Según la prestigiosa clasificación del Bulletin, publicada el 26 de junio, Rupert Murdoch es «el australiano más influyente» del año 2006. El hecho es que Murdoch renunció a la ciudadanía australiana para hacerse estadounidense.
Después de comenzar su carrera entre los laboristas, Murdoch amasó su fortuna cambiando espectacularmente de casaca, el 11 de noviembre de 1975, y apoyando el derrocamiento del gobierno australiano por la Corona Británica, instigado por el entonces jefe de equipo de la Casa Blanca, Donald Rumsfeld.
Murdoch, que goza de la bendición de Washington, es hoy el principal magnate de los medios de difusión neoconservadores. Es propietario de gran parte de la prensa australiana, de diarios y cadenas de televisión del Reino Unido (The Times, The Sun, BskyB) y de Estados Unidos (New York Post, Weekly Standard, Fox), sin mencionar los estudios de cine (20th Century Fox) y las casas editoriales (Harper & Collins).
Luego de haber prestado su apoyo a Tony Blair y George W. Bush, y de haberse beneficiado con ello, Murdoch propone ahora poner su influencia al servicio del mejor postor. En entrevista concedida el 29 de junio a uno de sus periódicos, The Australian, el magnate de la prensa propone públicamente sus condiciones al laborista Gordon Brown y al conservador David Cameron con vistas a las próximas elecciones generales británicas. Y en Estados Unidos ya le comunicó al clan Bush que su apoyo no es eterno ni incondicional y que podría sumarse a la campaña de Hillary Clinton si no le proponen algo interesante. Sin el menor escrúpulo, Murdoch expone a la luz la corrupción que sirve de base a su imperio mediático.
Pero no por ello deja de ser un conservador. En efecto, Murdoch, acaba de ampliar la junta administrativa de su empresa, News Corp., incluyendo en ella la semana pasada al ex presidente del gobierno español José María Aznar y ayer al ex secretario estadounidense de Educación Rod Paidge.
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