26-7-2005
Cura Bambarén: ¿y el Concordato, qué?
Muy interesante que el cura Bambarén haya vuelto por los fueros políticos. Así condimenta nuestra envilecida política llena de Catones de juguete, estafadores de vientre orondo que comercializan los derechos humanos, farsantes que se elogian entre sí y fracasados que nunca concitan el sufragio popular pero sí los dólares abundantes que invierten aquí como ONGs para vivir de los pobres aunque para ellos sólo existan soluciones paliativas. Si propusieran soluciones radicales. ¡Se acaban los problemas! ¡Y también los dólares!
Tengo la impresión que es hora que el cura Bambarén se pronuncie contra esa tremenda estafa que se hizo entre gallos y medianoche y a favor de unos improductivos que ya tienen más de 500 años convalidando estados de opresión, supercherías perdona pecados e imposturas siempre al lado de las peores dictaduras contra los derechos humanos. Me refiero al Concordato entre el Estado peruano y el Vaticano, acuerdo internacional que no ha sido ratificado por ningún Congreso pero que da patente de corso a la Iglesia Católica para que NO pague impuestos, para que sus altos funcionarios ganen sueldos de ministro y literalmente exaccionen al pueblo peruano desde 1980.
Por alguna amnesia circunstancial y conveniente, el cura Bambarén olvidó poner como una de las protestas más subrayadas el repudio a un tratado internacional, el Concordato, que nació clandestinamente y entre una dictadura, la de Morales Bermúdez y el Vaticano que es un Estado internacional y que ahora empuja la santificación de Juan Pablo II, saltándose a la garrocha hasta sus mismos plazos institucionales. ¡Cómo se nota que son respetuosos de sus reglamentos!
Los parlamentarios se mueren de miedo siquiera de tocar el tema. Se confunde la fe, contra la que no tengo absolutamente nada, con la obligación cívica de pagar impuestos que todo el mundo sufraga, ¡menos la Iglesia Católica! Y encima gozan de más privilegios: internar libros, publicaciones, importar útiles de toda especie y de todo calibre, sin ninguna clase de fiscalización. ¡Para colmo de males, en una aberración discriminatoria, la Iglesia Católica permite el actuar de sectas al interior de la misma y al interior de la sociedad civil, un ejemplo: ¡el Sodalicio de Vida cristiana, los tristemente sodálites, que monopolizan las ceremonias preparativas de las confirmaciones y están infectando múltiples colegios en todo el país!
¿Cómo así, el jesuita Bambarén no dice nada al respecto, ni del Concordato ni de las sectas, a una de las cuales, el Opus Dei, pertenece el cardenal Juan Luis Cipriani? ¿Qué clase de medición moral es la que aplica el cura de marras cuando sí ve con un ojo lo que no ve con el otro? ¿O será que la moral, la anticorrupción, tiene graduaciones, tintes y colores?
Parece interesante que la sociedad reflexione abominando de la corrupción. Pero ni el liderazgo de una lucha a muerte contra ésta es de grupos minúsculos, pero bien apertrechados de fondos y esquiroles en los medios de comunicación, ni el cura Bambarén puede creer que él tiene un liderazgo, fabricado mediáticamente, y con poder para embutirlo, como santa verdad, al resto de los peruanos. Bambarén tiene mucho que explicar y debería, antes de meterse en marchas o actividades de esta naturaleza, hablar sobre la paparrucha impuesta al pueblo peruano a través del Concordato de 1980 y que favorece inmoralmente a la Iglesia Católica en singular y exclusiva forma.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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