En alguna colectividad política impera, nadie sabe por cuáles razones específicas, la moda de etiquetar a sus líderes, o a quienes así se considera, como cuarentones, cincuentones, sesentones, etc. Pero, el insalvable pero adviene firme, la estupidez (casi como la brutalidad, ese otro ámbito humano tan común en nuestros pagos) es una deliciosa estación cuasi primaveral, por su tibieza, en que casi la edad no cuenta para nada. Hay estúpidos desde los 15, los 20, 25, 30, 40, 50, 60. Los hay toda su vida, como reza el dicho, genio y estúpido, hasta la sepultura. ¿Para qué, entonces, distinguir a sus vectores o separarlos en promociones que generan pérdidas, derrotas, frustraciones, monras, traiciones, a cual peor que la anterior, por años cronológicos? Convengamos entonces que ¡la estupidez no tiene edad!
¿Cómo se explica la impresionante estupidez que un partido político con más de ocho décadas haya perdido casi toda su influencia nacional y esté constreñido al respaldo que la frívola y racista Lima le da con la derecha que apuesta por el mal menor y que graficara sus guarismos trágicos en el comicio del 2006? Esa dirigencia, hasta hoy no explica los métodos científicos que usó para perder de una manera tan vergonzosa y convertir al antaño movimiento esperanza de los pobres del Perú en una cofradía de oportunistas recién llegados y en búsqueda angurrienta de cualquier puesto con tal de conseguirse un ingreso. No causa pues asombro que a la vuelta de pocos años, los resultados sean los que se observan: falta de respuesta política, putrefacción en el pensamiento y una impresionante carencia de líderes con calidad y educación geopolíticas. La estupidez se nutre de la ignorancia.
No ha mucho una de las mayúsculas estupideces consistió en la expulsión del ciudadano Luis Alberto Salgado Tantte. ¿Cuál el pecado del mencionado?: aspirar a la secretaría general de su partido, ser un especialista en derechos humanos y poseer la envidiable presea de una coherencia que acompasa la trayectoria de su padre, Romeo Eduardo Salgado Hurtado, que fuera con Armando Villanueva, Andrés Townsend, Tulio Velásquez, Luis Rodríguez Vildósola, Mario Suárez Castañeyra, Urbano Julve Ciriaco, Susana Medrano y muchos otros, fundador en 1934 de la gloriosa Federación Aprista Juvenil, el “escudo” del Partido como llamó Haya de la Torre a esa muchachada heroica que pasó por las alamedas del encierro, destierro o entierro, cuando no fueron asesinados a sangre fría. Es pertinente, para vergüenza de su fautor contumaz, mencionar que el verdugo que firma la resolución que elimina al incómodo Salgado, es nada menos que Mauricio Mulder Bedoya, alumno que aprendió cualquier arista del tema social ¡precisamente! de la mano guía y linterna intelectual de………. ¡Salgado! ¡Cosas veredes Sancho! decíale el Caballero de la Triste Figura a su escudero.
¿Cómo se miden las estupideces? Como en los negocios: ¡por sus resultados! Los múltiples pronunciamientos de solidaridad con Luis Alberto Salgado y el renacimiento de los grupos juveniles abominando de la torpeza cometida, dan testimonio suficiente de que los autores de la infamia deberían analizar –si esa simpleza es posible- su debilidad mental.
Esto no debería consolar a nadie pues la estupidez, como el capital no tiene edad, tampoco patria y se manifiesta en todas partes. ¿A la fecha hay alguna organización de esas que se llaman de derechos humanos, que haya protestado ruidosamente por cómo le pasaron un camión encima a LAS? La respuesta es categórica: ¡ninguna! Nótese el grado de mercancía a que se ha reducido la política nacional.
¡A la estupidez hay que oponerle optimista creación imaginativa! ¡Alegría de vencedores y convicción de luchadores que mueren pero no se rinden! A los ladrones hay que denunciarlos y a los estafadores hay que meterlos a la cárcel luego de sendos juicios de residencia, lo que significa que no hay incurrir en la inocentada de dejarlos huir para que retornen en tres o cuatro años. Y eso mueve a la dignidad de reaccionar frente a tanta inmundicia de fraudes y mentiras en que han convertido a un partido político.
Por cierto, aunque sea una estupidez advertirlo: cualquier parecido con la realidad es sólo coincidencia.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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