El video juego, muy desplegado en Los Angeles, consiste en matar mexicanos que intentan sortear el muro
edificado por EE.UU. contra los inmigrantes. Por cada muerto, un punto. Y si se mata a una mujer embarazada, dos puntos. Millones de mujeres no pueden salir de Africa, acorraladas por el hambre, la miseria, el sida y la violencia en diversas manifestaciones. Cientos de mujeres no lograron escapar de Ciudad Juárez, México, antes de ser violadas, decapitadas, asesinadas.
Como tampoco lo logran las que procuran abandonar países azolados por la miseria y el crimen sistemático: Guatemala, El Salvador, Nicaragua, o el Este de Europa. Sin embargo, el periodismo pigmeo, o vinculado a la mafia cubana instalada en Miami, no deja de hablar
de una médica cubana a la que el Estado cubano –por sobrados motivos- no la deja
salir de su país.
Millones de mujeres, con sus hijos a cuestas, no saben dónde refugiarse y cómo escapar del Líbano, prisioneras de los incesantes bombardeos comandados por Israel, con el beneplácito
de EE.UU. e Inglaterra y la inoperancia –cuando no complicidad- de unas Naciones Unidas siempre desbordadas por los desplantes guerreritas-genocidas del imperialismo norteamericano.
Decenas de miles de mujeres intentan cada día salirse de la línea de fuego trazada por Israel en la Franja de Gaza, en lo que es una verdadera carnicería contra el pueblo palestino.
Millones de mujeres en Irak y Afganistán gritan y lloran desconsoladas, reclamando se las libere de vivir sometidas a una invasión que ya ha mutilado y enterrado en fosas comunes
a decenas y decenas de miles de niños, mujeres y hombres.
Sin embargo, el periodismo basura -y quienes le dan de comer- pretendió incomodar al presidente de Cuba, Comandante Fidel Castro, agitando la historieta de una médica cuyo
hijo -residente en la Argentina- se las vio en figurillas para desmentir una acusación
que se le hiciera por televisión: “haberse quedado con dinero del Estado cubano, destinado a la compra de instrumental médico en Japón”.
”Yo no tengo el culo sucio”, contestó el susodicho, tartamudeando. “Ni yo ni mi madre
tenemos el culo sucio”, alzó la voz el señorito. Figura mediática de la hipocresía mediática que no dispone, jamás, de diez, veinte, o treinta minutos por día, todos los días, para que los hijos de millones de madres humilladas en su condición humana, expliquen qué significa la barbarie desatada por EE.UU. en este mundo: vejando, matando y mandando a matar de hambre y a tiros a millones de mujeres, niños y hombres, aprovechándose de políticos genuflexos y del dominio de los grandes centros de información y comunicación.
Millones de mujeres en Africa, Asia, América Latina, Europa e, incluso, en EE. UU. viven con menos de un dólar por día, no sabiendo cómo escapar a semejante prisión inhumana, que expone las vidas de sus hijos y las de ellas mismas, a una lacerante tortura cotidiana. A millones de mujeres se las controla en EE.UU., a través de cámaras de videos colocadas
en la vía pública y mediante la violación de correos electrónicos, de todo tipo de correspondencia; incluyendo las archiconocidas pinchaduras de sus líneas telefónicas. Sin embargo, el periodismo basura, y quien en esta ocasión le puso la papa en la boca, sigue delineando los trazos burdos y forzados de la “heroína anticastrista”, mientras miles de millones de mujeres continúan siendo víctimas de un sistema -comandado por la voracidad norteamericana- dispuesto a quemar la tierra, para robárselo todo.
Pero el ruido montado con la “heroína” y su hijo, el señorito sospechado de malas artes, no alcanza para disimular las huellas de la barbarie “democrática” y “libertaria”, de los Bush, las Condoleezza, los Blair, los Olmert y un número todavía significativo de alcahuetes y serviles.
# Revista “La Utpba” de agosto de 2006 (Argentina)
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