Funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, del gobierno de Veracruz y de Cancún, tejieron una red de corrupción en torno al buque Fiesta Casino, del consorcio estadounidense Fiesta Cruise Line, el primero en su tipo que operaría en México como centro de apuestas.
(Ana Lilia Pérez)
Veracruz, Veracruz.— Bajo el fuego de un sol perenne, en aguas del Golfo de México, el buque Fiesta Casino yace en penumbras, sin combustible, agua dulce ni comida. El salitre carcome el casco, las sogas de amarre están podridas, el motor principal no sirve y perdió el ancla. Cien metros de eslora confinan un hedor de años de francachela y meses de abandono.
El olor a cigarro, alcohol y sudor impregnados en la gruesa alfombra que reviste el piso, en el tapiz de las paredes y en cortinas que cubren las pequeñas claraboyas, atizan la alta temperatura y hacen más nauseabundo el ambiente.
La Organización Marítima Internacional lo registró como “buque muerto”, pero la tripulación aún permanece abordo, junto a su capitán, Eddy Narciso Gómez, abandonados por los armadores y hoy son víctimas de la corrupción de funcionarios mexicanos.
–¿Se acabó la fiesta, capitán?
–Se acabó. La fiesta se convirtió en infierno.
El capitán, desde hace 11 meses, vive abordo de la embarcación que está bajo arraigo judicial por una denuncia de los trabajadores contra los armadores del Fiesta Cruice Lines, y sus filiales Trident Gaming Development, MHD Enterprise LLC, y MHD Mexicana, por abandonarlos sin pagarles en meses, en el juicio radicado en un juzgado de Veracruz, lo que significa que el barco no puede ser movido ni su tripulación abandonarlo.
Piratas modernos
Con el arribo del Fiesta Casino a territorio mexicano, hace dos años, se tejió una maraña de corrupción de funcionarios de alto nivel encabezada por el actual coordinador del PAN en la Cámara de Senadores, Santiago Creel Miranda, y funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Como parte de los permisos para juegos y sorteos que en forma discrecional autorizó Creel Miranda, como secretario de Gobernación, a la firma Fiesta Cruise Line le prometió una licencia para explotar casinos flotantes en zonas marítimas de México, similares a los que el consorcio opera en Estados Unidos y Panamá.
El permiso se daría a través de la empresa MHD Mexicana, representada por los estadounidenses James Joseph Monaghan y Santiago Beamount, y los mexicanos Alexandro Picón Ocaña, Manuel Camargo y Leopoldo Suárez, todos con influencias en el gobierno de Quintana Roo, y vinculados al ex alcalde de Cancún, Juan Ignacio García Zalvidea, y al ex gobernador Joaquín Hendrixs.
El primer casino sería el buque La Cruice, que al ingresar en mares mexicanos se denominó Island Casino y luego Fiesta Casino.
En diciembre de 2001, la Segob dio entrada al trámite de “prestación de servicio de juegos con apuestas en la embarcación extranjera Island Casino”. Pero el escándalo desencadenado por los permisos –que en su mayoría beneficiaron al Grupo Televisa– empantanó el proceso.
En agosto de 2005, la MHD trajo el barco con una tripulación de 14 filipinos y un capitán estadounidense. Entró a costas de Quintana Roo con documentos apócrifos de la SCT y un permiso de navegación (101.202.019.1104/2005, folio 006325) expedido por la Dirección General de Marina Mercante.
En septiembre de ese año, Vicente Martínez, capitán de Puerto Juárez, detectó los documentos falsos, pero no impidió los movimientos del buque ni reportó el hecho a la Procuraduría General de la República. Después, él mismo autorizó entrar a puerto en distintas ocasiones y fondear en Cozumel y Playa del Carmen, donde originalmente operaría como casino flotante.
Enrique Lozano, inspector en México de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF, por sus siglas en inglés), señala que los marinos le notificaron que desde hacía meses el armador no les pagaba, y que tampoco los abastecían de combustible, alimentos ni agua, y que por ser extranjeros no podían bajar a tierra.
Por las presiones de la ITF, James Monaghan, director en México de Fiesta Cruice Lines, liquidó a la tripulación, con lo cual Lozano consideró que la situación laboral se normalizaría, pero tres meses después, con la salida del capitán, las condiciones empeoraron.
La tripulación pidió auxilio a la capitanía de puerto, pero Martínez se negó a intervenir, pese a que es su obligación como se prevee en la Ley de Navegación y Comercio Marítimo, y en convenios internacionales.
Nuevamente intervino la ITF y la tripulación fue desembarcada. El barco fue movido de Playa Tortugas, Quintana Roo, a Progreso, Yucatán, donde ilegalmente se le dio entrada y se contrató tripulación mexicana. Luego los representantes de MHD abrieron una oficina en Veracruz donde atracaron el barco.
En agosto de 2006, el titular de la capitanía de puerto, Antonio Burgueño Guardado, autorizó la entrada del barco. James Monaghan sustituyó la bandera de Panamá por la de Belice, y el 24 de agosto el buque fondeó a 12 mil millas náuticas cerca de la Isla de Sacrificios, donde comenzó a operar como casino en forma clandestina.
Sobornos
Durante cuatro semanas el casino abrió sólo para “invitados especiales”: funcionarios del gobierno del estado y de la SCT, incluido Burgueño Guardado, revela un empleado del Fiesta Casino.
Para trasladar a los apostadores, se utilizaba el Tórtola Fast Ferry, embarcación de la misma empresa, con capacidad para 280 personas, que hacía dos viajes diarios, por la mañana para personal de servicio y por la tarde para los jugadores.
El 14 de octubre de 2006, día de asueto del capitán del ferry, Kenneth Tate, y quien contrario a la ley también era capitán del Fiesta Casino, los “invitados especiales” querían ir al casino, que aquella noche ofrecería una fiesta de pre inauguración.
El ferry encalló en el arrecife Pájaros. Carlos Anaya, jefe de timonel, dice que en 15 minutos dos lanchas anfibias de la Armada de México llegaron por los “invitados especiales”.
La tripulación: cinco marineros, dos operadores de maquinas y el motorista se quedaron abordo durante 15 días sin comida, agua ni camarotes para dormir.
Acostumbrado a situaciones difíciles en sus 20 años dedicados a la vida del mar, Carlos Anaya dice que los armadores nunca tuvieron interés de sacar el ferry de la zona, y que de forma inhumana los abandonaron a su suerte.
“No teníamos nada. Dormíamos en asientos, a veces nos llevaban agua, algo de comida, casi nada. Nos llegó un norte, capoteábamos el barco hasta que amainó”.
Extrañamente, la bitácora del ferry desapareció, y la capitanía de puerto tampoco registró salidas y entradas diarias a puerto entre agosto y octubre de 2006.
La mano de Fidel
Tras el aparatoso accidente del ferry Tórtola, el gobierno del estado tuvo que reconocer la existencia del buque casino en aguas de Veracruz.
James Monaghan declaró que el consorcio tenía un amparo para que el barco abriera el casino, en tanto que la Segob les entregaba el permiso final, y que Fidel Herrera gestionaba para que el Fiesta Casino operara en Veracruz. Además, que el consorcio planeaba instalar barcos similares en Puerto Vallarta, Acapulco y Cancún.
El secretario de Turismo local, Gustavo Souza, señaló a la prensa que el gobernador aprobaba el proyecto y que el casino era “una fuente de empleo para 500 personas”, y que abriría “en unos días”.
Entonces, el director adjunto de la Marina Mercante, Raymundo Mata Contreras, llegó como enviado de César Patricio Roel, titular de la CGPMM, a reunirse con Fidel Herrera y con el capitán Eddy Gómez, a quien exhortó a que la tripulación abandonara el navío.
Ysmael García Muñoz, secretario general de la Orden de Capitanes y Pilotos Navales de la República Mexicana, denuncia que Mata Contreras negoció con Fidel Herrera empantanar la denuncia que enfrenta por fraude en Veracruz, a cambio de que la SCT no denunciara la complicidad de los empleados del gobernador con la empresa. Así, Fidel Herrera tendría otras ganancias.
Luis Sánchez, marino del Tórtola, explica que cuando bajaron a la tripulación del ferry, extrañamente James Monaghan les ordenó que no se quedara nadie a bordo y que tenían prohibido acercarse a la zona, aun cuando ello significaba abandono de barco y la posible pérdida de la propiedad. Esa misma semana el gobierno del estado se llevó el ferry a un dique privado en Alvarado.
El gobernador ordenó pintar el ferry, sustituir la bandera de Belice por otra con el escudo de su gobierno, y cambiarle el nombre por “Tlacotalpan”, junto con el eslogan: Fidelidad, Veracruz late con fuerza. Actualmente la embarcación permanece en el muelle de pescadores del Puerto y es utilizada sólo en eventos privados de Fidel Herrera.
Historias
El Tórtola, cuyo costo es de 3 millones de dólares, tiene su propia historia de corrupción. Aunque ingresó a México con matrícula y documentos apócrifos, la MHD Mexicana logró que la SCT le diera entrada en puertos, siempre a la par del Fiesta Casino, simulando que era de otro propietario.
Ysmael García asegura que el interés de Fidel Herrera es abrir un casino en Veracruz y particularmente quedarse con el Fiesta Casino.
“Sabemos también de la compra de terrenos en la playa de Chalchiuecan por la familia del gobernador. Allí planean poner un corredor turístico, que le llaman Cancuncito”.
A bordo del buque Oaxaca de la Armada de México, se le pregunta al gobernador Fidel Herrera acerca del Fiesta Casino.
–Ese no es tema –señala molesto al lado de la comitiva integrada por sus secretarios de Gobierno y funcionarios federales que celebran el Día de la Marina.
–Gobernador, el buque está secuestrado sin combustible ni agua, adentro está la tripulación, ¿qué opina de ello?
–Le dije que no es tema. Estoy festejando el Día de la Marina.
–Precisamente en este día, en su tierra tiene un barco abandonado con tripulación abordo.
–El barco está en aguas nacionales, y no quiero comentar nada… –resume Herrera Beltrán, al tiempo en que su equipo de seguridad interviene para retirar a los reporteros.
Motín a bordo
La tripulación del Fiesta Casino son 15 trabajadores de la MHD, entre ellos los que encallaron en el Ferry, y a los que se les ordenó subir al buque cuando el gobierno del estado se llevó el Tórtola.
La última vez que el Fiesta entró a puerto fue en octubre de 2006, con la autorización de Antonio Burgueño Guardado, y luego fue llevado a los Talleres Navales del Golfo (TNG) para reparaciones y donde permanece actualmente.
El 22 de febrero, la agencia naviera Rojas Vela y Asociados se desistió de fungir como consignatario de MHD Mexicana (requisito que por ley debe tener cada barco, como su representante en el puerto). A partir de ese día la tripulación quedó abandonada a su suerte.
Eddy Gómez pidió apoyo a la capitanía de puerto, pero se le notificó que no podía intervenir, por lo que denuncia que las autoridades portuarias son cómplices por omisión y negligencia de lo que ha padecido la tripulación.
Desde el pasado 4 de mayo los marinos lograron que la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje 45 les concediera el “secuestro” de la embarcación hasta que se desahoguen las pruebas en el juicio.
La medida precautoria significa para los trabajadores pagar un alto precio, pues no pueden bajar a tierra, pues causarían “abandono de buque” y perderían el salario de meses de trabajo.
La vida en el mar
Desde enero pasado, en su lucha por cobrar su salario, los marineros del Fiesta Casino apaciguan su hambre con sodas y pan de caja que organizaciones sindicales les regalan. Hace tres meses que el barco está en black out, es decir, en apagón permanente.
En una carta de auxilio enviada por el capitán del barco a Tomás Lozano Pardiñas, director de Marina Mercante, describe la situación:
“Ayer fue otro día de tantos que he pasado lleno de preocupación, angustia y agonía. El viento aumentó a 80 kilómetros sobre hora, golpeando de lleno a nuestra nave, que desde el 14 de marzo está en black out. Por los adeudos de los armadores, la TNG demandó al buque y sus armadores nos cortaron el servicio de corriente, sin tomar en cuenta las normas internacionales y que el barco tiene tripulantes abordo.
“Fue una agonía, pues los cabos de amarras están podridos. Desde noviembre de 2006 no tenemos gota de combustible. El agua y víveres es cero. Hace meses que no nos pagan. Se ha informado a la capitanía de puerto, pero no hay respuesta.
“Estamos frente a una violación del Código Internacional de Seguridad al Buque y las Facilidades Portuarias, por parte de TNG y los armadores del buque que no han respetado el Código ISPS.
“La Secretaría de Comunicaciones y Transportes debe cumplir con la regulación internacional y coadyuvar con la ITF para resolver nuestra situación…”.
Enrique Lozano, inspector de la ITF, habla de la responsabilidad de los funcionarios de la SCT adscritos a la CGPMM, que encabeza César Patricio Roel, y de los capitanes de los puertos Juárez, Progreso y Veracruz que autorizaron los movimientos del barco.
Señala que en todo momento la ITF notificó a la CGPMM los manejos irregulares de los capitanes de puerto, sin obtener respuesta alguna de su titular.
Aunado a que tanto la Ley de Navegación como las normas internacionales obligan a que el estado rector del puerto, está obligado a verificar la documentación del barco, por lo que, dice Lozano, “los funcionarios de la SCT son cómplices por omisión y negligencia”.
Se solicitaron entrevistas con los funcionarios de la SCT involucrados en este caso, pero no hubo respuesta.
Casino fantasma
Treinta años de su vida ha sido capitán, siete de ellos, para el consorcio Fiesta Cruise Line, a cuyos propietarios este tipo de embarcaciones ha hecho multimillonarios.
Recuerda que, cuando la situación se agudizó en el buque, solicitó apoyo a su embajada, pero nadie acudió en su auxilio. Agrega que una vez que regrese a Estados Unidos demandará a los representantes diplomáticos de ese país en México por la grave omisión.
Al límite de la desesperación, en febrero intentó regresar a Florida, compró el boleto de avión pero dos días antes de su salida, el delegado estatal de Migración José Antonio Pita le retuvo el pasaporte. Explica que el conflicto del buque se enmarañó por la corrupción de funcionarios federales y estatales.
Describe, por ejemplo, que el delegado del INM detuvo su salida del país argumentando que él era el representante de la empresa en México, pero que a cambio de sobornos autorizó a Joseph Monaghan y Santiago Beamount su salida del país.
“El 24 de febrero entregué mi pasaporte a la agencia Rojas Vela para que el delegado de Migración autorizara mi salida de México, el delegado me citó en su oficina y tranquilamente delante de todos me dijo que yo no podía salir porque soy representante del armador, le dije que Santiago era director de la empresa, me mandó fuera y me dijo ‘llámame mañana’.
“Llame al día siguiente. Me dijo que no tenía información. Le pregunté por Santiago, me dijo que su situación era confidencial. Llamé al abogado de Rojas Vela, me dijo ‘pero tu eres bobo capitán, Santiago se fue desde ayer, salió en el primer vuelo, José Antonio Pita lo deportó’. Pregunté –¿hubo dinero de por medio? Me dijo, ‘Capitán, tú si que eres bobo, claro que hubo’.”
El ancho uniforme navega sobre su cuerpo. Dice que desde que se enroló en el Fiesta ha perdido 20 kilos. Los galones caídos en las mangas, que le quedan por debajo de los hombros, son insignia de su precaria situación. Confiesa que, el día anterior a la visita, desembarcó muy temprano para buscar regalado jabón de polvo para lavar su uniforme. Quería levantar un poco la dignidad, que por estos días está desmoronada.
Poco queda del esplendor del Fiesta, construido en Noruega en 1986 y que hasta 2004 fue explotado en las costas de Florida, donde sus principales clientes eran soldados de las bases militares de la zona, y donde los Yankees de New York gastaban miles de dólares.
Las 350 máquinas tragamonedas están apagadas, frente a ellas, alineadas sillas, tapizadas de pliana en color vino, esperan a los jugadores. Originalmente eran 525 máquinas, pero el gobierno del estado se llevó el resto. Hay 12 mesas de black jack, otras tantas de dados, 18 mesas para juegos de naipes y dos ruletas.
La tripulación se afana en mantener en buen estado la alfombra negra con rayas de colores que cubre la sala principal, las numerosas lámparas que penden del techo y las barras de madera donde se servían las bebidas. Como si en unas horas, como antaño, al caer la noche, el Fiesta Casino fuera a inundarse de aquellos que apuestan con la ilusión de desembarcar millonarios.
El silencio absoluto que priva en el navío, y el sigilo con el que se conduce su tripulación, hacen pensar que es un buque muerto, llamado así en el argot marítimo.
El capitán se dirige hasta la parte más alta, donde se ubica su camarote.
–¡Esto es lo único que tengo!– dice Gómez con desconsuelo, y señala una cama maltrecha, una vieja televisión y una pequeña mesita de madera donde yace la memoria de este barco. “Aquí está la constancia de todo lo que hemos pasado. Lo peor que me ha tocado escribir es cuando el armador abandonó el buque, cuando nos quedamos en apagón, cuando llegó el temporal…”.
–Se acabaron los días de fiesta…
–De fiesta no tiene nada, es desgracia, desgracia Casino.
Cuando descendemos, el capitán se ajusta la gorra y tímidamente mece la mano para despedirnos. Su mirada se pierde en el horizonte, en el mismo instante en que el sol al atardecer se pierde en el agua.
Fuente: Revista Contralínea
Fecha de publicación: Junio 2a quincena de 2007
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