La Cumbre reflejó no sólo el estado de situación del órgano corporativo globalizador por excelencia como la ONU, sino también el de los países.
Por parte del primero, una crisis de credibilidad , de insolvencia financiera y sobretodo de misión : para qué está el organismo ahora con un mundo cambiado no sólo en los equilibrios de poder sino también en el sentido del desarrollo de las naciones en un sentido más profundo.
Y por parte de los países que forman las bases para un acuerdo, la situación no es menos crítica en cuanto a los problemas de representatividad interna, la fragilidad de sus sistemas políticos, el propio sentido de sus esquemas de desarrollo y las formas actuales de hacer política que reflejan problemas subyacentes más profundos que se llevan a cuestas por los dirigentes de 160 países y que son dirigencias temporales en la mayor parte de los casos. “ Hay un claro problema de formulación de políticas en los países. Se ha retrocedido en el tema de Estado y sus políticas. Todos se sienten avasallados por generar espacios de ganancia económica rápida, especialmente los países con problemas de cuenta corriente” señala otra fuente.
Por otra parte de aprobarse las propuestas de seguridad global dominantes, la ONU con su actual formato, se hará partícipe de modelos de seguridad encaminados a nuevas dictaduras. Algo no está funcionando en el sistema político de cada país, donde el tema ONU es dejado al albedrío de las cúpulas políticas, que sin excepción responden a dinámicas pasajeras y no a políticas de Estado consolidadas. Todo demuestra que en una época donde se hacen grandes loas al liberalismo y el desarrollo democrático en los países, es cuando menos participación existe de las ciudadanía en la discusiones que conducen e a tomar decisiones en los grandes temas.
Mientras se destilan comentarios oficiales de diferentes participantes, por los resultados concretos en cuanto a acuerdos esta no ha sido la cumbre de la reforma, ni de la seguridad, ni menos la del hambre. Lo que si hizo esta cumbre fue cerrar la brecha entre expectativas, y acuerdos factibles en el futuro respecto a temas globales. Al parecer, por la pobreza de los acuerdos globales, lo que se enfatiza por globalización no va por los carriles de la ONU y tiene sus propios. Eso si sirvió para detectar posiciones en un plano más amplio de países que si bien se conocían en la previa, ahora emergen en un germen de alineamientos regionales.
Una conclusión importante sería que a falta de un acuerdo global, en vista de la fragmentación política evidente, la vía regional de los acuerdos podría encumbrarse en un proceso que llegue a instancias más globales. O sea reconstruir el multilateralismo desde bases y alineamientos regionales. Pero en ningún caso la unilateralidad actual del poder político del Consejo de Seguridad se sacrificaría. En este sentido primó la visión de los realistas en oposición a los más “constructivistas”, de que el ambiente no está para cambios radicales en las cuerdas del poder.
En ninguno de los dos puntos más urgentes: reforma y seguridad global, donde debería incluirse desarme, se lograron acuerdos sustantivos y apenas se aproximaron visiones regionales acerca de la seguridad. El tema de una reforma orgánica de las Naciones Unidas y sobretodo en la reformulación del Consejo de Seguridad, la Cumbre ofreció una confirmación de lo que se sabía: no hay clima de base para una reforma radical del Consejo. O sea, las aspiraciones para que el Consejo distribuya el poder regionalmente son prematuras, y las posiciones dentro de los países miembros del Consejo continúan divididas.
Tanto la reforma del sistema como el tema de la seguridad global, cayeron en la trampa de la contingencia y no fueron asociados a temas más profundos, de largo alcance que parten de los países mismos. Cada vez que existe una Cumbre de esta naturaleza para resolver problemas mayores, la contingencia los envuelve con su ritmo, que es un bocado para el político y el burócrata que concurre a este tipo de conferencias, porque se instala la creencia que se está haciendo algo útil, justificando el evento. El sistema genera su propia trampa y el concepto de gran Cumbre, con el gran acuerdo para resolver temas concretos de largo aliento, como por ejemplo la incorporación de los Derechos Humanos en la carta fundamental en forma más específica, o el cumplimiento del derecho internacional en la invasión y ocupación a Irak, no tienen el espacio suficiente, o simplemente no formaron parte de la agenda.
Seguridad global : la tarea pendiente que no se discute con la ciudadanía
En un plano más general, la novedad mayor quizás provino del Presidente Bush cuando señala por primera vez , - en un foro como el que ofrece la ONU no lo había dicho antes- que la lucha contra el terrorismo hay que enfrentarla no solo con las armas. Este es un tema no menor y aunque palabras son palabras y hechos son hechos, por lo general en el caso de Bush, lo que ha dicho lo ha hecho.
El discurso refleja los nuevos planteamientos de una doctrina de seguridad nacional (de los EEUU), levemente reformulada en el papel, que le da más peso y factor integrador al trabajo político e ideológico en la lucha contra la insurgencia y el terrorismo. El esfuerzo estaría enfocado en los aspectos preventivos de la insurgencia y no en la aplicación de recetas militares de último minuto.( Ver el trabajo de S. Metz y R. Millen escito para el Pentágono, 2005). Es evidente la urgencia en la administración Bush para experimentar una reingeniería conceptual ( ¿y de personal?) de la doctrina de seguridad. Las exposiciones oficiales y otras fuentes consultadas revelaron ese cambio: más acento en lo político, y menos unilateralidad en el argumento bélico.
Dentro de esta reingeniería de las nuevas formas de enfrentar las amenazas a la seguridad, se contempla – como indispensable- una mayor integración entre el mundo político civil y el mundo político militar, a escala global. En la ONU se están plantando las semillas para esta doctrina, aunque no se llegaran a acuerdos. En su espacio experimental consiste por ejemplo, que se cierren de una vez por todas los casos de Derechos Humanos que involucran a militares y que obstaculizan esa integración.
Chile es un claro ejemplo en esta tendencia, y la premura del Gobierno de Chile por decretar el fin de la transición a través de proyectos que aceleren juicios o los liberen directamente, forma parte de esta estrategia de seguridad global. Así como Chile fue el modelito apropiado en el tercer mundo, para aplicar las políticas de ajuste económico en los años 80, ahora sería otro modelito en un sentido político de gobernabilidad y estabilidad a través de esa mayor integración política entre el mundo civil y el militar para enfrentar los desafíos de la seguridad global, regional y local. El mandato es claro: aquí hay un sistema funcionando que proteger, y cualquier amenaza a su estabilidad es insurgencia.
La desprogramación del mundo bipolar: tarea pendiente
Se debe tener presente no obstante, que todo lo que ocurre o no ocurre, es en gran medida una responsabilidad de los países, y ésta, no reside solamente en la estructura actual de la ONU, ni siquiera en la conformación del Consejo de Seguridad. Aún así, el sistema de una Asamblea con poder resolutivo está cada vez más subordinado a las tendencias internas del Consejo de Seguridad. En este sentido, la ONU y su mecanismo resolutivo del Consejo de Seguridad, es la más oligárquica instancia de poder en el mundo, y no existe un consenso de cómo abordar el problema, por la división entre una mayoría países bajo un esquema de subordinación política y económica y alineamientos que se pensaban superados con el fin del mundo bipolar.
La cumbre ha puesto en evidencia una vez más el apresuramiento para decretar un nuevo orden mundial a partir del fin del mundo bipolar. Existe además un evidente acoplamiento de ideas en los países que estuvieron más dependientes del equilibrio bipolar, que se manifiesta en cada cumbre de esta naturaleza. El mundo bipolar funcionó bajo un sistema de equilibrio centralizado durante más de 40 años, afectando en profundidad, no sólo el sistema de relaciones internacionales, sino que las políticas de estado en los países. Se expandió bajo este sistema una forma de hacer política que aún no se ha desprogramado, a pesar de los informes de avance del espacio democrático.
Un mundo profundamente dañado por una guerra fría despiadada de casi medio siglo, no se recompone sin un proceso deliberado de reconstrucción cultural en la forma de hacer política y lo que es peor, no hay una percepción generalizada del fenómeno cómo un problema. La responsabilidad mayor para que esto ocurra recae en los enclaves de poder que aún practican la misma forma de hacer política, disfrazada bajo la pátina de un supuesto estado liberal, porque su población consume lo que puede libremente y una condicionada libertad de expresión concentrada en los mismos consorcios que lucharon en la confrontación y que permanecen con sus metodologías intactas.
Existe un reduccionismo en el análisis intentando a toda costa propagar la idea del fin de la guerra fría, con efectos que se observan en eventos como en esta Cumbre, donde en lo sustancial no hay confianza.
El creciente reacomodo de fuerzas entre los países de las diferentes regiones del globo formando alianzas nuevas para ganar cuotas de maniobra en las negociaciones, es una faceta emergente en un mundo donde ni los actores principales, ni las aspiraciones fundamentales en las negociaciones del futuro parecen ser claras. La compleja relación entre los grandes espacios de poder representados por los EEUU, el Japón, la Comunidad Europea, China e India, reflejan la realidad de un planeta cuyo nuevo orden encuentra enormes dificultades para poder construirlo exclusivamente desde la perspectiva económica, o de la seguridad.
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