Durante toda la campaña electoral francesa, los principales centros de pensamiento político (think tanks) estadounidenses analizaron la resistencia de la sociedad a la globalización imperial y las posibilidades de contrarrestarla que tendría el próximo presidente. A la luz de los resultados del escrutinio, la Heritage Foundation enuncia los objetivos que el Departamento de Estado puede trazarle a Nicolas Sarkozy para propiciar el progreso de la agenda de los neoconservadores.
Nicolas Sarkozy y la secretaria de Estado estadounidense Condolezza Rice en Washington, el 12 de septiembre de 2006.
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Luego de haber criticado duramente el programa de Segolene Royal, calificando en particular sus objetivos europeos de «amenaza estratégica para Estados Unidos» en un análisis publicado en febrero [1], la Heritage Foudation [2] se regocija hoy por la victoria de Nicolas Sarkozy, aunque califica de hercúleo el esfuerzo que tendrá que realizar si de verdad quiere reformar Francia.
Ex consejero de Margaret Thatcher y crítico acerbo de la ONU, fue con toda naturalidad que el director del Centro Margaret Thatcher por la Libertad, Nile Gardiner, tomó la pluma para formular varios consejos dirigidos al nuevo jefe del Estado francés. Consejos que desarrolla bajo el título «La revolución de Sarkozy: cinco recomendaciones para el nuevo presidente francés» [3].
Este documento no debe ser considerado como la lista de deseos de uno más entre los tantos tanques pensantes estadounidenses, sino como el resultado de un proceso de reflexión desarrollado durante meses por diferentes organismos neoconservadores y cuyas conclusiones resume la Heritage Foundation. A pesar de su título, este estudio no está dirigo al propio Sarkozy sino al Departamento de Estado para que este último le ordene al nuevo presidente francés actuar en ese sentido teniendo en cuenta los tipos de resistencia que podría encontrar en su país.
– Primera recomendación: Hacer progresar la libertad económica
Nile Gardiner estima que Francia, como ciertos países del Tercer Mundo, se encuentra gravemente afectada por un fenómeno de emigración económica. Explica, en efecto, que «Francia es el único país de Europa Occidental que produce refugiados económicos en vez de atraerlos»; por consiguiente Francia aparece solamente en el lugar 45 de la clasificación mundial Heritage Foundation / Wall Street Journal de la libertad económica y, a escala europea, se mantiene trabajosamente en el lugar 26 de un conjunto de 41 países.
Como remedio a ese enojoso problema, Nile Gardiner propone simplemente «desregular el mercado francés del trabajo, eliminar las restricciones en lo tocante a las inversiones, abolir la semana de trabajo de 35 horas», antes de reducir los gastos del Estado.
Aparte del hecho que la comparación entre los jóvenes franceses, generalmente calificados, que atraviesan el canal de la Mancha para ir a trabajar al Reino Unido y los refugiados por razones económicas que afluyen a las fronteras europeas es algo que resulta risible para todo el tenga un mínimo de conocimientos sobre la realidad francesa, cualquiera se da cuenta que Nicolas Sarkozy nunca se comprometió a eliminar la semana de 35 horas laborables. Al contrario, prácticamente admitió, durante el debate con Segolene Royal organizado entre las dos vueltas de la elección presidencial, que se trata de una conquista social y que él quiere simplemente evitar que se generalice.
Así que la Heritage Foundation corre el riesgo de sufrir una decepción. Pero eso no es todo. Nile Gardiner aconseja también el fin de la política agrícola común europea. Evitando mencionar las subvenciones concedidas a la producción agrícola estadounidense para no tener que fustigar las de Europa, de las que Francia acapara ciertamente gran parte, Gardiner no plantea en realidad ninguna proposición susceptible de abrir una brecha en el frente común de los países industrializados contra la agricultura de los países pobres. Por consiguiente, no hay nada sorprendente en ese sentido.
– Segunda recomendación: Apoyar el principio de la soberanía nacional en Europa
En ese aspecto, la retórica se hace más sutil. Insistiendo en que «una administración Sarkozy tiene que reconocer que la Unión Europea es un conjunto de Estados-naciones independientes más que un medio práctico de llevar adelante una visión elitista y parisina de Europa», Nile Gardiner parece pedir a Nicolas Sarkozy que modele su política europea en función del deseo de los electores franceses que rechazaron el proyecto de tratado constitucional. Pero prosigue enseguida asimilando ese rechazo al que países como el Reino Unido, Polonia, Hungría y Bulgaria podrían expresar en caso de que la proposición del proyecto de constitución se pusiera de nuevo sobre el tapete. Pero es que si esos países rechazan el tratado constitucional –en caso de que así ocurriera– ¡se trata de un rechazo motivado por razones muy diferentes a las de los electores franceses!
En realidad, el electorado francés no rechazó el proyecto político europeo (Parte I del proyecto) sino su orientación económica (Parte III del proyecto) y la élite financiera que traza esa orientación mientras que los países del Este que se incorporan a la Unión Europea, bajo la presión de la ambición de la OTAN, temen perder su propio margen de maniobra político y militar en caso de surgimiento de una unión fuerte en esos aspectos. En efecto, como ya expresara antes Sally McNamara en su panfleto anti-Royal, lo que en definitiva inquieta a los neoconservadores en el proyecto de constitución es el aspecto político y el de la defensa: de haber estado este en vigor en 2003, ningún país europeo habría aportado tropas a la invasión de Irak.
Especialista de la retórica favorable a la OTAN, Nile Gardiner se esfuerza entonces por disimular el carácter socioeconómico de las reservas de los partidarios franceses del «no» al proyecto de constitución europea para incluirlas en la argumentación favorable a una Europa política y militarmente débil, pero dócil ante la élite financiera mundial.
Queda comprobado de paso hasta qué punto el soberanismo desprovisto de todo proyecto de regulación económica constituye un aliado perfecto de quienes, conforme a la óptica de la doctrina Wolfowitz [4], quieren evitar la aparición de cualquier competidor creíble ante Estados Unidos. Asimismo, resulta más comprensible la desconfianza de Sarkozy ante un regreso del tratado constitucional a la mesa de negociaciones: lo que de él espera su «hermano mayor» es sobre todo que logre la aprobación, con o sin tratado, de las reformas económicas antes mencionadas en este artículo.
– Tercera recomendación: Desempeñar un papel importante en las operaciones de la OTAN en Afganistán
Realista, Nile Gardiner excluye de entrada la posibilidad de que Francia envíe tropas a Irak, pero desea, en cambio, que «El presidente Sarkozy [apoye]a la vez el despliegue de más tropas francesas en Afganistán y su participación en los combates junto a sus socios aliados», o sea un regreso a una solidaridad total entre miembros de la OTAN sin lo cual, explica, la alianza no tiene ya razón de ser.
Los mentores de Sarkozy del otro lado del Atlántico saben bien, y se trata de una de las razones por las cuales los temas internacionales estuvieron ausentes de la campaña [presidencial francesa], que los franceses no quieren implicar a sus tropas en las guerras anglosajonas de rapiña. Como Jacques Chirac aceptó la participación en el mantenimiento de la paz bajo mandato de la OTAN pero se negó a participar en la contrainsurgencia afgana bajo las órdenes de la OTAN, Washington quiere que Sarkozy de marcha atrás a esas decisiones aprovechando que Francia ya está presente en el terreno para hacerle tragar la pastilla a los franceses.
Es interesante observar que, de hecho, Nile Gardiner le pide a Nicolas Sarkozy que pase por alto el proceso democrático normal para la entrada de Francia en la guerra argumentando que Francia tiene que «probar que quiere implicarse seriamente en la batalla global contra Al Qaeda y sus aliados, como los talibanes». Pero, ¿no es precisamente el rechazo de los franceses a empantanarse en la «guerra contra el terrorismo» lo que hace imposible tal implicación, democráticamente hablando?
– Cuarta recomendación: pedir el cese de las inversiones europeas en Irán
Señalando que Irán mantiene buenas relaciones económicas con Europa, Nile Gardiner pide a Nicolas Sarkozy que presione para que, a falta de operación militar, se imponga un embargo económico completo a Irán para obligarlo a «abandonar su programa nuclear».
Ya que no podemos bombardearlos por ahora, impongamos el hambre a los iraníes como hicimos con los iraquíes, es lo que en definitiva sugiere el autor. Tanto peor si nada prueba que eso llevará al gobierno iraní a empobrecer aún más el país renunciando a la energía nuclear; en los casos de Corea del Norte y de Irak los hechos incluso demuestran lo contrario. Como el verdadero objetivo es debilitar a un competidor regional de Israel y posible potencia petrolera, todas las vías son válidas.
Por otro lado, Nile Gardiner no se extiende mucho sobre el tema: como los dos principales partidos franceses garantizaron a Israel su apoyo indefectible, yendo incluso más lejos aún al poner en tela de juicio las disposiciones del tratado de no proliferación, esta recomendación aparece sólo como un recordatorio de los compromisos de Sarkozy.
– Quinta recomendación: convertir el tema de los derechos humanos en el eje de la política exterior francesa
Cuando uno ve la enumeración que hace Nile Gardiner de las dictaduras apoyadas por Francia parece como si París fuera la capital del «Eje del Mal»: el Irak de Sadam Husein, la junta birmana, intereses africanos, genocidio ruandés, etc. Como muestra de buena voluntad, propone Gardiner, Nicolas Sarkozy tendría que empezar por abrir los archivos sobre la actividad secreta de Francia en Rwanda.
Claro, ya sabemos que los únicos que violan los derechos humanos son los enemigos del Imperio. Por lo tanto, Francia tiene que apoyar a las mismas «dictaduras buenas» que gozan del respaldo del Imperio y deshacerse de sus viejos aliados en nombre de una concepción de los derechos humanos tan selectiva que no incluye a los afganos, ni a los iraquíes, ni a los prisioneros de Guantánamo, ni a los europeos secuestrados por la CIA [5], etc.
Y, ya que estamos en eso, ¿por qué la Heritage Foundation no sugiere a Sarkozy que se deshaga de su propia oposición interna acusándola de pertenecer a Al Qaeda?
Es importante señalar, para terminar, que esta serie de recomendaciones esclarece la razón principal de la ausencia de las cuestiones internacionales en la campaña de la elección presidencial francesa de 2007: un debate democrático en ese plano hubiera resaltado el abismo entre atlantismo y antiatlantismo, lo cual provocaría la desintegración del paisaje político francés al que estamos acostumbrados.
Para aplicar una verdadera política de derecha, y además atlantista, Sarkozy tiene entonces, según la Heritage Foundation, que soslayar la voluntad de los franceses haciéndoles creer que van a enriquecerse gracias a la desregulación del trabajo, paralizando a la Europa política mientras que los círculos financieros organizan la economía, echando abajo la puerta que abriera Jacques Chirac a la participación militar en Afganistán, hambreando al pueblo iraní para proteger los intereses de Israel y, finalmente, apoyando a las mismas dictaduras que Washington y Londres. ¿Fue por eso por lo que votó el pueblo francés? Al hablar de «milagro», hasta el propio autor de esas recomendaciones admite que no le será fácil a Sarkozy ponerlas en práctica, suponiendo –como él supone– que así lo desee.
[1] «Ségolène Royal and the Future of Franco–American Relations», por Sally McNamara, Heritage Foundation, 23 de febrero de 2007.
[2] «Le prêt-à-penser de la Fondation Heritage», Réseau Voltaire, 8 de junio de 2004.
[3] «The Sarkozy revolution: five recommendations for the New French President», por Nile Gardiner, Heritage Foundation, 9 de mayo de 2007.
[4] «La doctrine stratégique des Bush», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 9 de julio de 2004.
[5] «L’OTAN: du Gladio aux vols secrets de la CIA», por Ossama Lotfy, Réseau Voltaire, 24 de abril de 2007.
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