Es un hecho que tres personajes se pasean al conjuro festivo de la elite gobernante (“que se ha hecho indigna de gobernar”, según Tocqueville, al advertir el estallido de la Revolución de 1848 que provocó la caída de la monarquía). Ellos son: Santa Anna, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, con motivo de las luces de bengala de los partidos en la oposición complaciente (con todo y las pullas del Partido de la Revolución Democrática, PRD, el cortar distancias del partido bisagra, el Partido Revolucionario Institucional, y las facciones del Partido Acción Nacional, PAN, que apoyan o no a Calderón).
No quieren darse cuenta los integrantes de la elite oligárquica y el mismísimo Calderón (que los caricaturistas de La Jornada presentan como un lilliputiense al que le quedan grande la banda presidencial, la silla “embrujada” que rechazaron Villa y Zapata; el uniforme militar, etcétera), los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial del peligro latente.
Esa elite, completada por los empresarios rejegos, que en pisa y corre critican a Calderón; los banqueros llorones que limpian sus lágrimas con sus multimillonarias ganancias, sigue saqueando a la nación con el alza de impuestos y precios de bienes y servicios, la sangrienta inseguridad, la mentira de dizque adquirir 30 millones de vacunas antigripales, cuando apenas llegarán tres millones.
Desempleo, bajísimo consumo y salarios a la baja, por su pérdida de poder de compra; hambruna de 40 millones de mexicanos y otros 40 sobreviviendo en la pobreza a secas; enfermedades, violaciones y feminicidios (más de nueve de los que se tiene registro, sobre todo en Chihuahua, Estado de México, el Distrito Federal, Sonora, Baja California, Veracruz, etcétera); casi 18 mil homicidios de la guerra: narcotraficantes, paramilitares, policías, soldados y civiles; impunidad, corrupción y transas; miedo de la población a las policías; sobornos exigidos en cualquier trámite burocrático administrativo…
Todo esto en un botín de los desgobernadores priistas y la Presidencia de Calderón, y migajas para los del PRD y PAN. Piratas de la elite que nos desgobierna han asaltado los escasos dineros del pueblo que, por el aumento a los impuestos vigentes y los nuevos, empobrecerá aún más.
Y esto es una provocación para su rebelión, ya que los legisladores federales no se apiadaron de la nación que sufre la peor crisis, y su pésimo manejo no da soluciones. Por todos lados las voces advierten que se han tensado de más las cuerdas de la cohesión a raíz del renacimiento de la lucha de clases en un país donde 430 familias (no más de 1 millón en total de personas) son dueñas de la riqueza.
Para 2010 (bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución), sacarán del pueblo los ingresos sacrificando a los trabajadores, campesinos e integrantes de los 40 millones en la pobreza extrema y la hambruna, y los otros 40 millones que a duras penas sobreviven en el contexto de la falta de crecimiento económico, inflación galopante, desempleo crónico más los que están siendo echados a la calle, porque los empresarios bajan costos despidiendo empleados.
Los contribuyentes como consumidores de bienes y servicios públicos y privados generan los ingresos de los gobiernos y las ganancias de banqueros y empresarios del sector privado. Con esos dineros del pueblo, por la corrupción pública (los rateros disfrazados de servidores públicos) y la voracidad privada, están haciendo un botín que, de izquierda y de derecha, se reparten, como acaban de hacerlo al aprobar los presupuestos de ingresos y egresos.
A lo mejor el pueblo se deja saquear (pronto querrán cobrar por ventanas, puertas, perros e hijos que para esto, dicho sea de paso, 18 congresos estatales han aprobado legislación antiaborto) para que la elite política tenga billones de pesos para pagar sus fabulosos sueldos y prestaciones. Tal vez no pase nada y como mansos corderos se dejan esquilmar los 80 millones de mexicanos inmersos en la ruina, el hambre, el desempleo y las enfermedades.
No es que se repitan los capítulos de Santa Anna, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, como una farsa. ¡Qué bueno fuera! Pues la historia no es un escenario donde “los grandes hechos y personajes… se (crean y reproducen) como si dijéramos, dos veces… una vez como tragedia y otra como farsa” (Carlos Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte).
Lo que sucede es que la sociedad mexicana es víctima de una elite que nada aprendió de los abusos del poder para el alza de impuestos de Santa Anna; de la opresión autoritaria de Porfirio Díaz, y del alcoholismo y militarismo de Victoriano Huerta, en la conducción del gobierno. Hay similitudes entre Calderón, los senadores, diputados y elite política-judicial-administrativa con el Quince Uñas y cojo de Santa Anna, el decadente porfirismo y la ineficacia y mal gobierno del ilegítimo Victoriano Huerta.
Calderón sintetiza a los tres personajes. Y, como dijo Lenin, en la historia siempre hay un elemento de sorpresa (J H Plumb, La muerte del pasado). Y el desarrollo histórico hizo que la derecha panista con Calderón sea la de la “fiesta” de los centenarios de las dos revoluciones contra el mal gobierno, irrumpiendo entre ellas la caída de Santa Anna, quien aumentó los impuestos en momentos de pobreza y carestía.
Y si lo único que parece una constante es la de “el terreno ganado por una generación puede ser perdido por la siguiente”, como fundamenta en su obra magna Herbert A L Fisher, entonces los mexicanos estamos en esa coyuntura política, económica y social.
Los panistas son la gota que derramó la crisis alimentada por De la Madrid, Salinas y Zedillo, para estar ahora en el umbral de la alternativa: deshaceros (como propone Karl R Popper) por la vía institucional-constitucional, pacífica y sin derramamiento de sangre del mal gobernante que es Calderón o ejercer el derecho de alterar o modificar nuestro gobierno por la violencia en sus diversas modalidades.
Y es que con el estira y afloje para diseñar el presupuesto de ingresos ya aprobado como una ley con obligaciones draconianas contra el pueblo, obtendrán billones de pesos de los mexicanos, a los que “en concreto, si las clases trabajadores y pobres superan el nivel de subsistencia (el poder vivir al día) y tienen algo que perder además de sus cadenas o, mejor dicho, si tienen acceso a una cantidad mayor de lo habitualmente necesario para subsistir, tal como también lo formuló Karl Marx (aunque lo hiciera necesario para la hipótesis contraria), querrán evitar revueltas y revoluciones que comporten niveles importantes de violencia y destrucción” (Joseph M Colomer, Ciencia de la política, Ediciones Ariel).
De lo contrario, los mexicanos entrarán a una espiral de protestas anunciadas contra una elite que continúa abusando de los poderes político y económico. Y entonces sí, la acción popular “puede correr por cauces que, al desbordarse, quieran correr por lo imprevisto y lo previsto”.
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