El banquero de los banqueros, San Dionisio Romero Seminario logró, a través de sus muy bien rentados abogángsteres, que le cambiaran la sala que estará a cargo del juicio oral contra él y Vladimiro Montesinos en el caso Hayduk. Como es de verse, aquí interesa poco la sindéresis, la ética, o la mínima verguenza. ¡Poderoso señor es Don Dinero! ¡Y la dionisiojusticia pesa en Perú!
Conviene, es preciso enunciarlo, que se sepa que la Conasev, ya tiene una carta notarial por la que se demanda el apartamiento de San Dionisio Romero de todos sus cargos porque está violando las leyes de transparencia no sólo en el Perú, hecho que debía cautelar -y no lo está haciendo- Conasev y lo propio ocurre en Estados Unidos con la Securities & Exchange Commission a la que San Dionisio no ha revelado los múltiples juicios de que es protagonista estelar.
¿Qué implicancias pueden derivarse de esta delincuencial actitud? ¡Una y muy grave! Que Exchange Commission detecte el criollo salto a la garrocha de San Dionisio y simplemente lo sancione prohibiendo que el Banco de Crédito del Perú negocie sus acciones en la plaza norteamericana. Y no sería raro que esta desastrosa posibilidad también arrastrase a Yanacocha, Southern y Banco Wiese, las otras firmas ya en el mercado bursátil norteamericano.
San Dionisio es la estrella de juicios que van por delito de lavado de dinero hasta por estafa. San Dionisio es básicamente un hampón a quien la prensa, muy bien engrasada por su departamento de Imagen, no toca. Tiene dinero y lo reparte con calculada medición de su puntería. Ningún medio, comentarista, hablado, escrito o televisivo, le llama por su nombre. A pesar que a todos consta cómo se reunía, para repartijas innobles, con Montesinos, con el agravante que le ayudó a huir del país, so pretexto -dicen ahora los abogángsteres defensores- que cumplía un deber para aliviar la situación política de entonces. En síntesis, San Dionisio es un capítulo culposo para una prensa vergonzante y desacreditada.
Años atrás desde Dignidad denunciamos cómo había falsificado, en complicidad con un notario piurano, un documento testamentario, colocándose en lugar de su padre, para recibir la jugosa herencia de US$ 150 millones de dólares. Jamás contestó porque sabía que el aserto era comprobable y real. Después en Pura Verdad, le rendimos homenaje a su prontuario con cinco primeras planas. Ciertamente, en maromas aún por esclarecer, mi cabeza rodó y me fui a la calle. Ambiente casi natural de los periodistas que aún tenemos verguenza, garra y pasión por la justicia de pan con libertad. Sobre esto ya he escrito pero sólo como pincelada esclarecedora de lo que antes habíamos anticipado en Liberación bajo la batuta de César Hildebrandt.
La dionisiojusticia es una solución llave -y dinero- en mano, para todo aquel que sabe muy bien cómo los dólares “blanquean y adecentan”. Si se carece del vil metal, entonces el basureo y vilipendio son parte del menú obligado en cualquier instancia de justicia. Si ocurre lo contrario, se asciende a doctor, embajador, empresario, criollísimo o “se las sabe todas”. Espectáculo deprimente en un país de desconcertadas gentes.
¡Dionisiojusticia pesa en Perú!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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