Lo que nos queda después de una experiencia, es más que el recuerdo, es toda una concepción, tanto subjetiva como social de los hechos vividos, concepción que guía el accionar dentro de una cultura. Hijos/as hacemos un alto en el camino para revisar nuestra historia, hacer presente la lucha de nuestros padres, rectificar los errores del pasado, recordar que somos una generación con una disputa negada, y reiterar que estamos vivos, que somos jóvenes y que no olvidamos, nos encontramos en el malestar, no para padecerlo, sino para curar las heridas a partir de la creación, reinventando la historia a cada instante. Es pues misión de nuestra generación reiterar que tenemos memoria, hacerla palpable en cada acto, y esto involucra recordar que nuestro presente es el resultado de diversas luchas.
Se han vulnerado nuestros derechos y tergiversado verdades, llevándonos a una negación de la historia que pretende sumergirnos en la “cultura del olvido”, la cual no solo vulnera sensibilidades particulares, sino que adicionalmente, incide en la concepción que asumen los sujetos acerca de su quehacer social. Vivimos un olvido en la cotidianidad donde no se generan actores, sino elementos pasivos que sobreviven de acuerdo a las necesidades de un aquí y un ahora. Ahora bien, si el olvido es una cuestión de supervivencia, la memoria debe ser una cuestión de vivencia, no podemos seguir intentando “sobrevivir” sobre el olvido, es necesario que la memoria se haga explícita, ya que solo en esa medida será develada la impunidad, y podrá ser instaurada una concepción de respeto como parte actuante del legado cultural, respeto a la verdad, la dignidad y la vida
Es así que los/as hijos/as nos planteamos un reto desde nuestras identidades, de manera que sea posible ubicar y enfrentar el retraimiento desde lo más cotidiano, abolir la mentira con verdades sencillas, mediante formas creativas y eficientes de enfrentarla. Nacemos en medio de un contexto en donde, aparentemente, hay pocas posibilidades, sin embargo dentro del recuento de nuestro accionar, para este año es posible mencionar denuncias hechas contra la oligarquía y el paramilitarismo que en el marco de las elecciones dieron pauta a lo que seria nuestro trascender. Abrimos nuestros brazos en fraterno acto de apertura; empuñamos nuestro coraje hacia las estrellas, desarrollamos planteamientos ante temas de interés para toda la sociedad como la reconstrucción de la memoria, la ley de justicia y paz, elecciones presidenciales, posicionamiento de la izquierda, entre otras. Nos nutrimos acompañando procesos, tanto en el marco de la reivindicación de la memoria como la organización popular, reafirmando nuestra tesis solidaria frente a procesos de acción social, de manera que fuimos desdoblando nuestra propuesta hacia diferentes espacios, acogiendo cada vez mas hijos/as que se adhieren a la defensa de la memoria, incluso desde diferentes lugares del territorio nacional.
Cuestionarnos la necesidad de reflexionar sobre nuestra historia, evaluarla y sentirnos actores creadores de un nuevo sentido, es el ejercicio al que invitamos como hijos que transforman en la medida en que crean su propia historia: recordar a cada paso quiénes somos, y reconocernos como caminantes de un mismo camino es el primer eslabón, que tiene como fin último crear una nueva historia en donde se reivindique la vivencia negada, permitiendo un reconocimiento que de paso a una reconciliación, a través de la solidaridad y la creación colectiva, desde el saber propio de cada miembro, combinando la identidad que nos dejó la historia, para transformar el futuro en base a las diferencias, pero con las manos prestas a la solidaridad en términos de hermandad, porque hijos somos todos.
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