Condenados a vivir de la basura de los demás, cientos y cientos de argentinas y argentinos se fueron organizando en sindicatos, cooperativas o asociaciones de cartoneros para gambetear la exclusión que impuso la riqueza acumulada en pocas manos. Desde los años ochenta, estas organizaciones le dieron sentido a la vida de muchas y muchos, peleando contra el racismo inherente a cualquier sociedad hecha a imagen y semejanza de la impunidad de los delincuentes de guante blanco.
Las experiencias se alimentaban con los sueños inconclusos de los años setenta, el repaso de frustraciones y logros de las comunidades que intentaron generar conciencia y organización entre las familias de cirujas en las décadas anteriores.
Memorias de lucha, esperanzas para el presente. Sobrevivir desde lo colectivo. Saberes aprendidos desde el dolor y la represión.
La década del noventa multiplicó el número de cartoneros a lo largo y ancho del país. Y reflotó, entonces, la urgencia de actualizar las experiencias anteriores.
Muchas veces los carros fueron incautados al ingresar en los microcentros de las principales ciudades argentinas. Hipócrita manera de tapar y secuestrar la pobreza. Permanente falsificación de la historia negando la visibilidad de los condenados por el sistema, orden generado por los privilegios de pocos.
En algunos lugares exigieron patentes, ojos de gato, cierto tipo de pintura y hasta rigieron horarios para los cartoneros y sus carros bamboleantes.
Los acopiadores del papel, metales y plásticos siempre supieron valerse de semejantes trabas y restricciones pagando una miseria al trabajo familiar que no reconoce límites horarios, al borde mismo de lo legal. Fenomenal resistencia a caer en lo ilegal a pesar de la permanente incitación que reciben desde las grandes usinas de valores que imponen la idea de que la exclusión es sinónimo de delincuencia. Sin embargo, ellos, los cartoneros y sus familias, de distintos puntos geográficos argentinos, le dijeron que no a la trampa mortal que le tendía el orden impuesto. Eran capaces de trabajar, reciclar y producir y aún desde la miseria, sostenían lo legal, la idea de progresar desde los valores del esfuerzo compartido y la solidaridad.
Las cooperativas, los sindicatos y las distintas organizaciones de cartoneros avanzaron a pesar de los pesares impuestos. Pero eso era demasiado para los proveedores del odio. Los que saben que deben prohibir el efecto multiplicador de los que descubren el pan compartido del pensamiento y la acción colectivos.
Los marginados no se hicieron delincuentes, como quería el sistema. La mayoría de ellos se hicieron solidarios y parieron sus propias maneras de organización. Inverosímil resistencia de los valores frente a semejante prepotencia del saqueo.
Sin embargo, en enero de 2006, quince familias de cartoneros del barrio Lagos del Bosque de Merlo, provincia de Buenos Aires, fueron detenidas por acumular y ordenar los restos que durante interminables jornadas de trabajo habían logrado recolectar.
Llegaron los patrulleros policiales, dijeron tener una orden del juez de paz, Eduardo Di Forte, que jamás exhibieron y se llevaron detenidos a cinco de ellos por una semana. Ahora, en estos días, están siendo citados a declarar, entre ellos, muchos menores de edad. Los trabajadores informales están afiliados al Sindicato Único de Cartoneros y Afines de la República Argentina, entidad que forma parte de la Central de Trabajadores Argentinos.
Para los integrantes de la organización social Espacio de Participación Ciudadana Organizada (ESPACIO), estos hechos demuestran “una actitud represiva en el Distrito de Merlo, ya que no tienen problemas en otros lugares. Allí, dicen, no los dejan bajar del tren, los persigue y acosa la policía, muchos deben seguir viaje hasta la estación Moreno para evitar esta persecución. Pero también sabemos que siguen existiendo discriminadores que no miden las consecuencias de su accionar para mantener el cartel de ‘Distrito Paraíso y sin pobres’ que tiene Merlo. Repudiamos esta nueva represión y la que se sigue a toda organización que sólo busca mejorar su propia calidad de vida honrosamente”, termina diciendo la entidad.
Más allá de la repetida condena contra ellos, los cartoneros volverán a pasear su dignidad, tan real y contagiosa como la sonrisa de sus pibes.
# Agencia Pelota de Trapo (Argentina)
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter