El 2010 traerá escenarios complejos en los que la unidad férrea de los trabajadores, de los pueblos y nacionalidades, será la única garantía de que el objetivo estratégico trazado en años de combates se acerque.
Si existe una condición fundamental, ineludible para que se produzcan las transformaciones revolucionarias, esa es la acción consciente de las masas. Esa condición trata de ser desconocida, eludida y hasta combatida por el gobierno de la denominada “revolución ciudadana”, que solo ve a las masas como expresión puramente electoral, como objeto de cambio, no como sujeto de transformaciones. Y lo más grave es que mira a sus organizaciones políticas como el enemigo a combatir, como las trabas al proyecto socialdemócrata en marcha, que hay que exterminar.
El 2010 se inicia así con el reto principal de reafirmar el papel que tienen las organizaciones populares, las organizaciones políticas revolucionarias, y de defender el principio de la lucha popular, el papel de los dirigentes populares, de la izquierda revolucionaria como la expresión más avanzada de la sociedad. Se presenta con el reto de repudiar e impedir el intento de criminalizar la lucha social y a sus dirigentes.
El 2010 traerá escenarios complejos en los que la unidad férrea de los trabajadores, de los pueblos y nacionalidades, será la única garantía de que el objetivo estratégico trazado en años de combates por la liberación social y nacional se acerque.
La asfixiante contaminación propagandística que provoca el régimen en los medios de comunicación, estatales o privados, sumada a toda una estrategia ideológica, cultural, de imposición de un pensamiento y voluntad únicos, deben ser enfrentados con la organización aún más amplia y fuerte de los sectores populares, con su unidad férrea.
El espectáculo mediático, las construcciones simbólicas que el equipo propagandístico del Presidente construye, no pueden ser la expresión de la democracia, de que una “revolución está en marcha”, son más bien la expresión de una exclusión de los pueblos de los procesos de decisión, de ejecución y control de los cambios, es desconocer en los hechos las garantías contempladas en la Constitución.
Una comunicación auténticamente democrática, ejercida como derecho de los pueblos, no es el cambio de manos de un monopolio privado a un monopolio gubernamental, es la entrega de las condiciones de comunicarse a todos, pero principalmente a quienes han sido excluidos históricamente de este derecho, a quienes han sido las víctimas del ejercicio dictatorial de la información y la opinión.
El 2010 traerá, desde el lado de OPCIÓN, el compromiso siempre firme de defender frontalmente los intereses de los pueblos, de contribuir como hasta ahora lo hemos hecho a esclarecer las rutas que el cambio debe seguir. En esto siempre seremos “totalmente parcializados” como siempre lo hemos sido.
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