¿Constituye paradigma de algo la ex pareja que conformaron Christian Meier y Marisol Aguirre? Al menos no de litigantes discretos y sensatos. Todo indica que su desubicación para demandarse entrambos por sumas abultadas no es suficiente testimonio de hasta dónde puede llegar la insensibilidad de quienes se creen, por sí y ante sí, con derecho a ventilar sus odios, mascullar sus diatribas, haciendo gala desvergonzada de sumas impresionantes. Es casi seguro que ellos, los dos, no comprenden que en Perú, millones viven en un año con la centésima parte de dólares que a ellos se les antoja como parte de sus reclamos íntimos.
¿Quién tiene la razón? ¿Christian cuando recorta –y ahora también demandará- fondos a Marisol? ¿o Marisol que es la madre en custodia de los niños y que también anuncia reclamos por vía judicial? Cuando se insultan ¿a quién asiste formidable razón para atacarse, en bufonada pública, y decirse, con discutible ejemplaridad, la vela verde? Humildad no les sobra, patanería la tienen a raudales. ¿Es que es tan difícil conservar el pleito en los únicos niveles en que debían permanecer, alejados del público llano y de los medios que también ponen su parte escabrosa y morbosa para hacer más ridículo lo que es ya un escarnio para el común de esposos y esposas que pasan por situaciones similares o mucho más difíciles?
¿En qué afecta a la nación, a su conflictiva vida diaria, a sus conceptos geopolíticos, a su trajinar azaroso por los torpes caminos que labran sus mediocres gobernantes, la payasada entre Christian y Marisol, como para que una radio les regale minutos y minutos, carátulas en su portal de Internet y capítulos como si de una novela se tratase? El Perú es más grande que la minucia fabricada por medios irresponsables acostumbrados a regalar placebos que no satisfacen el hambre de conocimientos, la sed por más conquistas sociales, y la constante e irredimible lucha por un Perú libre, justo y culto.
Nadie podría convencerme que ambos protagonistas de esta especie de comedia del absurdo no está en capacidad de poner punto final al intríngulis. Ocurre que ellos creen que cuanto más espectáculo, mayor podría ser el respaldo a conseguir ante la justicia dirimente. Como si no se supiera cómo se manejan las leyes en el país y cómo el escalafón pasa por color de piel, lugar de residencia, oficina de trabajo (y por tanto, constatación de cuántos dólares y euros hay como probables recompensas) y en última instancia, el juez o jueza que otorgue tal o cual veredicto.
Queda muy claro que estas dos personas debían pensar más en sus hijos y no tanto en los dineros que pueden arrancarse a jalonazo limpio de sus muy bien surtidas alforjas o cuentas corrientes. Es diáfano el escándalo y su motivación: billete. Como que es una realidad fragorosa que eso es lo que le falta al ciudadano común y corriente que transita por las calles desde las madrugadas hasta el anochecer que rinde hasta a los más fuertes. Ni sets de televisión o alfombras mullidas. El pueblo pisa charcos, camina por veredas ahuecadas y sube a microbuses y vive en estos vehículos largas horas del día. ¿Para qué?: ¡sólo para llevar porcentajes ínfimos de dinero para alimentar, vestir y educar a sus hijos! ¿Es tan difícil entender semejantes procesos?
Que a unos cuantos pobres diablos en las redacciones o mesas de diarios, radios o canales, parezca una “noticia” digna de ser “levantada” por su marco sensacionalista no es sino la demostración más cabal de la miseria moral que vive el país.
Christian y Marisol deberían hacerse un favor, el uno al otro, y ambos con una generosidad enorme para con sus hijos: quitar del escenario la bronca y llevarla a un plano en que ambos logren un acuerdo armonioso y monetario. No tienen derecho, hoy o nunca, a hacer ostentación de sus lujos y taras que es como mencionar la soga en casa del ahorcado. El ridículo del cual son parte actuante, es mayúsculo.
¿A quién le importa trifulcas entre Meier y Aguirre?
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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