En idioma inglés el método se llama Waterboarding y consiste en colocar a un prisionero acostado boca arriba, sobre una tabla inclinada hacia abajo y con la cabeza envuelta en una capucha de tela a través de la cual el interrogador echa agua constantemente, provocando en la víctima una sofocante sensación de ahogo, tan desesperante, que son pocos los que resisten tan inhumana prueba sin rendirse ante su despiadado carcelero.
Base estadounidense de Guantánamo (Cuba), soldados norteamericanos conducen a un preso para una sesión de tortura.
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En las películas del Viejo Oeste el sistema para arrancar confesiones era menos sofisticado. Sencillamente la víctima era zambullida repetidamente un barril de agua fría hasta que el prisionero admitía cuanto crimen quisiera su interrogador que confesara, lo cual no le libraría seguramente de una muerte segura.
A eso, a jugar al ahogado- un juego criminal- es a lo que el Presidente Bush dice que no es tortura. Pero tortura era y así le llamaban a eso en los tiempos de la cruel Inquisición española del Siglo XVI.
Como tortura fue cuando ese inhumano método fue empleado por los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial, o por los japoneses contra los soldados norteamericanos en el Pacifico o por los esbirros de la policía de Batista en Cuba, o como se denuncia ahora que ocurre, utilizado por la CIA contra los prisioneros de Guantánamo acusados de terrorismo.
Si el Waterboarding no es una tortura habrá que preguntarse entonces que cosa es.
Vale bien repetir hoy repetir la frase histórica : Oh libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre!
Les habló para Réplica de Radio-Miami, Max Lesnik
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