por Ana Tello de Martin; amtm1154@yahoo.com
Al pasar el tiempo quiero participarles algo de mi vida y es el haber compartido 33 años de mi existencia con mi esposo el c. doctor Ricardo Martín Mora un hombre de personalidad fuerte, consecuente con sus ideas, valiente y fraterno.
Es mucho lo que les quisiera contar, pero les transmitiré una parte muy importante de su vida. Lo que significó haber sido fundador de la Fiscalía de la Nación cuando fue creada en los años 80, al lado de su primer Fiscal de la Nación el doctor Gonzalo Ortiz de Zevallos, un hombre que dejó ejemplo de honradez, transparencia y valentía al iniciar el camino del Ministerio Público, es así que Ricardo fue invitado por Ortiz de Zevallos a formar parte de este equipo de trabajo.
Vienen a mi memoria, las intervenciones que tenía a su cargo Ricardo como fiscal, que nunca se doblegó ante nada. En oportunidades me asustaba con su trabajo, cuando recuerdo lo que decían los periodistas en sus artículos, a veces estaba en la selva, o de un momento a otro el fiscal Martín Mora estaba haciendo alguna intervención que le era asignada y deteniendo, ya sea un cargamento de droga, combatiendo un caso de terrorismo o desactivando un levantamiento en la selva.
Eran instantes de zozobra. Como esposa y madre de dos niños mi papel en ese momento era el de poder ayudarlo a seguir adelante y darle fuerza con mi silencio de angustia para no preocuparlo y él pudiera persistir con el trabajo que era muy importante al desactivar la proliferación de la droga que se extendía en forma rápida, él como siempre intrépido, sin miedo, venía y me contaba las operaciones que acababa de realizar, yo me sentía tan orgullosa de su trabajo y de verlo que era una satisfacción personal el poder luchar contra el flagelo que consume a la humanidad.
Es así que a nosotros, su familia, nos tocaron situaciones angustiosas de vida, ya que tuvimos muchos momentos de riesgo hasta que llegó un día, después que desmanteló a una de las mafias más grandes del país, que tuvimos que decidir irnos al extranjero porque su vida corría peligro, pidió garantías para su vida, es así que nos debimos abandonar nuestro querido Perú y separarnos de los dos pequeños niños y dejarlos con mi madre donde estaban bien protegidos. No pudieron ir con nosotros por razones económicas y porque en el exilio no sabíamos qué destino incierto nos esperaba, llegando a un país culturalmente diferente. Pero desde que arribamos Ricardo se puso a derecho como siempre le gustaron las cosas, dentro de la legalidad, siguiendo la leyes americanas y todo lo que conllevaba gestionar el asilo, que solicitó es ahí que el caso fue escuchado inmediatamente, el interés que puso la barra de abogados de New York fue muy importante, lo primero que nos salió fue nuestro permiso de trabajo.
En una de las cartas que le enviara el Fiscal de la Nación –de quien Ricardo era colaborador inmediato- Gonzalo Ortiz de Zevallos y que yo guardo, ya que nunca dejó de estar en comunicación con él, le dice desde:
Quito 17 de julio de 1984
Doctor. Ricardo Martin Mora
“NO puedo olvidar que cuando fui Fiscal de la Nación , usted me acompañó con lealtad, valentía y coraje en defensa de la moralidad y de la legalidad en el país y que intervino directa y temerariamente en comisión de gran confianza y peligro para enfrentar a la acción del terrorismo y narcotráfico, acompañándome en visitas que hicimos sin escolta policial a zonas críticas como Ayacucho, centro de operaciones de Sendero Luminoso y a Uchiza, donde habían asesinado a un periodista que informó sobre las mafias del tráfico de drogas, población de la que se había retirado la policía por no contar con los elementos necesarios de fuerza para combatir a esas mafias”
En los Estados Unidos, nos tocó vivir momentos angustiosos y pasar muchas penurias, en razón que nosotros sólo teníamos nuestras maletas y muy poco dinero. Al principio contamos con la ayuda de mi cuñado en cuanto a vivienda, pero nos tocó trabajar desde abajo. Ricardo decía “a mucho orgullo fuimos obreros de fábrica, pero nunca olvidemos quiénes somos y que trabajamos para sobrevivir y poder sostener a nuestros hijos desde acá.”
¡Cuántos momentos pasamos de alegrías y tristezas pero unidos como estábamos y con el AMOR que sentíamos nos daba fuerza para seguir adelante! La perseverancia y la intrepidez de él fue muy importante para salir adelante puesto que en medio de su desesperación de no poder conseguir traer a nuestros hijos y ver las limitaciones que teníamos, no se doblegó nunca, al contrario cada amanecer era una nueva esperanza.
Recuerdo que cuando trabajábamos en una fábrica de juguetes, en sus horas de descanso estaba al teléfono haciendo, como siempre, coordinaciones con los compañeros. Vivíamos en New Jersey y en nuestros días libres íbamos a New York a ver el caso de nuestro asilo, con la ayuda de una amiga abogada peruana que siempre nos apoyaba. Ricardo llegó a pertenecer a las juventudes de la ONU esto fue sin paga alguna y formó la Asociación de Abogados Peruanos en New York, él se hizo rápido al idioma y consiguió manejarse en una ciudad tan grande y conectarse con mucha gente dentro de su profesión de abogado.
También él siempre al tanto de tener noticias de nuestros compañeros y Partido pudo ver en una de sus visitas al c. Ramiro Priale en New York, lo mismo que se pudo conectar en ese momento con nuestros amigos y compañeros Luis Alberto y Rochi Salgado. En ese momento Luis Alberto se encontraba de Secretario General del Partido en New Jersey, es así que en un momento participamos en las elecciones del primer gobierno del presidente Alan García y fiel a las enseñanzas, como militantes pudimos estar presentes en las elecciones interviniendo como personeros.
También junto a nosotros ya en ese momento se encontraba el c. Carlos Tello actual coordinador de Estados Unidos y Canadá que en una reunión en New York nos lo encontramos y desde ahí nos ayudó mucho y nos sentíamos más acompañados.
Solo quiero relatarles en esta nota, una parte de lo que fue Ricardo y que muchos no conocieron, para que sepan que la vida no pasó por pasar en él, sino que ha dejado huella con su ejemplo de vida para quienes lo queremos, su familia y muchos amigos que todavía lo recuerdan y sé que nunca lo olvidarán porque de alguna forma él estuvo con muchos de ellos en diferentes circunstancias, compartiendo ideales y saben la calidad de ser humano que fue como amigo, compañero, padre y esposo.
Desde muy joven fue formado por nuestro querido jefe Víctor Raúl Haya de la Torre quien lo llamaba “pichón de oligarca” y con sus enseñanzas pudo lograr mucho en la vida ya que donde él estuvo fuera de su querida patria, nunca olvidó las enseñanzas recibidas y como él decía “NACI APRISTA Y MORIRE SIENDO APRISTA” y así fue.
¡Cuánto aprendí de él, fue mi maestro de vida y al que le debo en este momento estar acá siguiendo adelante con la fuerza que me enseñó para enfrentar los obstáculos que se me presenten y sobre todo a seguir adelante por un país con justicia social de pan con libertad!
Este 21 de julio se celebra un año de su partida y quiero invitarlos a acompañarme para recordarlo en la MISA DE HONRAS que se oficiará en la Parroquia Nuestra Señora del Pilar, sito en Calle Víctor Andrés Belaunde Nº 160 – San Isidro (Camino Real)
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