La Brookings Institution es presentada a menudo como el principal think tank [Centro de investigación, de propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político] de los demócratas. Se trata más bien de un organismo representativo de las elites moderadas, favorables a une regulación económica limitada, en oposición a los patronos libertarios del American Enterprise Institute. Actualmente activa en política exterior, aconseja -al igual que los neoconservadores- el uso de la fuerza, pero por razones humanitarias y no por evangelismo democrático, como un deber y no por entusiasmo conquistador. La mitad de sus investigadores trabajaron en el pasado para el Consejo de Seguridad Nacional o la Casa Blanca.
Poco antes de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, en 1916, el hombre de negocios Robert S. Brookings y sus amigos financiaron la creación de un instituto de investigaciones gubernamentales que adoptará poco después el nombre de Brookings Institution. Convencidos de que la buena administración no reside en las decisiones políticas sino en la calidad de la capacidad técnica, reunieron un grupo de seis investigadores en torno al presidente de la universidad John Hopkins y un profesor de ciencias políticas de la universidad de Princeton.
Durante la guerra, el instituto trabajó para el Consejo de Defensa Nacional y, al término de las hostilidades, estudió el problema del saneamiento de las finanzas federales. En los años 30, sirve de consejero al candidato Franklin D. Roosevelt, aunque critica el carácter estatal de su proyecto de New Deal. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Brookings trabaja sobre el control de precios y la economía de guerra. Más tarde, en 1946, lo hace sobre la reconstrucción de Europa realizando las evaluaciones económicas necesarias para el Plan Marshall como complemento a los estudios políticos realizados por el Council on Foreign Relations (CFR) [1].
Durante los años 50 y 60, la Brookings amplía sus fuentes de financiamiento y obtiene importantes contratos de investigación del Estado federal, siempre en el campo de los estudios económicos. Sus posiciones la sitúan como de centro derecha y la identifican poco a poco con el Partido demócrata, aunque cuenta entre sus miembros numerosos republicanos. Como consecuencia de ello sus finanzas e influencia varían al ritmo de los cambios en la Casa Blanca. Es poderosa bajo Kennedy y Johnson, pero la administración Nixon rechaza la renovación de sus contratos y le cierra las puertas. Decae entonces, pero florece de nuevo bajo Carter para hundirse después en la época de Reagan... y renacer con Clinton.
La Brookinks de hoy
En 2002, Strobe Talbott se convierte en el sexto presidente del instituto, mientras que John L. Thornton preside su consejo de administración, uno de cuyos miembros es Teresa Heinz. Ex-director del servicio extranjero de Time Magazine, Talbott, que fue subsecretario de Estado, es un hombre de confianza de Bill Clinton, su compañero de cuarto en la universidad.
Como miembro de la troika [2] que debía negociar con Yugoslavia para impedir la guerra, en 1999, adquirió cierta notoriedad internacional. Thornton es profesor de economía y presidente de Goldman Sachs. Teresa Heinz es la esposa del senador John Kerry [3]. Parece como si todos los miembros del Consejo de Administración, sin excepción, hubiesen sido sometidos a la aprobación del Council on Foreign.
En 1998, con la intención de lograr un consenso, la Brookings Institution, considerada como de centro derecha, llegó a un acuerdo con el American Enterprise Institute (AEI) [4], clasificado como de extrema derecha, para establecer un programa común de investigación sobre las reglas federales de regulación de la economía. Sus análisis se imponen en el Comité de Consejeros Económicos de la Casa Blanca.
La Brookings se ha abierto poco a poco a las cuestiones internacionales y estas constituyen actualmente un tercio de su actividad. La institución dispone de tres grupos esenciales de trabajo:
El Centro de Estudio de las Políticas de Asia del Norte trabaja sobre Japón y Corea, pero es esencialmente un observatorio de las relaciones que Estados Unidos mantiene simultáneamente con China y Taiwán. Lo dirige Richard C. Bush III, ex-director del Instituto norteamericano de Taiwán, y lo supervisa J. Stapleton Roy, ex-embajador de China y socio de negocios de Henry Kissinger. Entre los investigadores que trabajan en el Centro, Michael O’Hanlon se ha convertido en una estrella siempre presente en los estudios de televisión y audiencias del Congreso, especialmente locuaz en lo tocante al peligro nuclear norcoreano.
El Centro sobre Estados Unidos y Francia se amplió a otros programas sobre Turquía, Rusia e Italia, convirtiéndose así en Centro sobre Estados Unidos y Europa. Lo dirige Philip H. Gordon y lo financian mayormente el Estado federal, mediante el German Marshall Fund of the United States, y el industrial Daimler-Chrysler.
Este Centro está ligado a un programa de la misma denominación que dirige Guillaume Parmentier en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Es completamente bipartidista aunque concede un amplio espacio a los neoconservadores.
El Centro Saban de Política del Medio Oriente desarrolla un análisis estadounidense y, al mismo tiempo, sionista de esa región. Lo dirige Martin S. Indyk, ex-embajador en Tel Aviv y cofundador de un think tank del Likud, el WINEP. Lleva el nombre de su mecenas, el millonario judío Haim Saban, copropietario de Fox TV, y fue inaugurado por el rey Abdallah de Jordania.
Entre otros, emplea a Kenneth M. Pollack, autor de la obra de referencia sobre la cuestión de saber si había o no que desatar la guerra contra Irak. Escrito antes de las hostilidades, el libro planteaba cierto número de condiciones que nunca llegaron a cumplirse. Aunque hubiera podido servir entonces de referencia a los adversarios de la guerra, el autor cambió de casaca y se convirtió en el intelectual-que-justifica-la-invasión.
Algunos investigadores siguen también programas autónomos, como Susan Rice, ex-asistente de Madeleine K. Albright, que trabaja sobre el peligro que los Estados débiles representan para la seguridad de Estados Unidos, o Nigel Purvis quien, en coordinación con el Pew Center, estudia las posibilidades de utilizar la ayuda y la cooperación estadounidense hacia los países del Tercer Mundo como medio de presión para obtener concesiones de estos en materia de ecología.
Tales actividades impresionan por su cantidad y por la calidad de los expertos que participan en ellas. La Red Voltaire observa, sin embargo, que estos intelectuales tienen en común algo sobre lo que nunca se expresan: aunque la economía, no la política internacional, constituye el tema predilecto de la institución, más de la mitad de los 142 investigadores actuales parecen haber trabajado antes para el Consejo de Seguridad Nacional o la Casa Blanca. Además, es notorio que el Consejo de Administración, que se compone de patrones de multinacionales, confiere mucho espacio a compañías como AT&T o Chiquita (la antigua United Fruit), cuyo papel en las operaciones secretas del Consejo de Seguridad Nacional está sólidamente documentado.
En 2003, la Brookings disponía de bienes evaluados en 197 millones de dólares que le aseguraban cómodas ganancias, a las que se agregaban más de 10 millones de dólares en donaciones. El propio presupuesto de funcionamiento de la institución se elevaba a 39 millones de dólares. 275 personas trabajaban en la sede, además de unos 40 investigadores adicionales en el exterior. La Brookings publicó 27 informes y 50 libros ese año.
[1] «Comment le Conseil des relations étrangères détermine la diplomatie US», Voltaire, 25 de junio de 2004.
[2] Con Viktor S. Chernomyrdin y Martti Ahtisaari.
[3] «Ataques del candidato John Kerry al presidente Chávez», Voltaire, 24 de marzo de 2004.
[4] «L’Institut américain de l’entreprise à la Maison-Blanche» (El instituto americano de empresa de la Casa Blanca) texto en francés, Voltaire, 21 de junio de 2004.
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