El descubrimiento, anunciado el 10 de agosto de 2006 en Londres por el gobierno de Tony Blair, de un megacomplot terrorista suscitó gran inquietud en la opinión pública inglesa. Se tomaron medidas extremas de seguridad que paralizaron el transporte aéreo. En dos decenas de países se realizaron consejos de ministros extraordinarios y se reforzó la vigilancia.
Lejos de matizar sus propias declaraciones, el ministro británico del Interior, John Reid, reveló que la justicia del Reino Unido estaba procesando 70 conspiraciones terroristas, entre ellas «24 complots de gran envergadura».
A pesar de ello, las autoridades no han presentado ningún elemento que respalde tales afirmaciones en ninguno de esos casos. Scotland Yard dispone de un plazo de 28 días para interrogar a 24 sospechosos detenidos y aportar pruebas antes de tener que liberarlos.
El primer ministro Tony Blair se mantiene al margen de la histeria colectiva reinante en su país. Se mostró incluso indiferente ante las declaraciones de su ministro del Interior y la proclamación del estado de alerta. A tal extremo que, lejos de reunir a su gabinete de crisis, prosigue tranquilamente sus vacaciones por el Caribe a bordo de su yate, el Good Sensation.
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