Un nuevo bloque disputa el poder político y económico del siglo XXI: lo llaman BRIC, y está integrado por Brasil, Rusia, India y China. Sin duda su potencial es enorme, pero lo que sorprende -o no tanto- es que son los bancos trasnacionales los que ya han fijado sus ojos en ellos.
En uno de sus tradicionales ejercicios de escenarios múltiples, a fines de 2003 el banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs creó esta sigla enigmática, pero muy prometedora para sus intereses, con las iniciales de los cuatro países. Un "cuarteto llamado a constituir en pocas décadas núcleos de poder económico y territorial significativos", al punto de correr del podio a varios de los hoy miembros del Grupo de los 7 países ricos.
El análisis de escenarios al futuro dejaba en claro que, de seguir su crecimiento como hasta ahora, a mitad de siglo China será la potencia líder , luego EE.UU. y tercera la India, que ostenta el mejor pronóstico de expansión. Para los analistas, en dos décadas Brasil podría superar a Italia, y seis años después, a Francia. Rusia aventajaría los PBI de Gran Bretaña y Alemania en 2027 y 2028.
Un par de semanas atrás, el presidente argentino Néstor Kirchner viajó a China al frente de una misión diplomático-empresarial del Mercosur. Este año ya estuvo en China y en India el presidente de Brasil, Lula da Silva. Es precisamente a través de Brasil, que el Mercosur se integra al BRIC.
Los viajes de Kirchner y de Lula este año, como los del presidente venezolano Hugo Chávez cuatro años atrás, buscan avanzar en un escenario de entendimientos Sur-Sur, que se vienen dando en los últimos años.
Ocurrió en la cumbre de Cancún el año pasado, sucede con los acuerdos que Argentina, Brasil y Venezuela (por separado) tienen con los países del BRIC, y pasó en la reciente cumbre de la Unctad en San Pablo. Significó el fortalecimiento y el relanzamiento del G-24 (hoy más de 130 países en desarrollo) y del G-15, la llamada "clase media" de los subdesarrollados.
Por ejemplo, en la reciente reunión de la Unctad se evidenció la voluntad política de los países en desarrollo de dar un nuevo y fuerte impulso al intercambio comercial entre las economías del sur para lograr una "nueva geografía del comercio, en un mundo cada vez más interdependiente".
Lula pidió la reanudación de las negociaciones para reducir los aranceles aduaneros entre las naciones pobres, al señalar su creciente empobrecimiento frente a los países ricos. Indicó que en los últimos cinco años 55 países en desarrollo crecieron menos de 2%, 23 registraron una retracción de sus economías y sólo 16 lograron una expansión superior a 3%. La renta per cápita de las naciones más pobres, agregó, pasó en los últimos 40 años de 212 dólares a 267 dólares, mientras en los países ricos subió de 11 mil 400 a 32 mil 400 dólares.
Lula recordó que en 1980 estos países participaban en 20% del intercambio comercial global, mientras que actualmente lo hacen en 30%. Abogó por reactivar el sistema general de preferencias comerciales (integrado por 44 países a los que podrían sumarse 40 más, según dijo) creado en el marco de la Unctad, que considera el mejor camino para aumentar el intercambio comercial entre los países del Sur.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, señaló que si los países en desarrollo logran reducir en 50% los aranceles que establecen para sus intercambios mutuos, podrían generar 15 mil 500 millones de dólares adicionales producto del comercio.
Proceso con historia
Todos estos intentos remiten más a una equidad en el intercambio mundial que a ambiciones geopolíticas, y evocan acciones como la de la Conferencia de Bandung (1955, con ejes en la descolonización y la equidistancia de Washington y de Moscú) y los intentos posteriores, con líderes emblemáticos como el indio Nehru, el egipcio Gamal Abdel Nasser, el yugoslavo Josip Broz Tito o el tanzanio Julios Nyerere.
Multipolaridad, integración horizontal, equidad, justicia eran el norte.
Al cabo, la deuda externa y la ola neoliberal llevaron a las burguesías del Sur aliadas a las metrópolis coloniales, a ceder el control de la acumulación a fuerzas trasnacionales y a renunciar a crear otro polo mundial. Hoy el marco histórico es otro, y lo intentan de nuevo. Paul Kennedy lo advierte cuando sugiere que "los políticos occidentales que piensan que el actual orden mundial durará todo este siglo deberían repensarlo seriamente".
Ya se comienza a hablar del G-4 en lugar del G-7, de los que sólo EE.UU., y Japón, auguró Goldman Sachs en el mismo informe, conservarán su poder. Cabe destacar que, según el análisis, todos los países europeos serían superados por las nuevas "potencias".
Para su formalización (de darse), aún falta mucho, pero sus intereses ya pueden leerse como una alternativa al actual mundo unilateral y en busca de mayor equilibrio al peso del G-7 en organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio o el mismo Consejo de Seguridad de la ONU.
Lo cierto es que hasta ahora los cuatro del BRIC apenas juntan 8% del PBI mundial. Pero sólo la suma de realidad va escribiendo la historia. Y, a propósito de ella, el historiador Paul Kennedy y el ex jefe del Banco de Reserva indio, S. Venkitaramanan, plantearon sus dudas por escrito. Señalaron un posible agravamiento del conflicto entre India y Pakistán, ambos con capacidad nuclear; mayores epidemias en China; crisis ecológicas en Brasil, o la autodestrucción por sobreexplotación de recursos o intrigas internas de su elite en Rusia. Todas catástrofes de proporciones, pero también posibles.
Pero juntos, los cuatro países representan 40% de la población planetaria. Cabe destacar la presencia de China y Rusia en este grupo, ya que -según analistas europeos- el atentado del 11-S en EE.UU. profundizó la "alianza estratégica" entre esos dos países, orientada a evitar el control estadounidense sobre fuentes y flujos de recursos energéticos en Asia Central.
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