisiones que se toman en Rusia de manera sopesada y calculando las consecuencias que éstas pueden tener. La mención del conflicto con Ucrania surgido por el problema de precios de gas, le dio a nuestro presidente un pretexto más para volver a explicar las causas tanto de la propia discordia como las de su agravación. No es culpa nuestra el que los medios noticiosos de Occidente, incluida Alemania, hayan cubierto de manera muy poco objetiva el estado de cosas en este ámbito. Especialmente indignantes eran las acusaciones de ser “suministradora poco fiable de gas”, que se le dirigían a Rusia, mientras que Occidente no recibía gas en pleno volumen debido a que Ucrania lo tomaba “de modo no sancionado” de la tubería que pasa por su territorio. Por lo cual sólo se puede agradecerle a Merkel lo de haber ofrecido a la parte rusa la posibilidad de poner una vez más los puntos sobre todos los íes.
El resultado general del encuentro es sumamente positivo, sin lugar a dudas. Por algo la cancillera dijo sentirse “pasmada” ante las perspectivas de desarrollo de la cooperación económica ruso-alemana. Pero ha quedado confirmado que también existe la unidad o mucha afinidad entre posiciones de ambos países con respecto a numerosos problemas que preocupan a la comunidad mundial. Se ha demostrado que el estado de relaciones Rusia – Alemania sigue siendo excelente también tras la subida al poder en ésta última del Gobierno de la “gran coalición” y que no han surgido ningunas “heladas matutinas”. Igual que antes, Rusia está interesada en tener que ver con una Alemania estable y próspera, y Alemania, con una Rusia estable y próspera. Pues sólo en este caso se podrá garantizar la estabilidad y la prosperidad para toda Europa.
Hoy día las relaciones ruso-alemanas son tan buenas que es difícil imaginar cómo se podría mejorarlas más. Pero las perspectivas de ello están a la vista. Ya se ha elaborado el calendario de reuniones en la cumbre para el año en curso: Tomsk, Berlín, Dresde. Se ha dado comienzo a las relaciones de amistad personales entre Merkel y Putin. La visita de la cancillera ha demostrado que siempre se puede lograr resultados máximos en tiempo mínimo, si existe el deseo de hacerlo.
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Fuente
RIA Novosti (Rusia)