El 19 de agosto pasado, el New York Times publicaba una tribuna de siete soldados estadounidenses destacados en Irak, titulada «The War As We Saw It» (La guerra como nosotros la vemos). Rompiendo con los clichés oficiales, el texto reavivó en Estados Unidos la polémica sobre las razones de la presencia militar en Irak y la necesidad de una inmediata retirada.
Tres de los «siete bastardos» que habían firmado aquella tribuna ya pagaron su audacia. El sargento Jeremy Murphy fue alcanzado en la cabeza por un disparo enemigo, y no hay posibilidades de que se salve. Más tarde, los sargentos Omar Mora y Yance T. Gray murieron en un accidente de tránsito en Bagdad, en circunstancias imprecisas.
Se trata de casos mediáticos, pero no aislados. La mala suerte se ceba ahora, sistemáticamente, en todos los soldados estadounidenses que critican públicamente la intervención militar de la administración Bush.
La madre del sargento Omar Mora, la ecuatoriana Olga Capetillo, está exigiendo explicaciones sobre «el accidente» que le costó la vida a su hijo. Varias personalidades demócratas acaban de expresarle su apoyo.
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