El irascible hombrecillo que dirigió los destinos de España como jefe de gobierno, el mismo que junto a Anthony Blair dijo SI a George W. Bush para iniciar la invasión a Iraq por encima de la comunidad mundial, el señor José María Aznar, se dedica ahora a enseñar democracia en América Latina.
Hace unos días visitó Ecuador y Perú, y como "político de amplia experiencia" y consejero casi colonial, dijo a las naciones del área que la mejor solución para sus muchos problemas es la aplicación sin demora de las leyes del mercado, de la apertura comercial sin trabas, de la anulación del papel del Estado en la actividad económica y de la privatización de los recursos nacionales. Desde luego, el discurso sonó algo extraño para quienes desde los años setenta a la fecha sienten sobre sus espaldas los resultados frustrantes de todo ese programa llegado desde entonces a instancias del Washington oficial, y no pocos se han preguntado si Aznar viaja en una máquina del tiempo en retroceso.
Pero dejemos este desliz de tan honorable personaje en el terreno de la economía y pasemos a sus no menos "interesantes" consejos políticos. Quejoso y lastimado, Aznar recordó como los mecanismos democráticos en América Latina han sido usados por determinados personajes para llegar al poder y luego derivar al más acendrado absolutismo.
Es decir, que los sacrosantos esquemas electorales de occidente para que los poderosos escalasen históricamente al gobierno, han sido subvertidos por aquellos que llamó "populistas, representantes del racismo indigenista y los militares nacionalistas" para cambiar la faz democrática latinoamericana, otrora tan solaz, agraciada y benefactora.
Y para finalizar, cual capitancillo general con ansias de redención, José María explicó que España no puede permanecer imperturbable frente a cuanto acontece en sus antiguos dominios...
Tales poses no pueden ser más ridículas, e indican que el cadáver político en que se ha convertido Aznar insiste en salir a flote y llamar la atención pública aunque sea mediante la difusión de las más tremendas sandeces.
Bien haría el ex jefe de gobierno español en retirarse de la vista pública, cerrar la boca y acogerse a la vida cómoda que le ofrece el estipendio por el alto cargo que inmerecidamente un día desempeñó.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter