El presidente Bush ya reconoce públicamente que sus discursos de política exterior se inspiran en las consignas de Natan Sharansky, primer viceministro de Israel, ex espía de los Estados Unidos en la URSS, líder actual de la extrema derecha en el seno del partido israelí Likud y hombre multifacético que inventó la retórica del colonialismo moderno: de Palestina e Irak hasta Rusia hay que democratizar a punta de fusil. Sharansky es también responsable de las campañas internacionales que acusan a Francia y a Bélgica de antisemitismo.
22 de junio de 2002, Beaver Creek (Colorado). Como cada año, Gerald Ford y Dick Cheney presidían el World Forum (Foro Mundial) [1]. Ante una prestigiosa audiencia, reunida por el American Enterprise Institute y sus seudópodos, como el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, el ex refuznik [antiguo ciudadano ruso, en especial judío, al que las autoridades negaban el derecho a emigrar N. del T.] Natan Sharansky, primer viceministro de Israel, presentaba con toda modestia «el plan Sharansky para la paz» [2].
Luego de emocionar a los asistentes con la versión de su trayectoria personal en las cárceles soviéticas, explicó el fracaso de los Acuerdos de Oslo: fue en definitiva Yasser Arafat quien se negó a aplicarlos porque un dictador necesita siempre un enemigo para poder mantenerse.
La paz pasa por la transformación previa de la sociedad palestina en democracia. Es necesario entonces destituir a Arafat; instaurar un gobierno provisional bajo el control conjunto de los Estados Unidos, Egipto y Jordania; desmantelar las «organizaciones terroristas»; lanzar un «Plan Marshall» para Palestina; y, luego de un largo proceso de educación, establecer la democracia y la paz.
No era difícil reconocer, con un nuevo look apenas retocado, el clásico discurso del neocolonialismo que justifica su ocupación con la necesidad de establecer una tutela sobre poblaciones infantiles. Como máximo, el orador sustituyó el gastado concepto de «misión civilizadora» por el de «democratización» al mismo tiempo que absorbía la retórica racista de Bernard Lewis sobre la incapacidad ontológica de las sociedades árabes de asumir su propio destino [3].
El auditorio, que experimentaba una viva satisfacción, se cuidó mucho de recordar que no fueron los palestinos quienes asesinaron a Yitzak Rabin (a) y que Yasser Arafat fue electo democráticamente en 1996. Nadie señaló tampoco que la transformación forzada de la sociedad palestina ya hace mucho tiempo que está en marcha [4].
Entusiasmado con estas nuevas consignas, Paul Wolfowitz llevó aparte a su viejo amigo Natan Sharansky. Mientras deambulaban juntos por este magnífico sitio, acompañados por sus numerosos guardaespaldas y asesores y a la vista de los demás invitados, mostraron ostentosamente su confabulación.
Dos días después, el 24 de junio de 2002, el presidente George W. Bush anunciaba en una conferencia de prensa en el jardín de rosas de la Casa Blanca que era hora de que Arafat se retirara y de que los palestinos eligieran nuevos líderes que no estuvieran comprometidos con el terrorismo.
Tres semanas más tarde, el 12 de julio de 2002, la Casa Blanca publicaba un comunicado en el que se acusaba a los dirigentes iraníes de atentar contra las libertades y los derechos humanos y se les exhortaba a retirarse.
De esta forma, el Presidente de un Estado miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exhortaba, violando de esta forma la Carta de San Francisco, a derrocar al presidente de la Autoridad Palestina y a los dirigentes de la República Islámica de Irán, electos todos sin embargo de manera democrática y reconocidos por la ONU.
La mayoría de los comentaristas, a pesar de su malestar, sólo vio en estas intervenciones una torpe forma de expresarse. Pocos fueron los que comprendieron la transformación que acababa de ocurrir: los Estados Unidos acababan de adoptar el punto de vista colonialista abandonado por los europeos desde medio siglo atrás; Natan Sharansky se había convertido en el gurú de George W. Bush, una influencia que el presidente estadounidense sólo revelaría al público en 2005 [5].
Antes de ser conocido como Natan Sharansky, el nuevo ideólogo apareció en primera plana de los diarios con el nombre de Anatoly Sharansky, ciudadano ruso, nacido el 20 de enero de 1948 en Ucrania. Sharansky, cuyo padre era periodista, realizó estudios de física y matemáticas.
En 1973 pidió emigrar a Israel pero la autorización le fue negada, como era costumbre negársela en aquella época a toda persona que trabajara en la industria de armamentos. Participó entonces en la campaña dirigida desde los Estados Unidos por el senador Henry «Scoop» Jackson para obligar a la URSS a que dejara emigrar a sus judíos a Israel. De esta forma establece contactos con Richard Perle, Elliott Abrams, Douglas Feith, Abram Shulsky y Paul Wolfowitz, asistentes y colaboradores del senador.
Es detenido en 1977, convicto de espionaje a favor de los Estados Unidos, y condenado a 13 años de prisión. Pero 9 años más tarde, se beneficia de un intercambio de espías y es liberado. Hace entonces su Aliyah, se construye en Israel una imagen de judío perseguido por el «Imperio del Mal» y se atribuye el apodo de «prisionero de Sión».
En 1988, crea el Foro Sionista cuyo objetivo es fortalecer la población de Israel recurriendo a los judíos soviéticos y ayudándolos a integrarse. En 1989, recibe la medalla de la libertad de manos del presidente Ronald Reagan. Su asociación evoluciona de manera progresiva hasta convertirse en 1995 en un partido político de extrema derecha, el Yisrael B’aliyah, que acabará por fusionarse con el Likud.
Además, crea junto a su amigo Douglas Feith y algunos otros una asociación para impedir la restitución de Jerusalén Oriental, ilegalmente ocupada: One Jerusalem (Una sola Jerusalén). Con este tema, logra que 100,000 israelíes firmen una petición. Milita también abiertamente a favor de la deportación de los palestinos.
Ingresa como diputado al Knesset (Parlamento israelí) y se une en 1996 al gobierno de Benjamin Netanyahu como Ministro de Comercio e Industria. Ocupará sucesivamente los cargos de ministro del Interior de Ehud Barak y viceministro primero, encargado de Jerusalén y de la Diáspora, en el gobierno de Ariel Sharon.
En septiembre de 2001, la ONU organiza en Durban (Sudáfrica) una Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia. Numerosas delegaciones retoman una resolución de 1975 que califica al sionismo de racismo. Israel y los Estados Unidos sabotean la conferencia e impiden la adopción de una resolución final. Esta polémica es brutalmente relegada a un segundo plano por los atentados de Manhattan.
Natan Sharansky desarrolla entonces un paralelo entre el antiamericanismo, el antisionismo y el antisemitismo. A partir de su propuesta, el gabinete israelí confía al rabino Michael Melchior, viceministro de Relaciones Exteriores, la creación de un gabinete de Relaciones Públicas encargado de divulgar esta consigna en la prensa occidental.
Bajo la dirección del Premio Nobel Elie Wiesel, el periodista húngaro Matyas Vince; el ex viceministro primero de Suecia, Per Ahlmark, y el futuro ministro canadiense de Justicia, Irwin Cotler, se convierten en voceros de esta idea y enmascaran su carácter estatal israelí. Oficinas discretas y eficientes son abiertas en varias capitales.
A merced de las tensiones diplomáticas que enfrenta Israel con ciertos Estados occidentales, esta «comisión de lucha contra el antisemitismo» ejerce presiones sobre ellos por medio de campañas de denuncia de su supuesto antisemitismo. Rápidamente, centra su acción contra Francia y Bélgica.
El 30 de enero de 2005, la secretaría de Ariel Sharon anuncia que la «comisión de lucha contra el antisemitismo» será elevada al rango de órgano ministerial y será directamente dirigida por Natan Sharansky [6].
En septiembre de 2004, con la ayuda de Ron Dermer, Sharansky publica The Case for Democracy: The Power of Freedom to Overcome Tyranny and Terror. Propone clasificar a los Estados en dos categorías teniendo en cuenta sus resultados en la «prueba de la plaza pública»: si cualquier persona puede dirigirse a la plaza central de la capital y expresar allí criterios contestatarios sin temor alguno, este país es una nación libre, de no ser así es una nación del terror.
Los primeros son democracias, los segundos, tiranías. Luego, Sharansky presenta con fuerza varios axiomas: todo hombre aspira a la libertad; las democracias son pacíficas, son las tiranías las que declaran la guerra; los tiranos se inventan enemigos para sembrar el miedo en sus pueblos y justificar de esta forma su autoritarismo.
Es algo simplista pero tiene la ventaja de permitir justificar tanto la ocupación de Palestina por parte de Israel como la de Irak por los Estados Unidos. Además, permite decir poco más o menos cualquier cosa; por ejemplo, invadir un Estado para «democratizarlo» demuestra que uno mismo es una democracia pacífica; o también: como todo hombre aspira a la libertad, no existe país que no tengamos el derecho de invadir para «democratizarlo»; y también: los pueblos que temen a nuestra política son manipulados por sus dirigentes que son tiranos, etc.
En noviembre, Natan Sharansky es huésped de George W. Bush en la Casa Blanca. El Presidente, que habría comenzado a leer la obra de Sharansky y pretende haber llegado a la página 221, habla de ella con pasión.
El 12 de enero de 2005, el Washington Times publica una entrevista con el presidente de los Estados Unidos quien declara: «Si quieren tener una idea de lo que pienso en la esfera de la política exterior, lean el libro de Natan Sharansky, The Case for Democracy. Es una gran obra».
El 18 de enero, Condolezza Rice, en una audiencia del Senado con el objetivo de confirmar su nombramiento como Secretaria de Estado, declara que la misión de América es difundir la libertad y la democracia en el mundo entero. El 20 de enero se produce el discurso de investidura del segundo mandato. El mundo escucha atónito a George W. Bush explicar que ha llegado el momento de democratizar a los recalcitrantes a punta de fusil. El Washington Post revela que el ministro israelí ayudó a redactar el discurso [7].
El 23 de febrero de 2005 en Alemania, la víspera de una reunión con Vladimir V. Putin en Bratislava, el Presidente estadounidense, interrogado con relación a esta influencia, la confirma en detalle y precisa sin ambages que su proyecto de «democratización» abarca también a Rusia.
A partir del 28 de febrero, Natan Sharansky emprenderá una gira por Europa en el transcurso de la cual hablará en ocho grandes universidades. Ninguna intervención ha sido prevista en París, la de Berlín acaba de ser cancelada por miedo a las manifestaciones que podría provocar.
En la «prueba de la plaza pública», Francia y Alemania acaban de perder. No hay que dudarlo, deberían ser «democratizadas» por los soldados estadounidenses.
[1] «El Instituto Norteamericano de la Empresa», Voltaire, 13 de marzo de 2005.
[2] Democracy for Peacek, por Natan Sharansky, AEI World Forum, 20 de junio de 2002.
[3] «La guerra de civilizaciones», por Thierry Meyssan, Voltaire, 7 de diciembre de 2004.
[4] Texto en francés: «Faire la paix avec les États, faire la guerre contre les peuples» (Hacer la paz con los Estados, facer la guerra contra los pueblos), por Youssef el-Aschkar, Voltaire, 19 de junio de 2003.
[5] Sin embargo, la revista estadounidense Newsweek del 15 de julio de 2002 es la primera en evocar esta influencia, sin medirla en su justo valor. Ver «Sharansky’s Quiet Role».
[6] «Sharon appelle à la création d’un corps chargé de l’antisémitisme», diario israelí Jerusalem Post, edición francesa, 31 de enero de 2005.
[7] Bush Speech Not a Sign of Policy Schift, Officials Says», diario estadounidense The Washington Post, 22 de enero de 2005.
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