Tal parece ser el caso de la baronesa Eliza Manninham-Buller, ex jefa del MI5, servicio de inteligencia del Reino Unido.
Esta señora, que encabezó el órgano de seguridad británico desde 2002 hasta 2007, es decir, en la última etapa del gobierno de Anthony Blair, declaró ante una comisión del Parlamento de su país que la participación de Gran Bretaña en la invasión a Iraq fue error que, sin duda, solo sirvió para aumentar sustancialmente el riesgo de atentados contra objetivos ingleses.
“Le dimos a Bin Laden su yihad. La guerra acentuó la visión extremista de que Occidente intentaba acabar con el Islam”, dijo lady Manningham-Buller ante la Comisión Chilcot, que investiga el papel del gobierno laborista de Blair ante la invasión a Iraq, reportaron recientemente la AP y otras agencias de prensa.
La de esta señora británica es historia muy parecida a la de Robert Mc Namara, ex secretario de Defensa de Estados Unidos durante los gobiernos de John Fitzgerald Kennedy y Lyndon Baines Johnson.
Este ex ejecutivo de importantes firmas devenido titular del poderío militar norteamericano, fue el artífice del “prefabricado” incidente del Golfo de Tonkin, el cual sirvió de pretexto para desatar la guerra de Estados Unidos contra Vietnam.
También devino ominoso asesor presidencial de la intensificación de esa guerra y de los criminales bombardeos contra Vietnam del Norte.
Fue una de las mentes grises detrás del presidente Kennedy en 1962, durante la llamada Crisis de los Misiles o de Octubre, que puso al mundo al borde de la hecatombe nuclear y a Cuba bajo amenaza de desaparecer bajo un ataque de ese tipo, mucho peor que el lanzado por el Pentágono contra la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945.
Muchos años después, ya septuagenario y alejado de los siempre numerosos diferendos bélicos de su país, Mc Namara calificó la guerra estadounidense contra la nación del sudeste asiático como error del cual se declaró arrepentido. Incluso, escribió sus memorias.
En ocasión de efectuarse en La Habana, en octubre de 2002, el encuentro académico sobre las experiencias de la Crisis de Octubre, Mc Namara consideró que esta fue ocasionada por errores de la administración Kennedy.
“Si yo hubiera sido parte del gobierno cubano en 1962, habría pensado que Estados Unidos se aprestaba a atacarnos y me hubiese preparado para la defensa, como ellos hicieron”, declaró Mc Namara ante los presentes en aquella reunión y entre los cuales se encontraba el Comandante en Jefe Fidel Castro, uno de los principales protagonistas de los sucesos.
Las evidencias muestran que acaso el tiempo y la mirada a distancia de los hechos provoca en muchos de sus protagonistas, ya entrados en años, el repaso maduro, sosegado y crítico que les permite reconocer errores.
Constituye verdadera lástima que los gobernantes llamados a desempeñar papeles de primera línea en el inicio o evitación de un conflicto bélico, no reflexionen lo suficiente antes de que se produzca.
Es lamentable que los arrepentimientos, en el caso de las guerras, no vengan a priori sino solo después de ocurrido el mal y cuando ya se ha vertido mucha sangre.
Ante el posible conflicto nuclear contra Irán, los dirigentes de Estados Unidos e Israel solo amenazan y dan pasos en eras de su preparación.
El Comandante en Jefe Fidel Castro ha sido el primero en alertar a los cubanos y al mundo del peligro que encierra tan colosal error.
Como tantas otras veces y con su capacidad única, ha ido al futuro y ya de vuelta nos advierte sobre las terribles consecuencias del enfrentamiento de Washington, asociado a Tel Aviv, contra Teherán.
Acaso, lamentablemente, se repita la historia y solo cuando el presidente norteamericano Barack Obama y el premier israelí, Banjamín Netanyahu, tengan las sienes encanecidas por los años, reconocerán tal vez el error.
Hoy, aún Obama está a tiempo de arrepentirse y sería la forma más inteligente: hacerlo antes de que los misiles hagan blanco en los buques y bases norteamericanas, y también en Teherán y Tel Aviv.
Si ello lamentablemente ocurriese, para cuando la cordura y madurez de los años determine los lamentos de Obama y Netanyahu, será demasiado tarde.
Para esa época venidera, los ríos de lágrimas de los familiares de miles de muertos iraníes, norteamericanos e israelíes, no se habrán secado totalmente pues eso no ocurre fácilmente, y en las tumbas sólo quedará el polvo de sus restos.
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