Una sorda guerra enfrenta a dos ministros. Por un lado el prudente tecnócrata Fernando Zavala, en Economía, niega rotundamente que se esté pensando en un aumento del sueldo mínimo. En cambio piensa distinto el titular de Trabajo, Carlos Almerí, de gran sentimiento social, que propugna –o estaría entusiasmado- por este incremento para los sufridos trabajadores. En este país el NO es SI y ¡cuando el río suena, es porque AUMENTOS trae!
Como los empresarios privados se han negado -¡cuándo no!- a cualquier referencia que orille un aumento por los costos ínsitos que estos tienen, de repente sí se asigna, libre de cualquier impuesto, un bono para el 1’800,000 de empleados públicos. Este plus tendría una característica especial y sospechosa: en papeles para la compra de víveres o toda clase de artículos en establecimientos afiliados a la cadena que tiene, en monopolio, una transnacional francesa o la recepción del dinero en efectivo.
La transnacional gala cuando hace propaganda de las ventajas que tiene la ley de prestaciones alimentarias omite, ¡sólo Dios sabe porqué razones! aclarar que es facultad del trabajador discernir si acepta los vales o escoge el contante y sonante. Primera falla. Hay una publicidad engañosa que realmente tima. De este modo, se induce al trabajador a usar papeles para comprar en algunas tiendas. En esta empresa foránea trabaja, desde hace varios años, desde que su padre era ministro de Energía y Minas, Martín Quijandría.
El negocio financiero que estaría por concretarse alude a que 1’800,000 trabajadores estatales podrían gozar de un aumento de algún porcentaje. El Estado tendría que pagar a esta transnacional monopólica francesa el íntegro de ese incremento cada mes para que los trabajadores reciban esos documentos o vales de consumo. Hay en camino fuertes presiones para ratificar la exclusividad del modus operandi de estos papelitos. En buen romance: si esos casi dos millones, consuman o no, usen o no, esos vales, es un tema personal de cada quien, pero el Estado sí tendría, por angas o por mangas, que avituallar, por adelantado, el monto correspondiente del aumento a la firma francesa ¡por el universo de ese 1’800,000 servidores. Y ésta, a su vez, podría escoger, borrar, decidir, a qué empresas o grupos de firmas les da el privilegio de trabajar con ella y en los términos en que los galos quieran manejar el gran negociado.
La ley de prestaciones alimentarias fue rechazada por el Congreso fujimorista años atrás. En este gobierno sí fue aprobada. Uno de los más eficientes sustentadores de la misma fue Carlos Almerí, hoy en la cartera de Trabajo. Preguntado sobre su presunta relación con Sodexho, por Rosa María Palacios en su programa político diario, el parlamentario discurrió por una alquimia indescifrable de explicaciones. Haría bien el legiferante Almerí en aclarar su absoluto y terminante divorcio de cualquier tema relacionado con la exclusividad del negocio financiero explicado líneas antes y que podría reportar nubes negras a su carrera política. A menos que pretenda irse a gozar de largas vacaciones fuera del país. De repente a Europa y más precisamente a la Costa Azul.
Nada es casualidad o sucede porque sí. Hay una guerra en que algunos quieren, a troche y moche, impulsar un negocio financiero de cientos de millones de dólares, sufragado por el Estado, es decir por todos los peruanos, y para el goce exclusivo en coimas, dineros bajo la mesa y acciones sucias digitadas desde Washington donde reside un ex ministro profundamente vendepatria a quien David Waismann llamó traidor, para seguir estafando al pueblo peruano.
¿Oirán los parlamentarios tan ocupados en los trascendentes temas de su reelección? ¿apoyarán los negocios sanos –muy pocos es cierto- a que esto se corrija? ¿dirá algo la mínima prensa que denuncia y lo hace de frente y sin galanuras paliativas? ¿olvidarán quienes tienen el deber de señalar a los inmorales, sus cuitas particulares y egoístas?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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