Siguiendo los pasos del ex marino Alfredo Astiz, quien la semana pasada negó todos los cargos judiciales, aunque está procesado y detenido por crímenes de lesa humanidad cometidos en la pasada dictadura militar (1976-1983), otro de sus compañeros, el ex prefecto Héctor Febrés tomó luego la misma actitud y también rechazó ante el juez Sergio Torres las imputaciones que los unen en la causa que investiga los actuado en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Febrés negó participación en el secuestro y asesinato de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon, entre otras víctimas de las cinco mil que figuran como desaparecidas en el centro clandestino de detención de la ESMA.
Lo mismo ha sucedido con los ex capitanes Jorge "el Tigre" Acosta y Antonio Pernías, acusados no sólo como responsable de secuestros, tomentos, desapariciones, sino también del robo de niños, efectos y propiedades de las víctimas, como está comprobado.
Astiz introdujo otro punto de evasión en la causa, acusando a los servicios de inteligencia de Francia como responsables de las desapariciones de las monjas.
Esto parte de cierta confusión que fue sembrada aquí por el hecho de que algunos jefes militares confesaron a una periodista francesa, que los planes-entre estos la división en zonas para la represión, las torturas etc.- durante la dictadura provenían de las enseñanzas del ejército francés, de asesores que actuaron en Indochina y Argelia.
Sin embargo a nadie debería escapar que la dictadura argentina, como la chilena y otras que hoy se investigan fueron impuestas por la Doctrina Nacional de Seguridad de Estados Unidos y su esquema contrainsurgente como obra en todos los documentos con los que se trabaja en diversas causas.
De la misma manera fue en la tristemente célebre escuela de las Américas instalada en su momento en el Comando Sur estadounidense, en la Zona del canal de Panamá y otras de Estados Unidos, donde se entrenaron la mayoría de los militares que actuaron en la represión de sus pueblos durante la dictadura.
Y en esa escuela se sistematizaban todas las experiencias represivas del mundo como las francesas en Indochina o Argelia o de otros países coloniales y las propias que Estados Unidos había adquirido, mucho antes- recordar su guerra propia de exterminio indígena- incluyendo sus actuaciones en Centroamérica como sucedió en los años 30 en El salvador o Nicaragua o en Colombia en 1948 sembrando en todos esos países (más otros) los paramilitares escuadrones de la muerte.
Y también hay que recordar lo sucedido en Guatemala, después de la invasión estadounidense de 1954, el país donde se registran en los años 60 las primeras desapariciones masivas en la región. La cifra de 90 mil desaparecidos y más de cien mil asesinados en Guatemala hablan a las claras de esa trágica metodología.
Este subterfugio de Astiz quien dijo “no me extraña que Francia me persiga pretendiendo responsabilizarme (de los crímenes) echándome la culpa de todo lo acontecido y actuado por sus agentes encubiertos”, muestra ahora claramente cuál fue la intención de algunos jerarcas militares de la dictadura argentina de hacer curiosamente énfasis en los temibles asesores franceses, ya para entonces largamente superados por los otros.
Cuando Astiz aceptó declarar durante tres horas ante el juez Torres, muchos especialistas en derechos humanos se prepararon para escuchar una presentación muy armada, como sucedió, para dar largas a la causa.
Y lo hizo también al presentar estudios supuestamente técnicos para demostrar que era imposible que las corrientes arrastraran los cuerpos de la monja Duquet y de las Madres (fundadoras de Plaza de Mayo) Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y Mari de Bianco, que fueron enterrados en una zona de la provincia bonaerense como NN cuando fueron arrojados por el mar a un balneario de la zona costera.
Llevó mucho tiempo luego hasta que al fin el Equipo de Antropología Forense pudo determinar hace dos años a quien correspondían esos cadáveres.
Para el abogado Horacio Méndez, querellante en esta causa, Astiz se prestó a declarar como parte de una estrategia para “enlodar” la investigación, y agregar nuevos elementos para dilatarla. La presentación de Febres confirma la estrategia trazada ante la reactivación decidida de las causas.
Incluso Astiz entregó al Juez un documental de “Los escuadrones de la Muerte”, basada en el excelente libro que escribió Marie Monique Robin, para demostrar la responsabilidad de Francia en el entrenamiento de militares argentinos y otros y en base a esto solicitó al juez la captura internacional un presunto agente francés cuyo nombre puede ser René o Bertrand Perseval por haber sido señalado- argumenta- por la periodista y un familiar de desaparecidos como presente en el lugar cuando fueron detenidas las monjas francesas.
Esto y el curioso hecho de que jefes militares de la dictadura pasada se prestaran a declarar sobre el tema del involucramiento francés, sin mencionar para nada lo que está documentado sobre el papel de Estados Unidos en estas dictaduras debe hacer reflexionar a familiares y jueces sobre una estrategia ya diseñada mucho antes de la declaración de Astiz.
Resulta una buena desviación en causas donde está documentado el papel dominante de Estados Unidos, tan bien revelado en Chile, Uruguay, Paraguay, Argentina, Bolivia y otros y en la Operación contrainsurgente Cóndor, que coordinó para matar a militares y policías de todos estos países y mercenarios del mundo.
Sin desconocer el papel jugado por los siniestros asesores franceses, tomar por este viejo camino, podría llevar a olvidar la mano que meció verdaderamente la cuna de la muerte, que costó un genocidio en América Latina en el siglo XX:
Y de paso Astiz toma venganza de Francia cuya justicia lo ha juzgado y condenado en ausencia por esos crímenes.
# Agencia Periodistica del Mercosur (Argentina)
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