«El 12 de Abril de 1961, en la Unión Soviética, fue puesta en órbita circunterrestre la primera cosmonave “Vostok” con hombre a bordo. Pilota la cosmonave “Vostok” el ciudadano de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, piloto militar GAGARIN Yuri Alexéevich...»
«El 12 de Abril de 1961, en la Unión Soviética, fue puesta en órbita circunterrestre la primera cosmonave “Vostok” con hombre a bordo. Pilota la cosmonave “Vostok” el ciudadano de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, piloto militar GAGARIN Yuri Alexéevich...»
Incluso ahora que los vuelos espaciales se hicieron casi un hecho habitual y la propia cosmonáutica está determinando la filosofía del desarrollo de nuestra civilización, este comunicado oficial de la TASS de hace 45 años fascina con su tono tranquilo y fe inquebrantable en el éxito.
Entretanto, la historia de vuelos tripulados abunda en dramatismo, y los primeros 108 minutos de la era espacial no fueron una excepción. Las históricas palabras de Yuri Gagarin: “¡Vamos!” costaron no sólo las noches de insomnio y nervios estropeados de miles de personas, sino también la sangre.
Antes
En noviembre de 1958, el Consejo de diseñadores jefe apoyó la propuesta de Serguei Koroliov, quien por aquellos años encabezaba el programa espacial de la URSS, de comenzar los trabajos con miras a crear un satélite pilotado. Sin embargo, la dirección política de la Unión Soviética, aunque compartía la opinión de los norteamericanos de que el primer hombre en el espacio extraterrestre pudiera costar más de cien divisiones o una docena de misiles balísticos, en realidad daba preferencia evidente a estos últimos precisamente.
Puesto que el tema de armas tenía prioridad incondicional, era poco probable cifrar esperanzas en la aprobación de un solo programa de vuelos tripulados. Pero como ya sucedía en más de una ocasión y sucedería también en el futuro, ayudó el rival potencial. En 1959 los norteamericanos lograron por primera vez hacer volver a la Tierra las fotografías procedentes del satélite “Discovery”, lo que facilitó en grado sumo reunir y elaborar los datos de reconocimiento obtenidos. La URSS no tenía aún semejantes medios técnicos. Pero el problema del retorno de la órbita es clave también para el hombre a bordo. De tal modo, coincidieron por completo los intereses de los políticos, militares y científicos.
En mayo de 1959 la disposición secreta del gobierno prescribía a Serguei Koroliov proceder a la creación de un satélite espía. Sin embargo, el diseñador principal logró, de grado o por fuerza, introducir en este documento siete palabras: “...y también un satélite destinado para el vuelo del hombre”.
No se debe olvidar que antes del vuelo de Gagarin nadie sabía nada sobre la influencia que el cosmos ejerce en el hombre. Las opiniones de los médicos divergían. Muchos consideraban que el vuelo espacial no se distingue mucho del vuelo en el avión de gran altitud. Otros estaban seguros de que, al exponerse al estado de gravedad, el cosmonauta se volvería loco.
Como siempre, decidieron comprobarlo en perros. El 28 de julio de 1960 fue lanzado el cohete “8K72” con los perros Chaika y Lisichka a bordo. A los 23 segundos del vuelo se produjo la catástrofe. La explosión dispersó las partes del portador por la estepa sin haber causado, por suerte, mucho daño. Sin embargo, los perros sucumbieron. Esta avería demostró hasta qué punto era actual crear un sistema de salvamento del módulo recuperable. El 19 de agosto del mismo año la cosmonave “1K №2” con los perros Belka y Strelka a bordo fue puesta felizmente en órbita, y al cabo de 24 horas los animales sanos y salvos volvieron a la Tierra.
Entretanto, el Kremlin recibió la información de que los norteamericanos tenían todas las probabilidades de realizar en la astronave “Mercury” el vuelo suborbital ya a principios de 1961. En vista de ello, el 11 de octubre de 1960 el dirigente soviético Nikita Kruschov firmó la disposición, en la que la creación de la cosmonave pilotada se consideraba como tarea de singular importancia.
Sufrieron fracaso dos intentos de lanzar las estaciones automáticas para la exploración y estudio de Marte. Los resultados esperanzadores del vuelo de los perros Belka y Strelka impulsaron a tomar la decisión de lanzar al primer hombre a la orbita terrestre en diciembre de 1960, inmediatamente después de realizado un vuelo más de los animales.
Conforme a lo planeado, el 1º de diciembre de 1960 fue lanzada una nueva cosmonave-satélite con los perros Pchiolka y Mushka a bordo. El vuelo transcurría normalmente, pero a la hora de su regreso a la Tierra se presentaron problemas. Debido a la falla del retrocohete, el impulso retropropulsor resultó más corto que el previsto. Con tal motivo, la trayectoria de descenso era muy larga, lo que, a su vez, significaba que el módulo podría aterrizar ya fuera de los límites de la URSS.
Para que los equipos supersecretos no cayeran en las manos del enemigo, incluidos los pobres perros, las cápsulas iban dotadas del sistema destructor de emergencia. Debido a la acción positiva del sistema, se produjo la explosión, habiendo convertido el módulo en una nube de minúsculos fragmentos y enterrado a la vez la esperanza de realizar el vuelo del hombre en 1960.
«Vamos...»
No obstante, el 12 de abril de 1961 la Unión Soviética abrió la era espacial a la Humanidad. A pesar de un sinnúmero de libros y artículos dedicados al primer vuelo del hombre incluso ahora se ignoran muchos pormenores de aquella histórica vuelta.
El lanzamiento y la puesta en órbita transcurrieron normalmente. Ya durante numerosos entrenamientos el cosmonauta adquirió tolerancia a la vibración, ruido y excesivas cargas. Incluso en nuestros días es imposible modelar por completo el vuelo espacial, máxime que en el espacio extraterrestre no existen fenómenos insignificantes. Por supuesto, el peligro principal no dependía de éstos últimos.
Resultó que la cosmonave entró en la órbita mucho más alta que la estimada. La altura del apogeo constituyó 327 km contra 247 km de los satélites no tripulados lanzados antes. Esto significaba que si durante el descenso fallara el retrocohete, la cosmonave descendería de la órbita a costa del frenaje aerodinámico en las capas altas de la atmósfera. En tal caso, si Gagarin volara en la órbita de 247 km, podría volver a la Tierra al cabo de 5-7 días. Las provisiones de a bordo estaban previstas para este plazo.
Sólo es de adivinar lo que sintió el personal del Centro de Dirección habiendo determinado la verdadera órbita en que se encontraba el vehículo. Pues, en caso de la falla del retrocohete, el cosmonauta debería pasar en el espacio extraterrestre de 15 a 20 días, lo que equivalía a la muerte. El retrocohete no falló, la cosmonave salió de órbita y a la altura de 1500 m el cosmonauta se catapultó y aterrizó normalmente, habiendo dado la vuelta a la primera página de la historia de la astronáutica pilotada mundial. Comenzó una nueva era.
Después...
Triunfo, veneración casi divina, apogeo de la gloria: son los aspectos harto conocidos relacionados con el primer vuelo del hombre al espacio extraterrestre. Pero había algo menos conocido, ante todo vinculado al aterrizaje, cubierto por el velo del misterio, del primer cosmonauta del mundo: si aterrizó Gagarin con paracaídas por separado de la cápsula o dentro de ésta.
Al parecer, no hay problemas al respecto. Pero los ideólogos soviéticos estimaban que el lanzamiento con catapulta minimiza el heroísmo del primer vuelo, y se le ordenó a Gagarin decir que se había aterrizado en la cápsula. La verdad fue comunicada solamente en 1964. Después de realizado el vuelo de la cosmonave triplaza “Vosjod”, los mass-media soviéticos comunicaron que por primera vez el equipo aterrizó encontrándose en el vehículo. No obstante, hasta el fin de sus días, en las innumerables ruedas de prensa internacionales a Gagarin le hacían la misma pregunta maliciosa respecto a su aterrizaje.
El insensato velo del absoluto misterio “espacial” que, a propósito, desapareció hace poco solamente, engendró un montón de rumores aun antes del vuelo realizado por Gagarin. Se afirmaba que la URSS mantenía en secreto la muerte de varios astronautas intrépidos que intentaban alcanzar el espacio extraterrestre.
El propio líder Nikita Kruschov, conocido por su afición a los efectos, ante todo públicos, atizaba las pasiones. A título de ejemplo procede señalar que, debido a las declaraciones soviéticas, los norteamericanos esperaban algo extraordinario el 27 de septiembre de 1960. Lo señalaba tanto el informe de la CIA, como la información de un marino soviético fugado sobre el próximo lanzamiento espacial.
Sin embargo, no siguió comunicado oficial alguno de la TASS. La conclusión fue unívoca: el programa espacial de la URSS cuenta con una víctima humana más.
En efecto, se produjo una “víctima”, pero en forma de dos cohetes portadores “Molnia” que estallaron en el sector de su puesta en órbita habiendo intentado con su ayuda poner en órbita espacial la primera estación automática “1M” para la exploración y estudio de Marte.
Todos estos fracasos pueden ser comparados con los bloques ya agotados que tarde o temprano se desprenden de la cosmonave, y parece que suena de nuevo aquel histórico comunicado:”...la cosmonave-satélite comenzó el libre vuelo en órbita circunterrestre”.
Ria Novosti 06/ 03/ 2006
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