Las banderas latinoamericanas están a media asta en homenaje a la memoria de Filiberto Ojeda Ríos, desangrado y muerto, a los 72 años de edad en Hormigueros, Puerto Rico, por la acción matonesca y terrorista de los agentes del FBI estadounidense.
Las banderas latinoamericanas están a media asta en homenaje a la memoria de Filiberto Ojeda Ríos, desangrado y muerto, a los 72 años de edad en Hormigueros, Puerto Rico, por la acción matonesca y terrorista de los agentes del FBI estadounidense que dieron fin a la vida del líder del Ejército Boricua. ¿Inaugura Washington una abominable era de terrorismo de Estado para aniquilar a todos los que le son incómodos?
¿Qué excusa darán las hetairas y cortesanos que medran en las ONGs de dólares norteamericanos en nuestros países para justificar esa forma de intervencionismo monitoreado desde Gringolandia con el pretexto de “luchar” por los pobres? ¿Qué exclamarán esos “intelectuales bienpensantes”, al decir de Atilio Borón, que “escriben” libros para “estudiar” la globalización y la “democracia”?
¿Qué nos dirán los serviles orgánicos que están en la dirección de los medios de comunicación y programas diversos, tan simpáticos a cuanto haga Estados Unidos y sus TLCs, sus exigencias de impunidad para sus soldados cuando violen los derechos humanos fuera de sus fronteras?
¿Acaso el asesinato de que ha sido víctima Filiberto Ojeda Ríos tiene alguna justificación? ¿Desde cuándo un crimen puede ser honorable y una buena costumbre?
¿Hasta cuándo esperará el Congreso del Perú para expresar su categórica condena frente a un hecho que pareciera de película de mafiosos porque Ojeda Ríos no murió de los balazos que recibió sino por la negligencia adrede que significó la falta de atención médica oportuna?
¿O es que como los autores son agentes del FBI, tienen licencia para matar? Como el Parlamento sólo se reúne en plenos los días jueves, habrá que esperar a ver si entre sus múltiples puntos de agenda, se encuentra este monstruoso incidente ocurrido en Puerto Rico el 23 de setiembre pasado.
Si Estados Unidos hace cuanto le viene en gana en el mundo es porque éste no responde de modo solidario y en bloque ante las baladronadas que impulsa esa marioneta descerebrada que es George W. Bush.
Día que pasa, día que evidencia que las explosiones ocurridas el 9-11, en Nueva York, fueron parte de un siniestro plan que justificaría el terrorismo de Estado ordenado desde Washington allende sus fronteras. Y los paganos, los pueblos más débiles que no tienen cómo defenderse.
El que Puerto Rico sea, según su Constitución, un Estado Asociado de la potencia norteamericana, no significa que una pandilla de agentes del FBI pueda entrar a sus confines y coser a balazos a un líder, cuya ideología no interesa, que era un anciano de 72 años y que tuvo –o tenía- algún predicamento popular entre sus compatricios. Latinoamérica no puede seguir siendo la chacra de experimentos de Estados Unidos, pero esto depende de la valentía y pantalones que demuestren sus gobiernos.
¿Qué ha hecho o exclamado ese ministerio de embajadas que es la OEA, mamut burocrático y guarida de ociosos y ganapanes que viven muy bien a costa de los pueblos latinoamericanos en cuyo nombre dicen actuar? ¡Por supuesto que nada! Siempre el lenguaje diplomático será la tapadera para las más innobles y desopilantes explicaciones. Además, el socio mayor que paga gran parte de las planillas, se llama Estados Unidos. ¡Qué drama y qué deshonra!
Al lado de la dignidad indomeñable de Vieques, une su nombre, para los fastos de la historia portorriqueña para siempre, en halo de dignidad y orgullo de multitudes, Filiberto Ojeda Ríos, mártir desangrado por crueldad ajena y angloparlante.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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