El presidente de Estados Unidos ha tendido la mano a los musulmanes en un gran discurso mediático pronunciado en El Cairo. De esta forma pretende pasar la desastrosa página de la «cruzada» de Bush en el Gran Oriente Medio. Sin embargo, en ese ejercicio de relaciones públicas, los alardes líricos han sustituido a las necesarias aclaraciones, mientras aparecen los nuevos apetitos de Washington.
El discurso que pronunció el presidente Obama el 4 de junio en El Cairo [1] fue presentado de antemano por los servicios de comunicación de la Casa Blanca como «fundador de una nueva era». En realidad, ha sido objeto de una intensa campaña promocional que concluyó con un correo electrónico enviado por David Axelrod a las docenas de millones de abonados de la lista de la Casa Blanca [2]. El consejero de imagen de Barack Obama invitó a los estadounidenses a ver el vídeo del discurso que, según él, marca un nuevo comienzo en las relaciones de Estados Unidos con el mundo musulmán [3]. Hay que entender que este discurso está dirigido tanto, o más, a los electores estadounidenses como a los musulmanes.
Su mensaje principal se puede resumir así: Estados Unidos ya no considera al Islam como el enemigo y desea establecer relaciones de interés mutuo con los Estados musulmanes. Ese mensaje se debe tomar como lo que es: un eslogan de relaciones públicas.
Examinemos punto por punto el discurso
Prólogo ¡Quiérannos!
En una larga introducción, el orador desarrolló su mensaje principal de la mano tendida.
Barack Hussein Obama justificó la ruptura con su predecesor por su propia personalidad. Ofreció un momento de emoción a su auditorio al estilo de las películas de Hollywood. Habló de su padre musulmán, de su adolescencia en Indonesia –el país musulmán más poblado del mundo- y de su trabajo social en Chicago cerca de las poblaciones negras musulmanas.
Así, después de habernos hecho creer que la política exterior de Estados Unidos estaba basada en el color de piel de su presidente, quiere convencernos de que refleja su trayectoria personal. Sin embargo, que nadie piense que Obama es un autócrata que puede imponer sus estados de ánimo. Todos son conscientes de que la política de Washington es el fruto de un difícil consenso entre sus élites. En este caso, el cambio de retórica viene impuesto por una serie de fracasos militares en Palestina, Líbano, Iraq y Afganistán. Estados Unidos ya no considera enemigos a los pueblos musulmanes porque no ha conseguido aplastarlos.
Ese realismo condujo, en 2006, a la sublevación de los generales en torno a Brent Scowcroft, que lamentaba la fracasada colonización de Iraq y alertaba sobre un desastre militar en Irán. Continuó con la Comisión Baker-Hamilton, que llamaba a una negociación con Siria e Irán para salir con la cabeza alta del fiasco de Iraq. Ese realismo obligó al presidente Bush a destituir a Donald Rumsfeld y sustituirlo por Robert Gates, discípulo de Scowcroft y miembro de la Comisión Baker-Hamilton. Ese realismo se plasmó en la publicación del informe de las agencias de investigación que corroboraban que no existía ningún programa militar nuclear iraní y de esa forma destruyeron cualquier posible justificación de una guerra contra Irán.
Siempre a propósito del gran amor recuperado, el presidente Obama se presentó como un apasionado de la historia y desgranó las aportaciones de la civilización musulmana al mundo. En las películas de Hollywood, siempre hay una escena sobre la diversidad cultural que nos enriquece. Sin embargo, el escenario se centró sobre la lamentable ignorancia del público estadounidense. Obama y su equipo han reducido la aportación de los actuales pueblos musulmanes a los inventos posteriores a su islamización. ¿No crearon nada antes?
Buscando la reducción de la historia de los pueblos musulmanes exclusivamente a su período islámico, Barack Obama negó milenios de civilización y asumió la retórica de los islamistas más oscurantistas. Vamos a ver que no se trata de un error, sino de una elección estratégica.
Finalmente, el presidente Obama jugó su carta principal al llamar a sus oyentes a reconsiderar su percepción de Estados Unidos. «Estamos formados por todas las culturas, procedentes de todos los rincones del mundo, y somos partidarios de un concepto simple: ‘E pluribus unum’ (muchos pueblos en uno)», declaró. Esta divisa, que expresaba la unidad de las nuevas colonias independientes de América, actualmente se convierte en la del imperio globalizado. No sólo Estados Unidos ya no considera enemigos a los pueblos musulmanes, sino que además pretende integrarlos en el imperio global.
Por otra parte, esa es la razón por la que el establishment de Washington apoyó la candidatura de Barack Hussein Obama. El apellido musulmán del presidente, como su color de piel, son argumentos para convencer a los pueblos del imperio de que el poder que los domina los agrupa. Cuando extendió su imperio, la antigua Roma hizo lo mismo, y escogía a sus emperadores en comarcas lejanas, como a Filippo el Árabe [4]. El salvajismo de las legiones no se había cambiado.
1.- La guerra global contra el terrorismo
Después de esa meliflua pieza de violín, el presidente Obama hiló su introducción con la «guerra global contra el terrorismo». Así, estableció una distinción entre el Islam, que no es malvado como pensaban Bush y Cheney, sino bueno, y los extremistas que aparecen por todas partes son siempre los malos. El pensamiento sigue siendo maniqueo, pero se desplaza el cursor.
El problema es que desde hace ocho años, Washington se esfuerza por fabricar un adversario de su tamaño. Después de la URSS estaba el Islam. Pero si ni los comunistas ni los musulmanes son los enemigos, ¿contra quién está en guerra Estados Unidos? Respuesta: «Al Qaeda, que ha optado por matarlos sin piedad, reivindica los atentados y sigue afirmando su determinación de cometer más masacres a escala masiva. Esa organización dispone de miembros en numerosos países e intenta ampliar su radio de acción. Aquí no se trata de opiniones a debatir, sino de hechos a combatir». Pues no, señor presidente, no son los hechos demostrados, sino las acusaciones las que hay que discutir [5].
Barack Obama continúa: «Nuestro mayor deseo sería repatriar a nuestros soldados, a todos, si tuviéramos la seguridad de que Afganistán, y ahora Pakistán, no acogen a elementos extremistas dispuestos a matar al mayor número posible de estadounidenses. Pero éste todavía no es el caso».
En este punto, el presidente aparece encerrado en un círculo vicioso. Explica que los enemigos no son los musulmanes en general, sino un puñado de individuos no representativos, y después afirma que hay que combatir a ese puñado de individuos librando una guerra contra los pueblos musulmanes. Ése es todo el problema: Washington desearía ser amigo de los musulmanes, pero tiene necesidad de un enemigo para justificar sus acciones militares y, por el momento, no ha encontrado un chivo expiatorio de reemplazo.
2.- El conflicto árabe israelí
Barack Obama abordó la cuestión de Palestina de forma más extensa que sus predecesores y reconoció no sólo un conflicto israelí-palestino, sino también israelí-árabe. Pro no precisó de qué manera, desde su punto de vista, concierne a los países árabes. Abogó con firmeza por la «solución de dos Estados», pero eludió la embarazosa cuestión de la naturaleza de esos dos Estados. ¿Se trata de dos Estados soberanos y democráticos en el sentido real del término, o de un Estado para los judíos y otro para los palestinos como el que reivindica la «izquierda» israelí, que implica una limpieza étnica y la institucionalización absoluta del apartheid? [6].
Más que eliminar las incertidumbres, el presidente Obama optó por ofrecer a su auditorio una nueva «escena emotiva» en la que expresó su compasión ante los sufrimientos de los palestinos. Realmente ese fue el momento más abyecto de su discurso: la llamada a los buenos sentimientos de las víctimas para tapar los crímenes de los verdugos.
El presidente declaró: «Los palestinos deben renunciar a la violencia. La resistencia en forma de violencia y matanzas no sirve. En Estados Unidos, los negros sufrieron el látigo cuando eran esclavos, la humillación y la discriminación. Pero finalmente no fue la violencia la que permitió conseguir la igualdad de derechos en su integridad. Fue la perseverancia firme y pacífica en los ideales básicos de la propia creación de Estados Unidos. Esta misma historia se puede contar de los pueblos desde el sur de África al sur de Asia, desde la Europa del Este a Indonesia. Es una historia con una simple verdad: la violencia no conduce a ningún sitio. Lanzar cohetes contra los niños israelíes que duermen o matar ancianas en un autobús no es una demostración de valentía ni de fuerza».
Barack Obama caricaturiza la resistencia palestina en los términos de la propaganda sionista: los cohetes que se lanzan contra niños dormidos y las ancianas que mueren en un autobús. Reconoce que las tierras y las casas de los palestinos están ocupadas, pero les prohíbe utilizar la fuerza para recuperarlas de los civiles que las ocupan. Obama reprocha a los palestinos que no utilicen misiles teledirigidos para alcanzar los objetivos militares y que se conformen con cohetes artesanales que caen a ciegas.
Pero lo peor está por llegar. El presidente Obama se transforma en maestro, pide a las víctimas que renuncien a la violencia y les aconseja que tomen ejemplo del movimiento de los negros estadounidenses para los derechos cívicos. A final, no fue convirtiendo a los blancos como King obtuvo resultados, sino implicando a la opinión pública internacional. Entonces, el presidente Johnson se vio obligado a ceder para dar buena imagen frente a la URSS. Después de recibir el Premio Nobel de la Paz, Martin Luther King prosiguió la lucha afirmando que su objetivo no era que los negros pudiesen servir en el ejército como los blancos para matar vietnamitas que aspiraban a la libertad. Precisamente después de esa intervención en Riverside fue cuando Johnson le cerró las puertas de la Casa Blanca y los jefes del FBI decidieron asesinarle. Sin ninguna duda, si King todavía estuviera vivo, hoy diría que su objetivo no es permitir que un negro acceda al despacho oval para matar iraquíes o pakistaníes que aspiran a la libertad.
3.- La desnuclearización
Al señalar las difíciles relaciones con Irán, el presidente Obama optó por salirse por la tangente de la polémica sobre el arma nuclear. Después de reconocer el derecho de Irán a dotarse de una industria nuclear civil y admitir que ni Estados Unidos ni ninguna otra potencia tiene autoridad moral para autorizar o prohibir a un Estado que posea la bomba, se pronunció por un desarme nuclear global, incluyendo también, implícitamente, a Israel.
Sabemos que el Pentágono no dispone de los medios financieros necesarios para mantener la carrera armamentista nuclear y negocia a ese respecto con Rusia y China. Eso no se debe interpretar como un impulso pacifista, al mismo tiempo, el Pentágono sigue investigando sobre las armas atómicas en miniatura (excluidas del Tratado de No Proliferación) y fortaleciendo sus alianzas militares como la OTAN.
4.- La democracia
El presidente Obama lamentó que su predecesor creyese que era posible exportar la democracia a Iraq por la fuerza; después hizo un elogio del gobierno del pueblo por el pueblo y del Estado de derecho. Una tomadura de pelo para quienes recuerdan que la Constitución de Estados Unidos no reconoce la soberanía popular, y que en el año 2000, la Corte Suprema pudo proclamar electo a George W. Bush antes de que se aclarase el escrutinio de Florida. La declaración tuvo el aire de una farsa procedente de un político retorcido que acaba de confirmar la suspensión de las libertades fundamentales por el Patriot Act, en especial la suspensión del habeas corpus, que él mismo describió hace poco como la base de la justicia. Una crueldad para los egipcios que no tuvieron el privilegio de formar parte de los 3.000 invitados. Mientras Obama proseguía «Hay que conservar el poder por el consentimiento del pueblo y no por la coacción», ellos pensarían en el presidente Mubarak, inamovible desde hace 28 años. Mientras Obama continuó «Hay que respetar los derechos de las minorías y participar, con un espíritu de tolerancia y compromiso», ellos pensarían en los espirituales coptos (cristianos de Egipto, N. de T) que acababan de sacrificar a los animales.
Para evitar que ese pasaje se viera perturbado por ataques de risas nerviosas, una voz anónima gritó en la sala «¡Barack Obama, te amamos!» Sólo faltaba la niña con el ramo de flores en la mano.
5.- La libertad religiosa
Barack Hussein Obama se mostró especialmente cómodo en el capítulo de la libertad religiosa. Se trata de un eslogan de efectividad comprobada. Desde hace dos años, Madeleine Albright preparaba este momento. Había observado que la resistencia al imperialismo estadounidense a menudo está estructurada por grupos religiosos, como Hezbolá en Líbano o Hamás en Palestina. Así pues, concluyó que Estados Unidos no debe dejar sin vigilancia ese campo, e incluso invertir totalmente en él. En un libro dedicado a este asunto, Albright preconiza que Estados Unidos se convierta en el protector de todas las religiones [7]. En este sentido, el presidente Obama recordó a las minorías cristianas, coptos y maronitas, y después llamó a la reconciliación, en el Islam, de los suníes y los chiíes. También en el mismo sentido descuidó la historia preislámica de los pueblos musulmanes.
6.- Los derechos de la mujer
Con delectación, Barack Hussein Obama se permitió el lujo de recordar que su país garantiza a las mujeres musulmanas el derecho a llevar el velo, mientras que Nicolás Sarkozy lo prohibió en las escuelas francesas en la época en que quería mostrarse más neoconservador que Bush [8]. Y mientras Obama disertaba, la web de la Casa Blanca editaba un artículo especial que mostraba la jurisprudencia estadounidense.
Con habilidad, el presidente recordó que en algunos casos los Estados musulmanes son pioneros en materia de derechos femeninos: «En Turquía, Pakistán, Bangladesh e Indonesia, hemos visto países de mayoría musulmana que han elegido mujeres para dirigirlos, mientras la lucha por la igualdad de las mujeres continúa en muchos aspectos de la vida estadounidense y en países de todo el mundo».
7.- El desarrollo económico
Guardó para el final la cuestión del desarrollo económico, aunque era la más importante. Habitualmente, las grandes potencias cambian una ayuda inmediata por beneficios desproporcionados a largo plazo. Así, la ayuda al desarrollo es el Caballo de Troya del saqueo de los recursos. Sin embargo, durante la campaña electoral, se concluyó un acuerdo bipartidista sobre la reorientación de la política exterior de EEUU. La idea principal expresada por la Comissión Armitage-Nye, es la de conquistar los corazones y los espíritus ofreciendo servicios que transformen la vida de las personas sin que cuesten demasiado caros [9]. Hillary Clinton ya hizo una referencia explícita durante la reunión del Senado para su confirmación como secretaria de Estado.
Luciendo la sonrisa de Papá Noel, Barack Obama recitó una lista de promesas encantadoras. Continuó: «Nombraremos nuevos enviados científicos que se encargarán de colaborar en programas que pongan a punto nuevas fuentes de energía, crearán empleos verdes, digitalizarán los registros y archivos, purificarán el agua y producirán nuevos cultivos. En el terreno de la salud a nivel mundial, hoy anuncio una nueva iniciativa con la Organización de la Conferencia Islámica para erradicar la polio e intensificaremos nuestras asociaciones con las comunidades musulmanas para mejorar la salud maternal e infantil». Eso nos recuerda los compromisos de la Cumbre del Milenio, en la que el presidente Clinton anunció el fin inminente de la pobreza y la enfermedad.
El presidente de Estados Unidos concluyó su fluido discurso citando el Corán, el Talmud y los Evangelios. Su mensaje se resumiría en el hecho de que «Los habitantes del mundo puedan vivir juntos y en paz. Sabemos que esa es la visión de Dios. Ahora es nuestra tarea en esta tierra» Esa triple referencia seguramente se impuso debido al lugar, una prestigiosa universidad islámica. También se puede ver que refleja cierto desasosiego. En plena recesión económica, Estados Unidos ya no dispone de los medios para mantener su presión sobre los campos petroleros del Gran Oriente Medio –con mayor razón no tiene los medios para llevar a cabo sus promesas-. Sin embargo, EEUU tiene la esperanza de reconstruir próximamente su potencia. Pero en la fase actual debe congelar cualquier evolución regional que sólo puede aportarle desventajas. Estados Unidos teme sobre todo la expansión de la influencia turca e iraní y la irrupción de Rusia y China en la región. Definir la paz en términos religiosos y no políticos, siempre significa ganar tiempo.
Traducido para Rebelión por Caty R.
[1] Discurso de Obama en El Cairo (en español)
[2] «A New Beginning – Watch the President’s Speech», David Axelrod, 4 de junio de 2009.
[3] Vídeo disponible en la web de la Casa Blanca.
[4] Filippo el Árabe era sirio. Fue emperador de Roma de 244 a 249.
[5] El secretario de Estado Colin Powel se comprometió a presentar un informe sobre los atentados del 11-S a la Asamblea General de las Naciones Unidas que estableciese que habían sido víctimas de una agresión externa. Ese documento jamás se elaboró. Las únicas informaciones conocidas que presentaron las autoridades estadounidenses acusaban a Afganistán, después a Iraq e invocaban la legítima defensa para atacarlos. Ver L’Effroyable imposture, de Thierry Meyssan, 2002. En español La gran impostura.
[6] «La «solución de los dos Estados» será la del apartheid]», Thierry Meyssan, Red Voltaire, 13 de enero de 2008. Al final aparece el Documento preparatorio de la Conferencia de Anapólis señalado por Barack Obama, que define a «Israel como patria del pueblo judío y Palestina como patria del pueblo palestino»
[7] The Mighty and the Almighty: Reflections on Faith God and World Affairs, Madeleine Albright, Pan Books, 2007, 324 pp. Se apreciará el juego de palabras inglés: «El poderoso y el Todopoderoso» haciendo referencia al presidente de Estados Unidos y a Dios.
[8] «Nicolas Sarkozy agite le voile islamique», Red Voltaire, 19 de enero de 2004.
[9] « Washington decreta un año de tregua global », por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de diciembre de 2007.
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