“El nacionalismo es, para América Latina y demás pueblos subdesarrollados, la conciencia que su atraso y su pobreza no son hechos naturales y necesarios, sino que sólo persisten porque son lucrativos para ciertos grupos internos y externos. Es también –prosigue- la conciencia de que el subdesarrollo no es la antesala del desarrollo, sino una situación traumática, resultante del modo de implantación y de organización de sociedades nacionales como proyectos foráneos destinados a servir menos a sus propios pueblos que a otros. Corresponde, además, a la percepción de que las relaciones internacionales, según se las oriente, pueden contribuir tanto a eternizar el subdesarrollo como a superarlo”. Cita de Darcy Ribeiro en el libro Una difícil vecindad de Alfonso Benavides Correa, 1997, hecha en la presentación de Jorge Rey de Castro.
Agrega Ribeiro: “el cosmopolitismo es para los latinoamericanos la actitud opuesta de miopía y complejo de inferioridad hacia los contenidos nacionales de su cultura, de exaltación de los pueblos avanzados y de ingenuidad o complacencia frente al carácter expoliativo de los vínculos de dependencia externa. Tal actitud, sea ingenua o lúcida, conduce a sus portadores a actuar en la universidad y en la sociedad como agentes de designios extraños y ajenos. Los ingenuos operan como auxiliares espontáneos de la colonización cultural, se sienten bien pagados con los honores del reconocimiento fuera del país, de sus méritos intelectuales o tan sólo de su “imparcialidad” y “amplitud de miras”. Los lúcidos son instrumentos concientes de la colonización cultural y, de hecho, pertenecen al contexto foráneo a que sirven, aunque sean nativos. Cuando extranjeros, son nacionalistas a su modo, pero con signo inverso”.
La reciente rabieta contra el nacionalismo del escritor funcional ibérico de origen peruano, Mario Vargas Llosa y que aquí acogen con grandes titulares los medios de comunicación tiene enorme contenido ideológico, ningún apego nacional y mucho de cosmopolita y globalizante. ¿Se habrá convertido el brillante narrador en instrumento conciente de la colonización cultural y pertenece, de hecho, al contexto foráneo a que sirve, aunque sea nativo del Perú andino? Todo así lo evidencia.
Entre las hondas reflexiones de Darcy Ribeiro, brasilero-latinoamericanista y que cita bien Rey de Castro en el libro Una difícil vecindad, aporte nacionalista –ciertamente- del egregio Alfonso Benavides Correa y las frívolas, superficiales y muy convenientes expresiones de un escritor funcional, Mario Vargas Llosa, me quedo con Ribeiro, alabo el tino de Rey de Castro y, sin duda alguna, valoro realmente a un peruano peruanísimo, que no birla su nacionalidad, como el maestro Alfonso Benavides Correa.
Ha denunciado hace muy pocos días, Cecilia Bustamante Moscoso, poetisa, escritora y analista aguda como brillante –y por eso excluida del festival que se lleva a cabo en Guadalajara- cómo es que las pandillas funcionales y serviles al imperio norteamericano determinan quiénes deben ir a tal o cual convite. A quiénes se debe premiar con la tribuna para que pronuncie las monsergas a que estamos acostumbrados y que los medios de comunicación, chacales tributarios, se encargan de difundir. No hay visión crítica con los contenidos, aun cuando posean contrabandos y mentecatadas disolventes y enemigas de cualquier conformación social o patriótica. El dinero, los dólares y los euros, se encargan de alejar u obliterar cualquier remordimiento en el actuar de estas genuinas patotas de gángsteres culturales. Da risa –y asco- conocer que Alfredo Bryce Echenique pronostique que un gobierno de Humala sería un “desastre”.
Los escritores funcionales, los genízaros criollos, los peruanos bamba, todos los tecnócratas vendepatria, comulgan con un solo mensaje: ¡destruir al Perú y regalarlo vía concesiones, privatizaciones, enajenaciones paulatinas del patrimonio nacional! Y por solución sólo plantean la renuncia cómoda a pensar con valentía para entregarse servilmente a la globalización que edita sus libros, paga sus viajes y regala diplomas u homenajes para sus orgullos y vanidades de cipayos y testaferros de poderes foráneos. Felipillos redivivos, sinverguenzas descarados, brillan sólo porque quien emite la luz posee la moneda fletadora de sus imposturas y majaderías. ¡Así de simple!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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