En el mundo del espionaje y de los agentes secretos hay espías de todas clases. Lo hay que operan por dinero, como un Judas cualquiera que vende sus servicios al mejor postor. Ese fue el caso del norteamericano agente de la CIA Aldrich Ames que por unos cuantos dólares vendió secretos militares de Estados Unidos a la entonces Unión Soviética. El motivo que lo llevó a la traición fue el dinero. Otros están impulsados por la aventura de vivir en la intriga y el peligro, disfrutando de una vida cómoda de placeres y riesgos como es el caso del personaje de ficción, James Bond, llevado al cine en innumerables películas. James Bond, el apuesto James Bond, bebedor de champaña Don Periñon que entre aventura y aventura amorosa con una y otra dama de su misma profesión era capaz de matar de mil maneras con tal de cumplir con su jurada lealtad a su Majestad la Reina.
Pero hay otra clase de espía. El que actúa no por dinero ni por afán de aventura sino que lo hace por convicción. Porque considera que con su conducta está incumpliendo la ley pero actuando de acuerdo a su conciencia. Ese es el caso de la puertorriqueña Ana Belén Montes condenada el día de ayer a cumplir 25 años de cárcel por el delito de entregar secretos militares de Estados Unidos al gobierno cubano.
No vamos en este comentario a convertirnos en apologistas de Ana Belén Montes. En primer lugar porque su caso ya ha sido juzgado por un Tribunal de Justicia norteamericano que la encontró culpable y por lo tanto no es tiempo ya para fiscales acusadores ni para abogados de la defensa. No hay nada que hacer.
Pero como hasta los más repudiables delincuentes tienen derecho a explicar sus razones, en el caso de esta mujer espía y condenada como tal, consideramos que es justo y correcto que se conozca por todo el mundo lo que ella dijo en parte al juez al momento de ser condenada.
Comenzó diciendo; "Un proverbio italiano quizás describe mejor la verdad fundamental en la que creo: El mundo es un solo país. Y en ese mundo-país, el principio de amar al vecino tanto como a uno mismo, es para mí la guía esencial para una armoniosa relación entre todas nuestras naciones vecinas". Este principio urge a la tolerancia y al entendimiento hacia los medios de otros y señala que nosotros tratemos a las otras naciones de la misma manera que deseamos ser tratados. Con respeto y compasión. Ese principio, trágicamente, yo creo, que nosotros nunca lo hemos aplicado a Cuba."
Su señoría, yo me envolví en las actividades que me han llevado ante Ud. porque yo obedecí a mi conciencia y no a la ley. Yo considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta y me sentí obligada moralmente a ayudar a esa isla a defenderse de nuestros esfuerzos por imponerle nuestros valores y sistema político.
Quizás mi modo de responder a nuestra política hacia Cuba haya sido moralmente equivocada. Pero mi gran deseo es que surja una relación amigable entre Cuba y los Estados Unidos y tengo la esperanza de que mi caso de alguna manera aliente a nuestro gobierno a abandonar la hostilidad hacia Cuba y comience a trabajar con La Habana en un espíritu de tolerancia, de respeto mutuo y de entendimiento.
Y terminó diciendo Ana Belén Montes ante el juez que la condenó por espía. : "Que dos vecinos trabajen juntos con otras naciones para promover la tolerancia y la cooperación en nuestro mundo-país, en nuestra única patria-mundo."
Las declaraciones completas de Ana Belén montes están en la edición del Miami Herald de hoy en inglés. Vale la pena leerlas. Yo las titularía: Una lección para James Bond.
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