Hace unos meses el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, dijo, sin temor al que dirán, ni a lo que harán sus enemigos, que el proceso que él lidera se inscribe, decididamente, en la construcción del Socialismo del Siglo XXI. Más claro –según se acostumbra a decir- echarle agua. Eso dijo Chávez, triunfador incuestionablemente democrático en cuanto acto electoral haya sido atravesado por los venezolanos en la última década.
Foto arriba: Juan Carlos Camaño, periodista, presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) y autor de esta nota.
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Sin embargo, como era de esperar –siempre es de esperar- saltándose la constitución e infinidad de argumentos jurídicos internacionales, los dueños de Radio Caracas de Televisión Venezolana (RCTV), a los que se le acabó el tiempo de “su propiedad” sobre una franja del espacio radioeléctrico, pusieron el grito en el cielo, reclamando seguir siendo dueños del aire. Algo que, cada vez es más escaso y, por cierto, más contaminado, pero así y todo propiedad social, propiedad de todos y de nadie en especial.
En la apertura de las recientes jornadas –convocadas por Telesur- para debatir sobre el derecho que tiene todo ciudadano a informar y estar informado, Chávez –en su discurso de apertura de las jornadas- dijo, de viva voz, que la renovación de la concesión pretendida por los dueños de RCTV solo sería posible si él dejara de ser presidente. En buen romance: “tendrán que pasar por sobre mi cadáver”. Socialismo Siglo XXI o continuidad del Capitalismo Salvaje. Ni más, ni menos.
Sin lugar a dudas, asistimos a un combate que no admite medias tintas. Es a todo o nada. Porque lo que hace al centro de la disputa, tal cual lo saben y lo ejercitan los dueños de RCTV, es el futuro de la República Bolivariana de Venezuela y no el futuro de un canal de televisión. La sociedad será “Socialista”, como alienta Chávez y una importante mayoría del pueblo que lo vota, acompaña y respalda, o la sociedad recreará de lleno el “Capitalismo” voraz y rapaz, gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Al cabo, el habitat en el que se movían, como peces en el agua, las ocho familias adueñadas de RCTV, hasta el pasado día 27 de mayo: día en que cayó –como en cualquier lugar del mundo- una concesión que duró más de cincuenta años.
El destino de RCTV incluye, claro que sí, la discusión sobre la propiedad del espacio radioeléctrico y las atribuciones de un estado respecto de cuáles son los límites de uso de la propiedad social y/o privada del aire. Pero sería francamente mezquino pretender que el tenor de la disputa citada obedece a un quitame, o no, de allí un canal de televisión. Tan mezquino como absurdo sería aceptar que los dueños de RCTV se propongan –como lo hacen- y se les crea que lo son, los adalides de la libertad de expresión. Son, porque las evidencias del año 2002 todavía están a la vista, golpistas contra Chávez. Son los golpistas que golpearon, junto a otros empresarios y políticos históricamente dedicados a rifar vilmente la vida de millones de niños, mujeres y hombres de Venezuela, a Chávez y a su gobierno.
Y serán, a no dudarlo, los que jamás dejarán de conspirar a favor de sus privilegios junto a sus socios internacionales, hoy preocupadísimos porque “la libertad de expresión” de los dueños del dinero ha sufrido un revés a manos del “atrevimiento” popular. Y, también a no dudarlo, seguirán adelante con su ideología -pretendiendo disimularla en el apoliticismo del “profesionalismo objetivo”- para que caiga Chávez, quien tanto dolor de cabeza les trae a ellos y a sus mandantes: las cúpulas del Pentágono y del petróleo, en EE.UU.
A no olvidarse que la llegada de Chávez al gobierno de Venezuela abortó, entre otras supuestas pequeñeces, de similar porte, que la fuente de recursos más importante del país –el petróleo- le fuera concedida definitivamente a empresas estadounidenses, piloteadas por hombres de negocios pertenecientes, algunos de ellos, a la tristemente famosa CIA. O sea, la feroz central de inteligencia norteamericana que, además de alentar y participar de golpes de estado en la región, y el mundo entero, sigue su macabra tarea de espionaje y torturas en pequeños y sofisticados campos de concentración desparramados en distintos puntos de la globalización neoliberal: especialmente en Europa.
Por eso –y a falta de políticos que puedan derrotar a Chávez democraticamente- los dueños de RCTV se encaraman en la cresta de la ola antichavista sumando al interior de Venezuela toda la adhesión que pueden mediante el dinero y la defensa, efectista y ramplona, de programaciones populares; y por fuera, en la arena internacional, sumando lo que les permita el largo brazo de su ideología sistémica y el para nada desdeñable brazo armado del Pentágono y la mismísima Casa Blanca.
Entonces, de un lado del cuadrilatero la aparatología mediática de la globalización neoliberal, de las transnacionales informativas-comunicacionales, y sus apoyaturas logísticas, con significativo poder de fuego, conscientes de que su pupilo –RCTV- debe salir airoso: si no es hoy, mañana. Por él, por un pupilo alzado por las calles de Caracas, se hacen flamear banderas de “libertad de expresión”, un abstracto esgrimido como paradigma de derecho universal, aunque lo gocen no muchos más que los amos del dinero.
Y en el otro rincón, la mayoría del pueblo de la República Bolivariana de Venezuela y su presidente. Ambos, pueblo y gobierno, con la decisión de caminar el camino del Socialismo del Siglo XXI hartos del desplante, las mentiras y las violaciones de aquellos que se erigen –en defensa de sus privilegios- en el poder de facto y en protectores de libertades que no son más que cárceles de la conciencia de las mayorías y alimento de la alienación consumista.
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