Las transnacionales de la depredación del planeta, luchan a brazo partido entre sí y contra pueblos y gobiernos que las denuncian como parte de la piratería colonial de nuevo tipo. Es la guerra por los recursos naturales en el presente siglo. En ese cuadro de situación, el Reino Unido –una de las piezas clave del entramado imperialista comandado por EE.UU.-, vuelve a cargar contra las Islas Malvinas, atropellando la soberanía de Argentina y empujando a mayores riesgos a toda la región.
Con sus matices diferenciadores, se trata de movidas amarradas a una misma lógica de expansionismo. Para pruebas, basta con una mirada superficial del mapa regional: andanzas amenazantes de la IV Flota; instalación de las bases yanquis en Colombia; ocupación militar de Haití –“surfeando” arriba de los cadáveres del terremoto-, destitución de Zelaya en Honduras; cerco militar geoestratégico en rededor de la República Bolivariana de Venezuela; milimétrica desintegración y ocupación por porciones –con tareas de inteligencia de mediano y largo aliento- en el Amazonas-Brasil; enclaves militares de EE.UU, en la Triple Frontera (Argentina-Brasil-Paraguay), con la máxima atención puesta en la apropiación del acuífero Guaraní –la más grande reserva de agua dulce del mundo; suave –y no tanto- agitación de la auto-denominada “disidencia” –mercenarios de EE.UU.-, en Cuba; desesperados intentos de desestabilización institucional-nacional en Bolivia; provocaciones estudiadas del gobierno de Alvaro Uribe contra Ecuador; incentivo de la desintegración social, a través del belicismo interno, en México; creación y recreación del vandalismo contra los gobiernos de Nicaragua y El Salvador. Hay más. Mucho más.
¿Y la ONU? Bien, gracias. ¿Y la OEA, paquidérmica y escurridiza? Bien, gracias. ¿Y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?: un fiasco sistemático, premeditado y previsible. Los mentores y autores materiales del holocausto por goteo –con EE.UU. a la cabeza- además de resguardar sus espaldas a misilazos, se amparan en “su” institucionalidad internacional: saltándose derechos, pactos y cartas magnas que, más de una vez, promovieron y firmaron. Primera conclusión: “Sin novedad en el frente”. Viejas hipocresías, idénticas violaciones.
El Reino Unido en Malvinas por petróleo y gas, renovando sus pasos hacia un objetivo que, combinado en intereses con EE.UU., jamás fue descartado: incrementar la presión económica, financiera y comercial en torno a un país reacio –en distintos frentes políticos y sociales- a arrodillarse ante el imperio. Al margen, incluso, de que entregadores y sirvientes del imperialismo haya habido -y los hay- en diferentes etapas de la historia argentina. Sin ir muy atrás en años: aquellos seudo patriotas que, en 1982, promovieron la aventura político-militar suicida a las islas Malvinas, bajo el liderazgo entre otros, y principalmente, de la dictadura militar que destruyó el país y masacró a miles de luchadores populares, entre 1976 y 1983.
La mal llamada “gesta histórica” que se lanzó en el ´82 sobre Malvinas, no fue más que “una mascarada de guerra antiimperialista” –así lo dijimos algunos, en tiempo real y con las mismas palabras, cuando transcurría aquella fantochada cívico-militar librada al hacer de un nacionalismo ramplón y fascista, implicado –por convicción, ceguera, o complicidad- en una maniobra de inteligencia geoestratégica a escala internacional. La aventura, recordemos, costó la vida de jóvenes soldados argentinos, expuestos de antemano a la derrota y la traición.
Hoy el dato más fresco, de una historia de permanentes violaciones a la soberanía nacional –que no deja de corresponderse con la larga y criminal actuación de la piratería colonial de Gran Bretaña- es el inicio desembozado de las perforaciones en un territorio marítimo argentino, a manos de la plataforma Ocean Guardian, perteneciente a la empresa Diamond Drilling, de origen estadounidense. La secuencia en materia de exploraciones por venir –en procura de dar con un tesoro valuado en aproximadamente 60.000 millones de barriles de crudo- contempla en primer término a la empresa Desire Petroleum y, luego, sucesivamente, a la Rockhopper Exploration, la Border & Southern Petroleum y BHP Billinton. Segunda conclusión: “Sin novedad en el frente”. La fase superior del capitalismo es el imperialismo. De eso se trata.
La reciente reunión del Grupo Río, celebrada en Cancún, México, tomó debida nota del momento histórico que vive la región, y el encuentro previsto para el 2011, en Caracas, ya se inició; planteándose el desafío de fortalecerse, sin EE.UU., ni Canadá. El acta de defunción de la Organización de Estados Americanos (OEA), se continúa escribiendo. El primer capítulo, hace largo rato, fue redactado por la Revolución Cubana.
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