No he visto ningún documento, pero sí he leído en Internet la presunta transcripción de un documento por el cual se pretendería echar del Apra a Luis Alberto Salgado, candidato a la secretaría general del veterano movimiento. El estropicio lleva la firma de Mauricio Mulder. ¿Es esto cierto? Habida cuenta de un Congreso, sine die, y una carrera electoral interna para ese cargo, es palmario que todo eso se derrumba, se hace añicos, culmina el proceso involutivo y convierte en una entelequia inane a esa colectividad porque anuncia la aviesa maniobra que sólo el oficialismo tiene la buena pro. Y al resto, entre los que está el antiguo y acreditado dirigente Jesús Guzmán Gallardo, la decapitación. ¿Tanto puede el miedo, ese consejero mediocre, como para llegar a este nivel abisal de actitudes?

Cuando cursaba sus años iniciales universitarios, Mauricio Mulder aprendió los rudimentos del aprismo ¡precisamente! de Luis Alberto Salgado. El alumno le salió cimarrón a LAS pero ¿qué se puede hacer? A veces la vida nos da sorpresas. La calidad fraternal de Mulder ha salido a flote y no estoy muy seguro que esté orgulloso de su hazaña.

Pero éste no es un asunto personal ni jurídico o adefesios por el estilo ¡es un intríngulis político sumamente delicado! A lo señalado en entrevistas televisivas, radiales, periodísticas por LAS, denunciando las desviaciones del gobierno y sus flagrantes omisiones contradictorias con la ideología aprista, únese lo dicho por Guzmán Gallardo cuando subrayó que “Alan García había dejado de ser aprista hace mucho tiempo”. La soberbia dejó sin respuesta estas subrayadas cuanto que estentóreas afirmaciones. Ahora se sabe por causa de qué: ¡miedo, vulgar y rotundo, a no tener qué decir! No hay siquiera lógica porque a Guzmán no se le ha armado un tribunal o enderezado, que yo sepa, resolución alguna de ridícula jurisprudencia similar.

¿Cuál fue la fortaleza del aprismo en un país en que nos creemos enemigos potenciales capaces de asesinarnos por líos de poca monta? Todo lo contrario a esta variable constante del ADN nacional: la fraternidad, la capacidad de unificar climas y marejadas disciplinadas para acometer ideas en común. Peruanos en su múltiple colorido, procedencia, religiosidad, adhirieron a esa convocatoria que viene desde 1930 y que tiene antecedentes desde mucho antes en jornadas estudiantiles y laborales, destierro, creación heroica en el exilio y la probanza del duro pan del extranjero sin mayores esperanzas que las que su fe construía casi sin recursos. Los capitanes de esa empresa política tuvieron el tino, la inteligencia y el arrojo cuanto que yerros como para conducir la nave durante décadas. Es tanta la influencia que los enemigos acérrimos y odiosos del Apra (que jamás han podido hacer nada igual) siguen insultando a Haya de la Torre como si aquél hubiera muerto ayer y no un lejano 2 de agosto de 1979 ¡treinta años atrás! No obstante, los apristas actuales o los que dicen serlo, han olvidado la gran clave de su supervivencia y que fue la lección cotidiana que ejerció como magisterio el clan fundador y los que siguieron a lo largo y ancho del país. ¿Creerá Mauricio Mulder que su legalismo expulsorio se inscribe en esta imbatible tradición y con, precisamente, quien le enseñó a deletrear de política en la Universidad Católica?

Cuando el Apra derrotada de 1980 por Fernando Belaunde que le sacó 800 mil votos de ventaja a su contendor, Armando Villanueva, expulsa al año siguiente del partido al ilustre e injustamente olvidado Andrés Townsend Ezcurra, resiente y evita analizar con detalle y valentía la tragedia absurda del comicio perdido. Después se encargaría de conducir, de algún modo, Alan García con acierto hacia 1985. No hay quien pueda demostrar que lo que aconteció en ese lustro, de gobierno llamado “voluntarista” hasta 1990, merezca siquiera la duda que fue una de las experiencias más mediocres, innobles y plagadas de indecencias que tampoco han sido revisadas con exhaustiva puntillosidad. Había advertido contra los infraternos y los desviacionistas Townsend. El tiempo, juez inexorable, diole la razón.

¿Qué participación tiene en este vergonzoso capítulo, impresentable acción que parece una venganza camorrera, el presidente Alan García? Si dijéramos ninguna, aquello equivaldía a que MM tiene autonomía, aunque sea una poca. En cambio a medida que pasen los días y no se corrija esta ilustre imbecilidad que vicia cada uno de los procesos internos porque exhibe la guillotina para quienes disientan del oficialismo, se entra en un callejón sin retorno. En Bagua, la estulticia torpe produjo la muerte de decenas. ¿Quién y quiénes promueven los funerales del partido que fundara Haya de la Torre? Esta vez habrá que poner la tilde puntual, con nombre y apellido, sobre sus fautores.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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