Ante la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, alcalde de la ciudad de México, generada por su política de beneficio social y por su eficacia como mandatario del Distrito Federal, las fuerzas derechistas han recurrido a todo tipo de canalladas para evitar que llegue en el 2006 a la presidencia de la República.
Ante la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, alcalde de la ciudad de México, generada por su política de beneficio social y por su eficacia como mandatario del Distrito Federal, las fuerzas derechistas han recurrido a todo tipo de canalladas para evitar que llegue en el 2006 a la presidencia de la República.
En los medios de comunicación han llevado a cabo cotidianas campañas difamatorias contra Obrador, tomando todo tipo de pretextos, manipulando y exacerbando inquietudes populares como la referente a la inseguridad pública.
El año pasado, la extrema derecha, representada entre otros por Guillermo Velasco Arzac, excolaborador del grupo ultraderechista MURO y fundador de la organización político empresarial México Unido contra la Delincuencia, organizó con el insistente apoyo de los medios un multitudinario acto donde sus siniestros organizadores pusieron en las manos de niños de apenas diez años cartelones pidiendo la pena de muerte y otros denostando al gobierno de la ciudad de México.
En ese tiempo muchos medios azuzaban abiertamente a la población y la incitaban a acudir a los marcha. Hace apenas unos días, cuando muchos acudimos al Zócalo capitalino para expresar nuestro apoyo a Obrador, se nos calificó gratuitamente de «acarreados» y hasta de «manipulados», invirtiendo el uso del término que sí puede aplicarse, correctamente, a muchas de las víctimas del mencionado manejo mediático del año pasado.
Es esa una estrategia que se ha probado ya en otros países, como Chile, donde sectores y medios reaccionarios han usado el tema de la inseguridad pública para tratar de reivindicar la figura de Pinochet, presentándolo como gran defensor de los ciudadanos y, ante todo, para identificar a estos con los intereses de los sectores acaudalados, cuya principal preocupación es proteger sus fortunas amasadas generalmente con el dolor y la angustia de los pobres y con los engaños y abusos impunes a los consumidores.
Luego, se trató de organizar un linchamiento mediático y político contra Obrador simplemente porque se defendió de esas campañas mediante una historieta, y quienes tan ferozmente lo atacaron pasaban por alto el inmenso gasto publicitario que para resaltar su imagen han hecho muchos gobiernos panistas, comenzando por el del presidente Fox.
Una y otra vez, los conservadores think tanks estadounidenses, empresarios y políticos derechistas acusan a Obrador de ser «populista» simplemente por llevar a cabo importantes proyectos de beneficio social, como el reparto de vales de despensa para los ancianos, sector que requiere de atención prioritaria en una realidad donde el alargamiento de la vida ha multiplicado también los problemas de subsistencia en la tercera edad.
En contraste, Carlos Abascal, vástago de una de las familias más reaccionarias del país, pues su padre defendía la implantación de una dictadura católica en México, regida por una orden de curas soldados, ha tenido como prioridad el recorte de las prestaciones, pensiones y jubilaciones de los empleados y la defensa de los intereses empresariales.
Los enemigos de la justicia social se empeñaron en evitar que Obrador tuviera recursos para beneficiar a la población, a la vez que se abstienen de cuestionar los desvíos de fondos para el ultraderechista grupo Provida por parte de Luis Pazos, otro viejo militante de la ultraderecha, y los tramposos manejos financieros de Martha Sahagún, quien, como han dejado en claro varios reportajes de Financial Times, está acumulando recursos a costa de esas donaciones.
Fox, por su parte, como ha declarado públicamente, considera «escalofriante» otorgar recursos a los ancianos porque según él no son «productivos», pero no tiene empacho en gastar dinero del erario público para decidir, sin permiso de la legislatura, que irá a Roma a rendir homenaje al Papa y a rezar por los pobres: para él, el dinero debe seguir acumulándose en manos de los empresarios, pues para los pobres basta y sobra con una oración.
Según Fox, el gobierno federal quebraría si ayudara a los ancianos en la misma medida que lo hizo el gobierno de Obrador, pero este no sólo no ha quebrado sino que ha sido capaz de desarrollar rápidamente importantes obras urbanas.
Evocando a Salinas de Gortari, Fox ha bombardeado a los mexicanos con un alarde publicitario acerca de los pretendidos logros de su gobierno y hasta de su inexistente compromiso con los pobres, pero los proyectos de López Obrador han beneficiado directamente a mucha gente que por ello los conoce sin necesidad de alardes publicitarios.
Cínicamente, Fox ha querido presentar el desafuero y posible encarcelamiento de López Obrador como un ejemplo de que en México se aplica la justicia sin distinciones, pero esto no es verdad, pues ya desde su campaña presidencial el hoy presidente solapó las irregularidades cometidas por sus partidarios, como sigue haciendo con su ambiciosa consorte.
Si bien los derechistas enemigos de Obrador se escandalizan por su pretendido desacato, a la autoridad judicial con motivo de la negativa de esta a autorizar la construcción del camino a un hospital, no asumen la misma actitud cuando se trata de llegar hasta el fondo de los manejos de Martha Sahagún, para aplicarle la ley si es preciso, ni siquiera se comprometen con ese respeto a la legalidad en el caso de Jorge Serrano Limón, donde no hablamos ya de un desacato sino de un fraude por más de 7 millones de dólares que, de acuerdo con una investigación de la Auditoría Superior de la Federación, Jorge Serrano Limón, se echó a la bolsa indebidamente, de un financiamiento canalizado a su grupo como fruto de un manejo sectario y prepotente por parte de Pazos.
Para proteger al archienemigo del condón, el PAN ha tratado de restar importancia al asunto, y podemos estar seguro de que lo seguirá haciendo, pues se trata de procurar impunidad para un personaje emblemático de un buen sector de ese partido.
La canallada del desafuero muestra que la derecha no tiene, contrariamente a lo que pregona, ninguna vocación democrática pues no está dispuesta a ceder el gobierno de la República a un candidato popular, como Andrés Manuel, que representa una alternativa real de izquierda moderada. Manuel Espino, recientemente designado al frente de ese instituto político, representa la continuidad de la ultraderecha en el control del mismo, a la vez que un personaje incapaz de ganar las simpatías de muchos de sus correligionarios, pero, por su trayectoria de golpeador político, es idóneo para continuar con las acciones contra Obrador. Al igual que Pazos, Serrano Limón y Abascal, Espino es militante de grupos públicos y secretos de la ultraderecha.
Pero la campaña antidemocrática contra Obrador tiene muchos otros operadores, algunos de ellos bien conocidos como beneficiarios del salinismo que a su vez ha sido el principal promotor de la ultraderecha mexicana en las últimas décadas. La alianza del PRI y el PAN contra Obrador nos evoca los tiempos en que Salinas forzó a su propio partido a apoyar las derechistas reformas constitucionales que se aprobaron durante su periodo.
Es inconfundible el sangriento sello salinista en la represión que desarrolló contra el PRD y contra los sectores progresistas de su propio partido y que desembocó en la sangrienta transición de 1994, que incluyó el asesinato del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, por lo cual y atendiendo a los métodos que suele usar la ultraderecha y el voraz sector empresarial cuando ve amenazados sus intereses, no puede descartarse el escenario de una atentado contra López Obrador o de actos de provocación y de terrorismo de la derecha con tal de frenar su candidatura para lo que no bastan las farsas seudo legales que se han instrumentado.
Lo que está sucediendo en México tiene paralelos con el pasado reciente de otros países, como Venezuela, donde la derecha y el gobierno estadounidense han llegado incluso a orquestar un fallido golpe de estado y un referéndum para revocar el mandato del presidente Hugo Chávez. El pueblo venezolano supo defender en las urnas y en las calles la democracia y la justicia, como debemos hacerlo aquí en México ante las canalladas de la derecha.
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