¿Qué hay de común entre San Dionisio Romero Seminario, mandamás indiscutible del Banco de Crédito del Perú y mil empresas más y la efigie del Señor de los Milagros? Que yo supiera hasta ahora nada. Pero en múltiples diarios en su edición de hoy se da cuenta de avisos a toda página con el tradicional color morado de fondo y un mensaje del banco del banquero de los banqueros que dice: «Lo cargamos en el hombro, lo llevamos en el alma».
Esta mazamorra tiene ingredientes difíciles de tragar. Separemos la basura de lo que los peruanos consideran sagrado. San Dionisio Romero Seminario, como le bautizara Ricardo Ramos Tremolada, por línea de carrera y por la comisión desvergonzada de múltiples actos delictivos, sólo o en complicidad de sus esbirros asalariados, debería estar en la cárcel. Los jueces aceitados no le dan la condena porque hay abogángsteres dispuestos no sólo a vender a sus respectivas madres, sino ¡lo que es peor! a negociar el precio.
Entre otras perlas, denunciada en Dignidad hace dos años bajo mi entusiasta dirección, hicimos de público conocimiento que San Dionisio Romero Seminario (es bueno no olvidar este nombre) se había apropiado de una herencia de 150 millones de dólares, falsificando documentos y se puso en lugar de su padre que era el verdadero titular de ese monto, cambiando su apellido materno.
La picardía la hizo en Piura y con la complicidad de un notario delincuente. Hasta hoy estamos esperando que San Dionisio aclare el tema, pero se muere de miedo y rabia y varias veces, así nos lo han hecho saber sus íntimos, se ha acordado de mi madre. ¡Qué culpa tendrá ella de mis investigaciones!
En múltiples vídeos se ve a San Dionisio negociando sinecuras y favoritismos para el rosario de sus empresas con Vladimiro Montesinos. Sólo para el alquilable Jorge Avendaño, aquél bañado con desagues en la Católica hace años por su comportamiento inmoral, esto no tiene nada de delincuencial. Buena parte de los abogados en el Perú son como los monos: bailan al compás del tintineo que las monedas hacen sonar y si es en dólares ¡better! Pero San Dionisio está libre por las calles.
Una valiente denuncia de un ex-funcionario del BCP hizo que la Fiscal de la Nación ordenara una investigación contra San Dionisio Romero Seminario por vinculación al lavado de dinero del narcotráfico. ¡Por supuesto, aquella circunstancia ya fue dada de baja y el banquero de los banqueros se ríe porque en el Perú no hay quien lo meta a la cárcel que es su hábitat natural!
He propuesto más de una vez que si de gustos se trata, entonces el traje a rayas para San Dionisio, puede él mandarlo a confeccionar a Abbey Road, su calle preferida en Londres y hasta podría poner una discoteca o biblioteca (aunque no es aficionado a una cosa u otra) para pasar un «largo tiempo de reflexión». Pero no, a este tipo nadie le calza el guante porque su dinero compra conciencias, espacios televisivos y periodísticos y frente a eso, no hay ética que valga porque, además hay una severa crisis y todos viven de la publicidad.
¿Qué hay de común entre San Dionisio y el Señor de los Milagros?: ¡nada! Simple y descarado aprovechamiento de un símbolo que para millones de peruanos representa algo sagrado. ¡Se pasó esta vez, otra vez, de nuevo y como de costumbre, San Dionisio!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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