Mientras continúan las campañas mediáticas multimillonarias dirigidas a injuriar a la dirigencia estudiantil universitaria, los datos de su encuestador oficial indican un descenso acelerado de la popularidad del primer mandatario.
Esa es la conclusión a la que han llegado varias de las empresas encuestadoras que han mostrado datos sobre la aceptación a la gestión del presidente Rafael Correa. Un gobierno que hasta el mes de enero de este año se mantenía con niveles superiores al 70% de aceptación y menos del 30% de rechazo, y ahora, luego de 10 meses, ha caído en 14 puntos en su aceptación, y la población que lo rechaza ha aumentado en 9 puntos porcentuales. Eso según los datos de la misma encuestadora oficial del régimen.
Lo interesante, más allá de la constatación de que se afirma una tendencia a la baja en la credibilidad y aceptación al gobierno y al Presidente, es que los puntos críticos donde se registran las mayores caídas son los días en los que se iniciaron las acciones populares, como la paralización de los maestros convocada por la Unión Nacional de Educadores (UNE) y el levantamiento convocado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Según Pérez, mientras el 5 de septiembre la aceptación se mantenía en un 60% y el rechazo en un 37%, el 26 del mismo mes, a dos semanas de iniciado el paro nacional del magisterio, la aceptación bajó dos puntos. Al 28 de septiembre en que se inicia el levantamiento de la CONAIE, la aceptación a la gestión del primer mandatario cae otros dos puntos, mientras que el rechazo sube en ese mismo porcentaje. La pregunta obvia al presidente es: ¿el paro de la UNE fue solo de cuatro pelagatos?, ¿lo de los indígenas fue solo una acción sin éxito de unos cuantos chiflados?
Según su encuestador oficial, entre un 20 y 22% de quienes rechazan al gobierno, opina que el Presidente es un prepotente, autoritario y que no se diferencia o hasta es peor que gobiernos pasados. ¿Qué dirá sobre esto en su monólogo sabatino, el infalible de la universidad de Lovaina?
El otro elemento de análisis es que estos datos aparecen desde que Correa resolvió que su “revolución” marchara por la senda de las políticas neoliberales. Y una de las consecuencias obvias de esta decisión, y que más golpea a los ecuatorianos, es el incremento del desempleo, que si bien tiene su origen en la crisis estructural del sistema capitalista a nivel mundial, también se debe a que sus medidas de corte fiscalista, que dejan intocados en lo fundamental los intereses de los grandes empresarios y banqueros, no apuntan a reactivar el aparato productivo popular.
Mientras continúa el desangre de los recursos del Estado en campañas mediáticas multimillonarias, esta vez dirigidas a estigmatizar e injuriar a la dirigencia estudiantil universitaria, los datos de su encuestador oficial indican que en medio de una crisis institucional en la que los medios de comunicación han perdido mucha credibilidad, las universidades públicas encabezan la lista de las instituciones que más credibilidad tienen, con apenas un 8% de los encuestados que dicen que no confían nada en ellas, mientras que la Asamblea Constituyente, que en este momento tiene en sus manos la aprobación de la nueva Ley de Educación Superior, tiene apenas un 2% de ecuatorianos que confían mucho en su gestión, mientras que un 29% dice no confiar nada en ella. Cabe entonces preguntar ¿quién tiene la legitimidad necesaria para impulsar los cambios en la educación superior? ¿El gobierno, que está en tercer lugar a nivel institucional, la Asamblea, que está en cuarto, o las universidades, tanto públicas como privadas, que están en los dos primeros lugares de confianza institucional en el país?
Hemos hecho esta relación de datos con las mismas encuestas que el Presidente utiliza, porque en ese plano le gusta actuar al primer mandatario. Pero el problema central sigue siendo que los pueblos de este plurinacional, multicultural y megadiverso Ecuador no abandonan el anhelo de un auténtico cambio revolucionario; que continúan en lucha por evitar la derechización del proyecto del que Rafael Correa formó parte cuando resolvió acoger las principales banderas históricas del movimiento popular y de la izquierda ecuatoriana. El paso no debe desacelerarse, y menos detenerse. La Patria Nueva y el Socialismo son necesarios y posibles.
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