Ha dicho el presidente de Chile, Ricardo Lagos, que «Así es, Perú se opone. Yo creo que la opinión pública boliviana no lo sabe. Y no estoy criticando a los amigos peruanos, estoy constatando un hecho de la historia». ¿A qué se refiere el mandatario sureño?: a la anhelada salida al mar de Bolivia.
El 3 de junio de 1929, es decir, hace casi 75 años, Perú y Chile firmaron el Tratado y Protocolo Complementario para resolver la cuestión de Tacna y Arica. En el artículo primero del Protocolo se dice: «Los Gobiernos del Perú y de Chile no podrán, sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad con el Tratado de esta misma fecha quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán sin ese requisito, construir, a través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales.»
Quiere decir que cualquier decisión sobre un milímetro de Arica tendrá que ser con previo acuerdo sobre los términos, alcances, duración y formas en que esta eventualidad pudiera tener ocurrencia. No es que Chile presente al Perú decisiones tomadas con terceros países, sino que un trato antelado, enhebrado en sinergia tiene que incluir la decisión soberana de ambos países: Perú y Chile, ningún otro. Por tanto, desde 1929, nada ha ocurrido sin que nuestros países hayan dado su consentimiento o negativa expresos.
Para el ilustre diplomático e historiador, Félix C. Calderón, en su obra El Tratado de 1929: La otra historia, refiriéndose a las modalidades de servidumbre en el artículo 1º del Protocolo, escribe: «Cómo puede apreciarse, ella consiste en la autolimitación que ambos países se han impuesto respecto a la suerte de Tacna y Arica, después de la entrada en vigor del Tratado de 1929» (p.290).
Es más, precisa Calderón que «De origen chileno e incluida a insistencia de ese país (el artículo 1º del Protocolo), lo que se persiguió con esa cláusula fue frustrar cualquier eventual arreglo peruano-boliviano en detrimento de Arica. Stricto sensu, esta limitación debió haberse aplicado solamente a Chile, como resultado de la cesión territorial de Arica que hizo el Perú. Lo curioso del caso es que habría sido la libre disponibilidad del Perú sobre Tacna, sobre todo en lo que se refiere a la construcción de una nueva vía férrea hacia La Paz, lo que habría querido restringir Chile. Y para ello no se le ocurrió nada mejor a la Cancillería de La Moneda que recurrir al texto del artículo sexto del Tratado boliviano-chileno de 10 de agosto de 1866, tal como lo recordara Culbertson» (p. 290, op. cit).
Estoy seguro, ya que ha citado la historia, que el presidente Lagos necesita leer el libro del doctor Calderón que hasta puede ser autografiado si así lo facilita la embajada peruana en Santiago y con una simple gestión de índole editorial.
En la p. 237 de Posición Internacional del Perú, Alberto Ulloa Sotomayor, sostiene: «Resuelta la cuestión de Tacna y Arica sin la participación de Bolivia, el interés y juego de Chile son y tienen que ser claros en el sentido de orientar hacia el Perú la aspiración portuaria boliviana. Satisfacerla a costa nuestra significaría vencer y debilitar nuevamente al Perú, émulo permanente de Chile en el Sur del Pacífico; crear una separación abismal entre el Perú y Bolivia por un tiempo cuya extensión estaría en razón directa de tan monstruosa injusticia; crearle al Perú un nuevo competidor político y económico, en mejores condiciones geográficas y necesariamente subordinado o sometido a Chile, ya que no podría ser amigo el Perú y ya que necesitaría apoyar en una amistad con aquél la garantía de continuidad en una posesión írrita de la que el Perú haría todos los esfuerzos posibles por expulsarla.»
El integérrimo patriota Alfonso Benavides Correa afirma en su libro Por la patria libre y la justicia social, en la p. 64: «Chile se luce muy generoso con el territorio de Arica, que fue exclusivamente peruano hasta el 3 de junio de 1929 en que el Perú se la cedió a Chile con reservas de dominio, pero se cuida de no hacerle ningún ofrecimiento por los territorios que a Bolivia le pertenecieron hasta el 20 de octubre de 1904 en que, de sur a norte, Bolivia tuvo como puertos propios Antofagasta, Mejillones, Cobija y Tocopilla. (...) Chile no le ofrece a Bolivia ninguno de estos puertos porque desde 1879, le ofreció Tacna y Arica a Bolivia, o únicamente Arica o una fracción de Arica, que no pertenecía a Bolivia sino al Perú que se proyectaba desmembrar, como canje por Atacama que Chile le sustrajo a Bolivia y como póliza de seguro de Tarapacá que Chile le arrebató al Perú.»
Ha hecho bien la Cancillería del Perú en recordar que hay un tratado, el del 3 de junio de 1929, que rige los límites entre Perú y Chile y el trato especial que hay sobre Arica. Si Torre Tagle comprende bien su misión, es hora de recordar in extenso y urbi et orbi, a los ciudadanos del Perú, qué fue y cómo se gestó un Tratado que puso fin a la infausta Guerra del Pacífico. Más aún, la ocasión es inmejorable para que los escolares, universitarios, políticos y líderes en general, entiendan qué es un país, cómo se defiende a la patria que no puede venderse, concesionarse o regalarse como pregonan irresponsables y traidores.
La invocación que de la historia ha hecho el presidente chileno es muy pertinente. Todos tienen que aprender de ella y, en primera fila, el mandatario del sur, quien, sin duda alguna, ha «olvidado» detalles que su país puso en blanco y negro el 3 de junio de 1929.
En ocasión de celebrarse en pocas semanas más el 75 aniversario del Tratado de aquella fecha, inclinemos con respeto nuestras miradas en recuerdo de los héroes que murieron por la patria, por aquellos que ofrendaron sin dobleces ni hipocresías su sangre y alma por el Perú.
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter