Cuando se habla de una Isla Grande en el Caribe, rodeada de mar y con sobradas bondades para el turismo, muchos piensan de inmediato en Cuba, privada por el férreo bloqueo de EE.UU. de ser puerto seguro para los buques de recreo que abundan por esa zona.
La dimensión extraterritorial de esa guerra económica de Washington contra La Habana desde hace 45 años ha tenido en esta última etapa una incidencia particularmente negativa sobre la industria turística, con énfasis en la modalidad de los cruceros.
Pese a las ventajas geográficas de la Antilla Mayor, esta variante no ha podido desplegarse en todo su potencial, debido a las restricciones de ese cerco. Específicamente, la Enmienda Torricelli (1992) prohíbe tocar radas en territorio norteño por un plazo de 180 días a las embarcaciones que lo hayan hecho antes en suelo cubano.
Tales argumentos impiden a esta nación acceder a ese mercado, el 50 por ciento del cual se origina en su entorno natural.
Fuentes oficiales cubanas calculan asimismo que por las vecinas aguas se mueven en 12 meses unos tres millones de cruceristas, a lo cual se une que la Florida es la capital por excelencia de esas naves, las cuales tienen por puerto líder al de Miami.
Y por si esas cifras no bastaran para comprender el por qué esta ínsula ha sido vetada, sépase que el 90 por ciento de esa industria naviera posee capitales de Norteamérica.
El Ministerio del Transporte, frente a la situación creada por tan obstinada y restrictiva política, se ha visto obligado a buscar fórmulas novedosas para contrarrestar sus secuelas, y una de estas alternativas ha sido el suministro de tripulantes o tripulaciones completas a través de Agencias empleadoras especializadas, como SELECMAR.
Precisamente, entre las principales consecuencias sufridas por esa entidad ha estado la compra por Estados Unidos de seis compañías de cruceros con las cuales ella mantenía relaciones, con la consiguiente pérdida de los puestos de trabajo ocupados por los cubanos.
En el 2006 dos cadenas hispanas cesaron sus nexos con la mayor de las Antillas por esa causa. La venta en el último trimestre de ese año del ibérico Grupo Pullmantur (turoperador, crucero y línea aérea) a la Royal Caribbean Cruiser, segunda corporación estadounidense del giro, motivó el cese el 14 de octubre de las operaciones del buque Holidays Dreams, basificado en La Habana. Se estima que entre esa fecha y el 10 de abril pasado dejaron de visitar el país más de 12 mil 370 cruceristas.
Desde septiembre también se despidió del archipiélago el español Grupo Iberostar (Iberojet, Iberojet Internacional, Viajes Iberia y línea aérea Iberwold), adquirido por el grupo financiero Carlyle, en el cual parte de sus accionistas son estadounidenses.
Por la interrupción de los diferentes servicios que prestaban las empresas de turismo vinculadas a la actividad de crucero y por la cancelación de los servicios de catering correspondiente a las aerolíneas Pullmantur e Iberwold se produjeron pérdidas valoradas en 16 millones 890 mil dólares.
A pesar de la profesionalidad de las tripulaciones antillanas, cuyo desempeño elogiaron por igual armadores y otros colegas de disímiles procedencias, cuando esas adquisiciones se concretaron, la cesantía del personal de la Isla devino la primera medida adoptada en el contrato de compra venta.
Así, en un abrir y cerrar de ojos se esfumaron 230 puestos de trabajo, con una afectación monetaria ascendente a un millón 923 mil 300 dólares, calculada a partir de los salarios totales percibidos por los tripulantes y la comisión perteneciente a la agencia contratista.
Con 34 años de edad, de ellos 12 en este rubro, José Orestes López Nodarse fue uno de esos compatriotas cesanteados. Entre el 2003 y octubre del 2006 él laboró en cuatro cruceros de Pullmantur (en el Holidays Dreams y en otros tres barcos destacados en Europa).
Como de frustrante calificó este Asistente de Maitre la arbitrariedad cometida con decenas de marinos coterráneos, quienes perdieron sus ocupaciones por una única razón: ser cubanos. La mayoría de quienes resultamos entonces desplazados, afirmó, ya estamos nuevamente a bordo de otras naves. En ningún caso, un tripulante cubano ha quedado desamparado.
Por obra y gracia del genocida bloqueo imperial, Cuba sigue enfrentando limitaciones de este corte contra su desenvolvimiento económico; en tanto los cruceros por el Caribe continúan mirando a la distancia a la isla prohibida y sus itinerarios se vuelven una telaraña en torno al territorio nacional.
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