Max Cortázar se matrimonió. Los directores de Comunicación Social del aparato burocrático presidencial le obsequiaron costosos regalos, fuertes abrazos y muestras de su complicidad en acosar las libertades de prensa, a través de inquisiciones administrativas al negar toda publicidad a las revistas (salvo a sus consentidos: Letras libres y Nexos).
No pudieron los foxes cumplir sus amenazas contra Proceso: censurar la información veraz (Proceso, 29 de noviembre de 2009). Contralínea logró mantener a raya las embestidas gubernamentales, exhibir el fascismo del veto publicitario y mostrar las perversidades de quienes se disfrazan de personeros privados, pretendiendo no ser cuestionados por sus corrupciones públicas (Contralínea, 27 de septiembre de 2009).
Pero siguen las agresiones. Mientras, en la boda de marras, brindaron por la censura y vetos publicitarios al son de la batería del timbiriche que orquesta los ataques desde Los Pinos.
De esta mansión con todos los lujos gratuitamente dispensados a sus huéspedes, asomó la cabeza otro de los achichincles de Cortázar, un tal Adolfo Martínez Palomo, quien se ostenta como coordinador del Consejo Consultivo de Ciencias (ocultas… que de las ciencias naturales de fundamento matemático y las ciencias sociales de fundamento jurídico ni idea tienen) de la Presidencia de la República.
La Presidencia calderonista tiene… ¡asesoría en ciencias! Y el de la batuta de esa orquesta de viento y desafinadas cuerdas es Martínez Palomo, quien durante la exposición de la décima sexta sesión del Comité Internacional de Bioética acusó de falta de “responsabilidad social” a los medios de comunicación, en particular, los escritos, poniendo de ejemplo una entrevista al médico Córdova Villalobos (guiada y controlada por Carlos Olmos, director de Comunicación de la Secretaría de Salud, e invitado a la boda de su protector y amigo Cortázar).
Dijo el empleado de Calderón (sin ningún grado de universidad “patito”) que grabó cuando los reporteros de la fuente de salud al concluir la entrevista se retiraron. Y que era su obligación quedarse al término del acto de Bioética, lo cual le pareció nada ético, demostrando que a los medios de comunicación les “falta responsabilidad social”.
De paso calificó de “cochino norteamericano” el primer caso de influenza, para refutar lo publicado por la revista Science; justificó las “grandes desigualdades” en las condiciones de salud y agregó, despectivamente, que como viajero frecuente que es (con cargo a los dineros del pueblo), “las inequidades” en ese renglón son complicadas en todas partes: “Acabo de estar en Cuba, en Venezuela (había que citar a estos países que gozan de las antipatías de Calderón), y en muchos lados hay complicaciones” (La Jornada, 25 de noviembre de 2009).
Altanero, descubrió el hilo negro al afirmar: “A las empresas informativas les interesa lo que se vende”. Calderón tiene a funcionarios que se ostentan como propietarios de la verdad absoluta y que, salvo ellos, todos los demás, en particular los medios de comunicación, carecen de “responsabilidad”.
El especialista en ética y biología desde el púlpito panista descalificó al periodismo que no cumple con lo que mal entiende sobre el trabajo de los reporteros. No extraña el enésimo ataque de este calderonista, ya que desde Los Pinos, Cortázar y sus directores de comunicación desprecian las libertades de prensa; recitan el catecismo, gobiernan con padresnuestros y su ética es la de su ideología religiosa.
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