La tradicional práctica de llamar a los políticos por sus apodos, tal vez parte del encanto pueblerino que aún conserva Bolivia, llama la atención en el exterior, como lo demuestra esta crónica publicada en varios países del mundo.
Un recién llegado a Bolivia se sentirá al menos confundido, al ver en el periódico que «Tuto anuncia nuevas medidas» o que «Chelelo de acuerdo con proyecto de reforma constitucional» o que «Fufi reta al Zorro a debatir». Menos podrá comprender otros titulares que digan «Motete critica al gobierno», «El Bom Bom crece en las encuestas», «Chunka cambia de partido» o «El Mallku anuncia nuevos bloqueos de carreteras».
Pero una vez entrado en el texto, se dará cuenta de que en este país los políticos, desde el propio Presidente de la República hasta los menos notorios diputados o concejales, tienen apodos que los acompañan de por vida, como si fueran futbolistas brasileños.
Los motes son frecuentemente precedidos por el artículo el, manera muy andina de nombrar y que precede en el habla popular incluso al nombre. Así, si le hablan de «El Tuto», se estarán refiriendo al Presidente Jorge Quiroga, quien se siente muy cómodo si lo llaman de esa manera. El joven mandatario cuenta que heredó el apodo de un tío que lo llevaba quién sabe por qué o desde cuándo, y que su pequeño hijo varón ya es llamado «Tutito».
El casi seguro electo presidente, Gonzalo Sánchez de Lozada, es conocido como Goni, castellanización del diminituivo de su nombre en inglés, «Gonnie», como lo llamaban en Estados Unidos, donde vivió la primera etapa de su vida, por lo que habla con acento norteamericano.
Algo similar ocurre con el dirigente oficialista Ronald MacLean, otro exponente de la minoría blanca del país, conocido como «Ronnie».
En las antípodas, el dirigente campesino Felipe Quispe es conocido como «El Mallku», término aymara que denomina a una autoridad autóctona y que significa gran cóndor o líder principal.
Los ya fallecidos ex presidentes Hernán Siles Zuazo y Víctor Paz Estenssoro, grandes rivales políticos, eran conocidos, respectivamente, como «Conejo» y «Mono», por sus biotipos, y sus contrarios los caricaturizaban como esas especies. A un sobrino del segundo, también político, el ingenio popular lo bautizó como «Mono Tierno». Ha habido también apodos formales y respetuosos, como «Maestro», como fue siempre conocido el también fallecido líder obrero histórico de Bolivia, Juan Lechín.
El ex embajador de Bolivia en Cuba, Franklin Anaya, es conocido como «Panka», término aymara que alude al intelecto pero que, en honor a la verdad, no sabe bien por qué lo lleva encima desde que tiene uso de razón; mientras el todavía parlamentario Carlos Sánchez Berzaín gusta ser nombrado «Zorro», por las dotes de estratega político que le atribuyen sus adherentes.
En la oriental ciudad de Santa Cruz casi no hay nadie que no tenga un apodo, y de allí son los dirigentes del socialdemócrata Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, Carlos Saavedra, «Fufi», y Guido Añez, «Chelelo», mientras en La Paz el destacado político y parlamentario nacionalista Andrés Solíz Rada, responde al apelativo familiar de «Chichi».
«Güichi» es el diminutivo que acompaña toda una vida de intensa actividad política del ex canciller Guillermo Bedregal, mientras otro veterano político, Oscar Zamora, es conocido como «Motete».
Entre las figuras relativamente nuevas de la política, Manfred Reyes Villa, líder de Nueva Fuerza Republicana (NFR) es conocido como «Bom Bom», supuestamente por buen mozo. Al veteranodirigente de la región sureña de Sucre, Germán Gutiérrez, todo el mundo lo llama «Chunka».
En La Paz, los dirigentes miristas Luis Vásquez, Marco Antonio Oviedo y Adolfo Solíz son, respectivamente, «Lucho», «Tuco» y «Fito», mientras el alcalde de la vecina población de El Alto, José Luis Paredes, en sus campañas electorales pide el voto para «Pepelucho».
Sin apodo conocido estaba el alcalde de La Paz, Juan del Granado, hasta que en su última campaña electoral acuñó para sí el apelativo de «Juan sin miedo», como su partido, el Movimiento Sin Miedo.
Y quienes no tienen apodo son llamados, igual en titulares periodísticos como en el lenguaje de la calle, por su primer nombre. Así ocurre con el exitoso líder izquierdista Evo Morales -«El Evo»- y el ex presidente Jaime Paz Zamora, también llamado «El Gallo», por ser este emplumado animal la mascota y el símbolo de su partido.
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